Elecciones europeas / Mariano Berges


Por Mariano Berges
Profesor de Filosofía

      El próximo día 9 de junio los españoles votamos 61 escaños para el Parlamento europeo.

    Se trata de una votación con circunscripción única (la nación en su conjunto) por lo que todas las papeletas cuentan igual. Suele ser una votación a la que no damos mucha importancia, pues los elegidos no legislan sobre las cosas de casa, pero olvidamos que las normas europeas inciden cada vez más en la vida de los españoles. En este artículo intentaré dar algunas pinceladas sobre la importancia de dichas elecciones.

     Se comenzó con la Europa monetaria, hoy estamos en la Europa económica, ojalá pronto estemos construyendo la Europa política, y quizás lleguemos al objetivo final deseado, los Estados Unidos de Europa. El proceso, aunque lento, prosigue, pero ha cambiado de dirección. El espíritu de los fundadores de la idea de Europa en los años cincuenta y el sentido de los líderes europeos de los años ochenta y primeros noventa (Delors, González, Kohl y Mitterrand) se ha transformado en la actualidad. Desde el Tratado de Maastricht, firmado por los 15 países miembros en 1992, por la que la entonces llamada Comunidad Europea pasa a denominarse “Unión Europea” (UE) y entra en funcionamiento el Mercado Único Europeo, basado en tres principios fundamentales: Libre circulación de trabajadores, Libertad de establecimiento y Libre circulación de mercancías. Pero aquel proyecto, tal y como estaba concebido, ha llegado al final de su trayecto y el Consejo Europeo ha decidido encargarle a Enrico Letta, ex primer ministro italiano y presidente del Instituto Jacques Delors, un informe para impulsar el crecimiento y la competitividad europea, frente a las grandes potencias actuales: Estados Unidos, China e India.      

      Hasta ahora, las nuevas tecnologías y, a partir de ahora, la Inteligencia Artificial (IA) la gestionan fundamentalmente los grandes financieros mundiales y escapan de las manos de los políticos. Los políticos han sido secuestrados por los financieros y solo se ocupan de cosas secundarias, como es la gestión de las consecuencias. Pero la configuración de lo importante, que es la causa de las consecuencias, queda fuera de la política y la llevan los expertos. Hay un cierto olor a dictadura financiera. Parece que la globalización está siendo instrumentalizada en su versión más negativa y solo sirve para generar riesgos, pero no para dar soluciones.

     Debemos desvelar y denunciar la nueva revolución conservadora, mutiladora del Estado de bienestar, del que predica su inviabilidad y       propicia la idea-valor del “sálvese quien pueda”. Pero Europa no es solo una palabra, ni siquiera es solo un territorio, Europa es también un concepto, una idea moral, que inventa la Modernidad, la Ilustración, los Derechos del Hombre, el Estado de bienestar. El modelo europeo es el que ha producido los mejores logros políticos y éticos de la humanidad. Lo más grave de lo que hoy está sucediendo no es tanto la famosa crisis financiero-económica sino todo un cambio de valores, criterios y parámetros que conllevan un radical cambio social hacia un empobrecimiento material y mental.

     El riesgo mayor que tiene la UE hoy es la parálisis frente a las grandes potencias. Por lo que debe avanzar desde una sola Europa y no desde sus naciones por separado. Por ejemplo, la transición verde a la que el cambio climático nos obliga. La inversión que ello supone sería un trampolín formidable para el futuro europeo. Eso sí, guardando las cautelas y equilibrios con los sectores productivos más vulnerables, como la agricultura, o los países menos desarrollados. Otra cuestión importantísima para el futuro de la UE es una gestión inteligente de la inmigración. Actualmente, la tendencia poblacional europea es muy negativa y solo una buena planificación de la inmigración puede poner remedio a esto. Todo lo que sean nacionalismos y fuerzas regresivas serán una rémora para el futuro europeo. La extrema derecha y la derecha extrema podrían dar un giro muy peligroso en este sentido.

     Incluso la industria militar puede y debe ser un sector estratégico europeo. Ya que estamos en guerra (Ucrania y otras futuras posibles) aprovechemos esta circunstancia para impulsar una verdadera industria armamentística en Europa, con investigación puntera y muchísimos puestos de trabajo. Europa debe abandonar su papel subsidiario en la OTAN e ir caminando hacia un ejército europeo único. De lo contrario, solo EEUU se beneficia económicamente.

      Pero donde Europa puede ser líder mundial es como defensor de los valores del Estado de derecho y de las libertades individuales. Y esto es un intangible con muchas derivadas económicas y de liderazgo.

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