Desde el divan: «La juventud» de Paolo Sorrentino


Por José María Bardavío

     Esta película muestra cómo los exploradores de Juan Ponce de León que en el siglo XVI buscaron la Fuente de la Juventud en Puerto Rico y luego en Florida, ahora, cinco siglos después, la siguen buscando en las cumbres de los Alpes suizos.

    Título original: ‘La giovinezza’.  Nacionalidad: Italia, Francia, Inglaterra. Año de producción: 2015. Dirección: Paolo Sorrentino. Guion: Paolo Sorrentino. Música: David Lang. Intérpretes: Michael Caine, Harvey Keitel, Rachel Weisz, Paul Dano, Jane Fonda, Tom Lipinski, Poggy Corby-Tuech, Madalina Diana Ghenea. Duración: 118 minutos.

    En las expediciones y empresas utópicas hay creyentes incondicionales, otros que no creen tanto, y otros que están simplemente allí pero por otras muchas razones. Entre los no dedicados de lleno al milagro de la metamorfosis corporal están los celebres artistas octogenarios Fred Ballinger Michael Caine) compositor, y Mick Boyle (Harvey Keitel) director de cine, que son los protagonistas de esta extraordinaria película. Están allí porque pueden disfrutar de su amistad de toda la vida, pasear por lugares incomparables, pensar en voz alta, hablar de verdad. El hotel les cuida muy bien, no les persigue la fama,  la tranquilidad estimula la creatividad innata, y sus personalidades se abren paso dejando al descubierto las maravillas que contiene esta película.

    El monje tibetano que vegeta sonriente y melancólico lejos de su ámbito identitario, ha encontrado en el hotel de los Alpes un lugar para respirar un aire tan puro y tan religiosamente transparente como el de su Lhasa original. El monje cuando respira aspira luz, perfección, trascendencia y espiritualidad, y espira  distracción, ira, deseo, engreimiento e ignorancia. Un día estando recogido en posición de loto su cuerpo se eleva, levita, mostrando cómo al respirar la belleza del lugar el espíritu se ha convertido en perfección integral, psíquica mística, mental e inmaterial. Y ya no gravita ni pesa nada simplemente trasciende lo material emprendiendo el viaje de vuelta definitivo al cerebro de Buda.

     Un Maradona gordísimo, apaisado y también melancólico va firmando a cada paso su propia desintegración. Y sin embargo lo vemos luego jugar con una pelota de tenis en la cancha de tierra batida. Maradona da un chupinazo perfecto y la pelota asciende vertical al infinito para fundirse con las estrellas, como cuando él era la más deslumbrante de las estrellas. Pero al rato la pelota cae como un meteorito expulsada a patadas desde arriba porque como decía Flannery O’Connor: All that rises must converge. Y es que sin perfección espiritual no hay truco posible que te devuelva del cielo la juventud porque allí te la guardan en conserva hasta que sepas ganártela.

    Otro huésped ensimismado y también algo melancólico es el famosísimo actor Jimmy Tree (Paul Dano) que se ha recluido en el hotel para trabajar al personaje que interpretará en su próxima película. Anda coleccionando entre los clientes del hotel dicción, portes, gestos, detalles para construir con ellos a su personaje lo más convincentemente posible. Pero resultará que el personaje a crear tiene preso a su creador y lo marea a  capricho mientras pesca confundido en las aguas del mar de los demás.

   Lo cierto es que la rutina del exquisito balneario alpino, genera una elegante nube tóxica llamada aburrimiento. Bostezos que los ingleses convierten en fichas de ajedrez para moverlas por el tablero de las manners (modales) relajantes. El aburrimiento es una planta, un árbol grande, que los anglonormandos  convierten en estimulante cuando se  cobijan con jerez bajo su sombra. Y el aburrimiento lo extienden las damas por sus rostros pálidos como colágeno para mantener sin arrugas sus incontables habilidades.

  Fred Ballinger  y Mick Boyle directores de música y de cine respectivamente que ya cumplieron con holgura los ochenta años de edad, han sabido que Miss Universo está a punto de llegar al hotel.  Aunque  les extraña que semejante sancta sanctorum acepte  huéspedes ruidosos, les encanta imaginar las patadas en el culo que dará la miss  al aburrimiento que se instala en el espléndido lugar con demasiada frecuencia.

     Pero se quedan de piedra cuando estando los dos dentro de la piscina termal la ven venir despampanantemente desnuda, o casi, para darse un baño. La miran tan pasmados y boquiabiertos como si la vieran no bajando al agua sino subiendo a los cielos. Lo que ven es tan  arrebatador y violento que recuerda la aparición de Cristo a Pablo que cae fulminado del caballo al tener ante sí  al que buscaba para apresarlo.

     Ver a la mujer más bella del mundo en las circunstancia de desnudez mencionadas es como si se hiciera de carne y hueso la ontología del balneario y el sueño de  sus clientes: meterle la marcha atrás al Tiempo para recuperar la juventud extinta.

   Ver de repente a Miss Universo convierte la presencia de la miss en hiperrealidad (imposibilidad posmoderna de distinguir entre realidad y fantasía). Como si lo buscado oscuramente en el interior saliera nítido al exterior. Porque lo que viene hacia ellos dos, no es solo Miss Mundo sino la divinidad del lugar la adorada por todos, la Giovinezza, la Juventud.

    Pero la metafísica cinematográfica de la aparición de la miss en cuestión, no deja de ser una versión libre y divertida del milagro de Fátima: La piscina es la cova de Iria, Fred y Mick los  pastorcitos Lucía, Francisco y Jacinta, y Miss Universo la Virgen María. Y es que desde el Godard de Je vous salue, Marie (1985) ya todo es posible.

   Al entrar a miss Mundo en la piscina convierte las aguas termales en instantaneamente rejuvenecedoras: convierte la piscina (que con solo ellos dos era pequeña como una bañera) en una nueva versión de la Fuente de la Juventud.  Porque lo que baja es la juventud de ellos, lo que ellos fueron cuando eran jóvenes, mientras que no dejan de ser el futuro de lo que ella será.  Y es que el huevo de lo humano contiene la yema dorada de la juventud y la clara pálida y exangüe de la vejez.

   En el cuadro de Lucas Cranach titulado La Fuente de la Juventud de 1546, vemos por la izquierda a las enfermas y ancianas transportadas en vehículos humanos y mecánicos, desnudarse ante un médico que vestido de rojo da fe de los cuerpos macilentos, entrar en la piscina y trasladarse hasta el lado opuesto con los cuerpos ya sanados y rejuvenecidos. Y finalmente entrar en la tienda en donde se vestirán para la fiesta con la juventud del todo recuperada. La acción se ha hecho posible por la presencia redentora de la diosa Venus que desde su atalaya en el centro mismo de la piscina convierte el tránsito acuático en prodigio.

    Resulta encantador entender la piscina de La juventud regida por magias y misterios parecidos a los descritos por Cranach en ese comic avant la lettre tan laico y tan genial titulado La Fuente de la Juventud. Mientras que Miss Universo tiene que ver con Venus, la metamorfosis de Fred y Mick no se produce en sus cuerpos sino en sus espíritus. Al ver a Miss Universo son sus almas las que viajan a su propia juventud para sentir dentro lo que harían con Miss Universo. Y en ese instante, como le sucede al monje tibetano, levitan alcanzan un nivel de perfecta felicidad en donde todo sucede sin que se mueva nada y todo fluye, y tiempo y espacio te acarician, te levitan, con salvaje suavidad.

El blog del autor: http://bathtubsinfilms.blogspot.com.es/

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