Por Manuel Medrano
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Siempre me ha parecido sospechosa la democracia que, exclusivamente, consiste en votar cada cuatro o cinco años.
No es que quiera elecciones cada semana, pero si todo se limitase a votar en esos periodos los riesgos serían tremendos. Imaginaos lo que un grupito bien organizado, con poder institucional y montones de gente cuyo sueldo, o beneficio, o subvención, dependiese de sus miembros, puede hacer en cuatro años. Para empezar, muchas veces no hay modo de que se obligue a esos grupitos a que cumplan el programa con el que se presentaron a elecciones. Suponiendo que el programa especificase líneas concretas de actuación que, en demasiadas ocasiones, tampoco lo hace.
Operaciones urbanísticas, auténticos “ladrillazos”, apuesta exclusiva por el turismo (a veces tan restringida que se limita al gastronómico), dominio soviético o fascista de la actividad cultural (muchas veces aniquilando a todo el tejido social creativo), cargas reiteradas de impuestos y tasas, etc. Porque, sí amables lectores y lectoras, se paga varias veces por lo mismo: se paga por vivir en la calle en que vives, se paga por ocupar acera y calzada para terrazas de bar, se paga por el desgaste de calzada de tu medio de locomoción. Se paga para que otros monten “macroeventos”, pero también “pagas” las consecuencias, que ahí lo que cuenta son los beneficios de amiguetes y la (escasa) recaudación para las arcas públicas. Tú aguanta contaminación acústica, lumínica, vibraciones, manadas de borrachos gritando por tus calles hasta altas horas de la madrugada, etc.
Por eso, cuando veo urnas, tampoco me emociono. Yo no olvido, otros no olvidan, muchos ni se enteraron ni se enteran. ¿Elecciones europeas? Me surgen algunos temas, como quién se ha querido cargar la agricultura, la ganadería y la pesca, quién no ha dado explicaciones de los miles de millones gastados en “vacunas”, quién está volcando miles de millones en la industria de la guerra (especialmente en la norteamericana) metiendo miedo a la población, etc. Y algún pseudolíder imbécil, además, quiere que vayamos a combatir no sé dónde por los intereses de los grandes entramados industriales y financieros.
Terror me produce, al respecto, ver a mandatarios políticos y grupos de presión económicos (léase especulativos) que nos quieren embarcar en una III Guerra Mundial, y más aún cuando uno se da cuenta de que algunos de los principales de entre ellos están a punto de perder su poder, o las elecciones, o el favor de sus amiguetes, y que todo esto es sólo una forma de conservar sus enormes privilegios e ingresos.
A veces veo urnas, pero no quiero ver muertos, gracias.