De película / Jorge Álvarez


Por Jorge Álvarez

    En una escena de una película rodada en 1967 se resume la actualidad de la Argentina hoy.

     Cuatro efectivos de la policía de un país centroamericano caminan por el piso de tierra del fondo de una casa de campo escoltando a un reo. Éste muy nervioso no deja de mirar a quienes tiene a sus costados mientras les habla tratando de explicarles su inocencia. Gesticula ampulosamente con sus brazos y sus manos ante el silencio de los uniformados. En ella el protagonista, un muy joven Woody Allen, habla y gesticula camino hacia donde lo espera formado un pelotón de fusilamiento.

     El final se acerca. Un policía lo acompaña hasta donde está el oficial a cargo. Woody ya está contra el paredón que tiene un árbol que creció adherido, pegado a esa pared y saluda a quien dará la orden para que le fusilen.

     Mirándolo Woody le pide si puede fumar el cigarrillo como su última voluntad. Lo extrae de su saco. El jefe saca el encendedor que lleva en un bolsillo del uniforme y se lo enciende al momento que se aleja. Woody, con el cigarrillo en su diestra espera que impartan la orden al pelotón compuesto por nueve hombres y al escuchar el ¡listos, apunten…! les arroja el cigarrillo-bomba que al explotar los hace volar por los aires.

     La cámara gira hacia la pared y se ve a quien se salvó de la muerte trepar por el tronco del árbol mientras ríe a carcajadas y se burla de sus captores al alcanzar la cima de la pared para descolgarse del otro lado, a salvo. Al aterrizar lo hace al lado de una bota negra, alta de la que se agarra para incorporarse y al levantar la vista ve a un hombre vendado los ojos y escucha ¡apunten, fuego! Bien, le aseguro a usted que nunca me alegré tanto de mi memoria para recordar escenas y parlamentos de películas que me permitieran describirle a usted, que me lee a más de 10.000 kilómetros de donde estoy escribiendo, lo que fue el ballotage para elegir presidente de la Argentina.

     Las opciones eran el cáncer de hígado o el de páncreas, en ambos casos con metástasis en todo los órganos que los rodean. O sea sin salida alguna para el ciudadano que en el mejor de los casos podría poner un analgésico en su maltrecha economía y esperar que dentro de cuatro años las opciones fueran mejores algo tan irreal como los personajes de un cuento de Gabriel García Márquez.

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