Por Jorge Álvarez

       «A la Argentina no vuelvo», así lo afirmó el papa Francisco en una entrevista con el periodista Nelson Castro, que se realizó en el Vaticano en febrero de 2019, donde el líder…

…de la Iglesia católica entrega éste y otros detalles en el libro «La salud de los papas. Medicina, complots y fe. Desde León XIII hasta Francisco». El Santo Padre es más contundente aún ya que  le hace saber a sus paisanos que «no extraña a su Patria» y seguramente «él morirá en Roma». De sus palabras podemos inferir varias cosas. Entre ellas que el sucesor de Pedro piensa como cualquier argentino en sus cabales que tenga la suerte de vivir en Europa, incluso sin las comodidades del Santo Padre que no sabe lo que es pagar alquiler, ni preocuparse para llegar con dinero en el bolsillo a fin de mes ni alarmarse por la inseguridad callejera y menos aún depender de la alarma del reloj para ir al trabajo. No lo juzgo por no esperar el bus o el metro en horario pico ni por no saber el precio de la leche o el azúcar, no que quede esto claro. Tampoco es una crítica ni a la Iglesia Católica ni a ningún otro estadista que tenga la «suerte» de hacer lo que le venga en gana. No, lo mío va más allá. Yo, un Álvarez como los cientos de la guía de teléfonos, tampoco quiero volver a la Argentina cada vez que viajo. Nunca. Jamás.Tampoco extraño y les mentiría si quedo preso de la nostalgia al escuchar un tango. Simplemente admiro la suerte del representante de Cristo en la Tierra quien puede hacer realidad su pensamiento porque él sabe o intuye lo que es vivir en el Titanic en el que se transformó el país que lo vio nacer. Día a día se suceden hechos que superan cualquier cuento que escribiera el genial Gabriel García Márquez. Hoy les voy a contar sobre un personaje grotesco, payasesco y delirante: el ministro de Salud al que el presidente se vio obligado a pedirle la renuncia tras revelar la prensa, que resiste a pie firme caer en las fauces del Estado, sobre el escándalo del «Vacunagate». Este individuo ya había sorprendido al poco tiempo de asumir su cargo afirmando que en nuestro país no habría coronavirus «porque China quedaba lejos» hasta llegar al fin de su gestión al descubrirse que se había montado un vacunatorio VIP en su despacho reservado para los políticos, sus familias, amigos y hasta jóvenes integrantes del partido peronista en el gobierno en detrimento del personal sanitario y de ancianos que debieron recibir la primera dosis de la vacuna procedente de Rusia. Aunque parezca increíble éste es un escándalo promedio de los que uno se entera pero lo que lo transformó en Premium es que el mismo ministro reconoció que se había quedado con 3.000 dosis de vacunas. El robo de salud a los ciudadanos fue considerado un error por el gobierno. ¡Un error! En algún país civilizado un ladrón y con más razón de vacunas terminaría sus días en la cárcel menos en el país al que no quiere volver el Papa Francisco.

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