Iglesias, desaprensivo pleno / Guillermo Fatás


Por Guillermo Fatás
Catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Zaragoza 
Asesor editorial del Heraldo de Aragón
(Publicado en Heraldo de Aragón) 

     Cuando el desaprensivo Pablo Iglesias duda de España como democracia ‘plena’, cuela, a sabiendas y según suele, mercancía oratoria averiada, pues asigna a ‘plena’ el significado…

…de ‘perfecta’ o ‘máxima’. España es una democracia plena y pocas en el mundo lo son más. Nada puede existir en perfecta plenitud, si bien la moral de conveniencia que adopta Iglesias desde hace un decenio se acerca mucho a la perfección de lo que antes se conocía como moral de situación: adaptarse a las circunstancias que permiten conseguir el poder a costa de los cambios de tesis que sean menester. Su praxis cínica está ya en esa ‘plenitud’ que él reprocha al Estado de derecho y a la democracia en España como si fuera una grave carencia.

    Este sofisma es fácil de vender a la opinión general y semejante a otros como ‘derecho a decidir’, confundir políticos presos con presos políticos; o la réplica universal ‘eso es fascista’. Son trampas bien ideadas, cuya refutación exige pericia argumental.

    Iglesias no considera democracia plena a la ‘plutocracia’ alemana, por ejemplo. Su engaño niega que haya democracias aceptables salvo, acaso, las ‘populares’. El imposible lo exige a la democracia española, no (al menos que se le oiga) a las ‘democracias’ venezolana, cubana, argentina o iraní. Su avispada retórica crea frases de gran efecto populista. En su día reveló las horas que pasaba con Monedero y Errejón discurriendo lemas y eslóganes con más penetración en las masas seguidistas.

   La gran democracia ateniense, espejo y escuela de la Hélade, produjo criaturas e instituciones pasmosas, admirables. En los debates del ágora, había uso igual de la palabra (‘isegoría’), bastaba para decidir un mero quórum de seis mil atenienses. Produjo nombres imperecederos como el reformador Clístenes; el seductor, traidor y populista Alcibíades, discípulo del valeroso soldado y censor social Sócrates, maestro de Platón y Aristóteles; grandes oradores como Demóstenes e Isócrates, y un arquetipo de político total, el integérrimo Pericles, siempre reelegido, ayudado en su labor por genios como Fidias y su equipo, a Praxíteles… Seres inolvidables, excelsos artistas, pensadores, gobernantes, militares, poetas y dramaturgos, trágicos y cómicos, comprometidos, innovadores, nativos o inmigrados. La gloria de aquella democracia se plasmó en una ciudad pletórica de orgullo político, mil veces imitada. Redimió a sus pobres, creó un patrón monetario universal, generó riqueza minera, industrial y agraria…

    Y Atenas, faro civilizador incomparable, también incurrió en omisiones y desmanes, fue esclavista, ordenó el exilio de próceres como Temístocles y Arístides, condenó a muerte a Sócrates, por quien aún lloramos. Cayó ocasionalmente en manos de déspotas. No faltaron atenienses demagogos y populistas con éxito: aprobaron amputar los pulgares a ciertos presos de guerra (así podían remar, pero no luchar) y marcar a fuego a otros vencidos en combate.

   Iglesias, si supiera, sería una especie de Critias, el caudillo de los Treinta Tiranos, y hubiera abolido aquella constitución, por no ser una democracia ‘plena’. Sócrates no quiso violarla aun a costa de su vida.

Trapacero pleno

    El demagogo profesor (interino) de ideas políticas Iglesias Turrión quizá no sabe estas cosas, que son de su oficio, porque sigue el método de su maestro Monedero, que le lleva a tomar a Newton por Einstein, a citar obras imaginarias de Kant, a confundir convenientemente Vallecas con Galapagar y a presentar a un agresor con varios antecedentes por violencia física como si fuera un bardo de ideología antisistema.

   Su ignorancia corre pareja con su incompetencia. Un caso reciente es su petición de nacionalizar boyantes industrias biofarmacéuticas. Qué fácil y vocinglero. Lo que ha de hacer como vicepresidente es convocar a los ministros ectoplasma Duque y Castells y visitar juntos a la hacendista Montero, para requerirle que quintuplique los míseros presupuestos de los organismos públicos españoles del ramo y redima de sus salarios paupérrimos a quienes se dejan la vida en ellos y se jubilan sin sucesores, porque no hay plantillas.

   Su competencia profesional es, a todas luces, mucho menos ‘plena’ que la democracia española y de eso ya va teniendo más culpa el jefe Sánchez que su ambicioso e inescrupuloso subordinado.

    Leídas íntegramente las tesis trapaceras de ambos, ninguno es lo que se dice un doctor ‘pleno’. Ambos piensan que van a torear al otro. Pero el miura anda suelto por la calle, echando reojos. Y la oposición, de cháchara en el burladero, desalquilando locales.

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