La peste móvil  ( y II) / Dionisio Sánchez


Por Dionisio Sánchez & +
Director del Pollo Urbano
elpollo@elpollourbano.net

     Queridos amigos, compañeros y camaradas:

    Seguimos rascando en esta nueva “peste” que, poco a poco, se nos ha ido adhiriendo a la piel…

…  sin apenas habernos dando cuenta de cómo nos ha ido colonizando hasta llegar a formar parte de nuestro devenir cotidiano y acabando, poco a poco, con la palabra hablada que, hasta hace unos pocos años, era nuestra forma habitual de comunicarnos los seres que tenemos dos patas y que algunos todavía portamos boina sobre la cabeza.

    Siendo un poquito exagerados, podríamos decir que nuestra sociedad se halla inmersa en una era de cambio constante, donde la tecnología está redefiniendo la forma en que nos comunicamos. La pregunta que nos podríamos plantear,  entre caña y caña y acodados en la habitual barra de bar que usamos los dinosaurios para reflexionar,   es si este cambio transformará nuestra esencia como seres comunicativos o si nos dirigimos –desgraciadamente- hacia una sociedad teledirigida, donde los chips en la cabeza podrían acabar sustituyendo a la palabra hablada.

 ¿Cómo está evolucionando la comunicación entre las personas?

      Una cosa parece clara: la revolución multimedia ha propiciado la cada vez más habitual presencia a nuestro lado ( tal que si fuéramos  iguanodones  parlanchines),  de lo que podríamos llamar “homo videns”, una especie de seres humanos cuya principal forma de procesar información es a través de imágenes en lugar de palabras. Por tanto, podemos ir asegurando que, desgraciadamente, la cultura escrita, que ha caracterizado al homo sapiens, está cediendo terreno a marchas forzadas ante la omnipresencia de la imagen, facilitada -principalmente  hace unos años-  por la televisión y ahora también, ¡y de qué manera!, por los dispositivos móviles.

    Algunos quieren iniciar esta evolución en la aparición del cine (como hecho  de impacto colectivo de la imagen), pero, sin duda, fue  la llegada de la televisión a nuestros hogares (con un impacto personalizado) y que durante mucho tiempo fue el epicentro de la revolución multimedia. Pero es evidente que hoy ha sido desplazada primero por las pantallas de los ordenadores y, después, por los dispositivos móviles. Estos se han convertido en nuestras ventanas al mundo, alterando ¡y de qué modo! la forma  en que consumimos información, nos relacionamos y, sobre todo, cómo nos comunicamos. Por resumir, hemos vivido, en estos últimos años,  la transformación de la sociedad televisada a la sociedad móvil.

    Y mientras apuramos el vermú con sifón en algunas de las escasas cavernas donde aún podemos meternos una anchoa y charlar al viejo modo, surge la gran pregunta: ¿Y ahora qué? ¿Cuál va a ser el siguiente paso?

    En algunas tertulias de barra de bar ya se especula sobre la inserción de chips en el cerebro humano como medio de comunicación directa. Y esta especulación no es nueva, aunque la traslademos a episodios  relacionados con las afamadas novelas de ciencia ficción. ¿Es posible que estemos encaminados hacia una sociedad donde la comunicación se vuelva telepática y dirigida por la tecnología? Dios nos coja confesados si los tiros van a ir por esa vereda….

    En este nuevo paradigma en el que, al parecer, vivimos, la palabra hablada y escrita parece, a todas luces, perder terreno frente a la imagen y la transmisión visual instantánea. Así las cosas, la capacidad de comunicarnos de manera profunda y reflexiva podría estar en riesgo si nos dejamos llevar completamente por la inmediatez de la imagen.

    Los más optimistas, como siempre, suelen afirmar que, aunque nos enfrentemos a grandes desafíos en esta revolución multimedia, también se abren oportunidades para una comunicación más global y más accesible. El reto, seguramente,  radicará en encontrar un equilibrio entre la inmediatez de la imagen y la riqueza de la palabra, preservando la esencia de la comunicación humana, tal  como hasta ahora la entendíamos:  la forma de interacción entre dos o más personas, ya sea mediante la palabra hablada o escrita, gestos, ademanes, expresiones emocionales, etc., cuyo resultado es el intercambio de significados que conducen a la comprensión y, en el mejor de los casos a un acuerdo, a un comportamiento adecuado.

Elegir conscientemente

     Después de lo expresado, solo podemos atisbar que la dirección que tomará “la comunicación humana” es incierta. Sin embargo, parece que será crucial abordar  estos previsibles cambios con conciencia y reflexión: “La revolución multimedia no necesariamente implicará  la pérdida de la comunicación”, tal  como la entendíamos hasta ahora, pero sí exigirá cada vez más imperiosamente, que nos adaptemos y embridemos  estas transformaciones para preservar la esencia de la conexión humana en un mundo cada vez más visual y móvil.

      La elección está en nuestras manos, aunque estas también estén ocupadas sosteniendo dispositivos móviles. Entonces, ¿hacia dónde nos dirigimos? Solo el tiempo, y nuestras decisiones conscientes, lo dirán… ¡Jodo petaca, qué miedo, camaradas! ¡Camarero, otro botellín!

    ¡A caballo, yihíiiii! ¡Salud!

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