Por Julio José Ordovás
Zaragoza da bien en el cine. Lo comprobamos con ‘La estrella azul’ y lo hemos vuelto a comprobar con ‘Menudas piezas’.
¿Qué queréis que os diga? Me emocionó ver a los personajes de la película de García Velilla moviéndose por las mismas calles que yo pateo a diario: la plaza de la Magdalena, la calle Mayor o el Solar del Conejo, donde muchas madrugadas me he parado a charlar con el fantasma de Francisco Ascaso, que tiene allí una placa en su memoria.
Baroja describió al anarquista de Almudévar como un hombre “escurridizo, de aire felino y mirada suspicaz, con una expresión de astucia y de desconfianza unida a algo febril e inquieto”. ¡Lo que hubiera hecho Hollywood con un personaje como él! Ascaso fue nuestro Billy el Niño. Con la banda de pistoleros que formó con Durruti, Scorsese o Tarantino harían una peli colosal.
“Siempre en mi memoria / las calles de Zaragoza”, canta Amaral al final de ‘Menudas piezas’, y a mí se me ponen los pelos de punta porque se pueden contar con los dedos de una oreja, como diría el quiosquero, tabernero e irredento cinéfilo Carlos Calvo, las veces en que las calles de Zaragoza han saltado a la gran pantalla.
Oye, Natalia, ¿por qué no telefoneas a Woody Allen y le ofreces la Inmortal, bien envuelta en papel celofán, lo mismo que la Barna de ‘Vicky Cristina Barcelona’, como escenario para su próxima película? Háblale de Buñuel y dile que su espíritu gamberro sigue flotando por las calles de Zaragoza. Y dile también que Luis Alegre lo llevará a algún restaurante genuinamente baturro, donde se chupará los dedos con unos sesos y unas madejas. Luego Melero podría conducirlo al Ragtime, allí el neoyorquino disfrutaría de lo lindo tocando el clarinete.