Los estrenos en los cines: Compleja naturaleza viva


Por Don Quiterio

  Especies como el oso pardo, el jabalí, las arañas, los armiños, el salmón, las nutrias, los ciervos, las murciélagos de herradura, la víbora de Seoane, el gato montés, la mariposa hormiguera, el lobo ibérico, los caballos salvajes, el urogallo…

…o las plantas carnívoras son los protagonistas principales o secundarios del deslumbrante documental ‘Cantábrico’, ambientado en el norte de España, en una cordillera cantábrica de rebosante vida, de casi quinientos kilómetros, que gracias a la influencia del cálido y cercano mar y las elevadas precipitaciones existe una amplia, húmeda y enigmática vegetación. Joaquín Gutiérrez Acha, quien trabaja para las productoras más importantes del mundo (National Geographic, BBC, Survival, Anglia), dirige este hermoso documental en que cada una de las especies mencionadas escenifica su propia historia en una zona repleta de cañones y apretados bosques continentales de hayas, robles y castaños.

  Apadrinado por el productor José María Morales, la historia principal de ‘Cantábrico’, subtitulada ‘Los dominios del oso pardo’, es básicamente el paso de las estaciones sobre este formidable territorio. La excelente fotografía -del propio realizador- arropa el hondo sentido poético del filme aun cuando la compleja y viva naturaleza se descubre también en toda su feroz y mortal enormidad, al igual que la banda sonora de Pablo Martín Caminero, impregnada de la música del lugar, y unos textos líricos de acompañamiento e hilos conductores. La pasión como naturalista de Joaquín Gutiérrez Acha nace viendo los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente. El suyo es un trabajo tenaz y meticuloso, como ya lo demostrara en ‘Guadalquivir’ o ‘El latido del bosque’, marcado por las largas jornadas de grabación para captar imágenes que obtiene con la asistencia de los expertos que le asesoran en todo momento.

  Más cine español, ahora de ficción, en la cartelera zaragozana: ‘Plan de fuga’, del vasco Iñaki Dorronsoro, convencional pero bien facturada trama policial y de atracos que vehicula el juego de las lealtades en una historia de relaciones humanas, con las mafias del este acechando; ‘Órbita 9’, del zamorano Hatem Khraiche Ruiz-Zorrilla, una rutinaria propuesta entre el thriller romántico y la ciencia ficción que quiere ahondar en el futuro de la humanidad, pero buscar profundidad aquí es como buscar música en el silbato de un árbitro; ‘Amar’, ópera prima del madrileño Esteban Crespo que se basa en un corto suyo del mismo título, una discreta pero original historia romántica de una joven pareja que se debate entre el odio y el amor, cuyos encuentros parecen ser siempre los últimos, y ‘Garantía personal’, de Rodrigo Rivas, irregular thriller de suspense sobre una mujer madura perseguida por sus acreedores.

  Del cine europeo se han estrenado en las salas comerciales zaragozanas la coproducción francocanadiense ‘El hijo de Jean’ (Philippe Lioret), contenido drama sicológico en torno a una historia familiar, con más fondo de lo que parece, según una novela de Jean-Paul Dubois; la italofrancesa ‘Maravilloso Boccaccio’ (Paolo y Vittorio Taviani), relectura muy peculiar del original literario ambientado en la Florencia de mediados del siglo catorce, un cruce de drama, comedia y romanticismo más teatral que cinematográfico, al que ya se acercara Pasolini en su clásico ‘Decamerón’, pero le falta chispa por ser demasiado pulcra y educada; la germanofinlandesa ‘El otro lado de la esperanza’ (Aki Kaurismäki), segunda entrega de su anunciada trilogía sobre ciudades portuarias, aquí la tragedia de un refugiado sirio, un filme de marcado humanismo, sin fuegos de artificio, con austeridad y sentido del humor; la francomacedonia ‘A fondo’ (Nicolas Benamou), mediocre mezcla de humor y escenas automovilísticas; la francoalemana ‘La alta sociedad’ (Bruno Dumont), atonal farsa fantástica sobre la lucha de clases ambientada en plena ‘belle époque’ de la zona costera del Pas de Calais; la austriacogermana ‘Stefan Zweig, adiós a Europa’ (Maria Schrader), los últimos años de la vida del escritor judío, uno de los más trágicos retratistas de la Europa de entreguerras, que se suicidó en 1942 creyendo que finalmente triunfaría el nazismo, en un filme de hondura sicológica, estiloso y elegante, desmarcándose del tradicional biopic; la anglofrancesa ‘Mañana empieza todo’, de Hugo Gélin, remake algo tramposo y forzado de la comedia mexicana ‘No se aceptan devoluciones’, filmada por Eugenio Derbez en 2013, quien aquí colabora en la escritura del guion, en una suerte de cruce entre ‘Tres solteros y un biberón’ y ‘Kramer contra Kramer’ que, claro, acaba en melodrama lacrimógeno; la francesa ‘Rosalie Blum’ (Julien Rappeneau), fresca comedia de almas solitarias que tratan de huir de sus rutinarias vidas, según el cómic homónimo de Camille Jourdy, también guionista, y la italiana ‘Un italiano en Noruega’ (Gennaro Nunziante), ligera y sarcástica mirada al mundo de los políticos y los burócratas, con algún gag con gracia y mala leche, aunque el conjunto no pasa de ser una mera y sosa bobada de corto recorrido.

  Al cine europeo se suman las producciones británicas ‘El jardín del artista’ (Phil Grabsky), aplicado documental que explica la forma de Estados Unidos de comprender el impresionismo, de un realizador que anteriormente ya se había acercado a personajes como Goya, Mozart o Beethoven; ‘Negación’ (Mick Jackson), no del todo desdeñable relato al juicio del holocausto, sobre un libro de la historiadora Deborah Lipstadt, y ‘Lady Macbeth’ (William Oldryad), minucioso e inteligente drama sobre un cuento ruso de Nikolai Leskov inspirado en la tragedia shakespereana, que Shostakovich convirtió en ópera y el polaco Wajda adaptó al cine hace medio siglo, trasladando la acción a la Inglaterra rural de mediados del siglo diecinueve, en torno a una mujer apasionada e impetuosa que no se detiene ante nada para conquistar la libertad que tan ardientemente desea.

  ¿Hasta dónde llegarán los cuerpos artificiales? ¿Qué queda de la humanidad en ellos? ¿Qué es la humanidad, en realidad? ¿Somos solo recuerdos? En el mundo de las preguntas sin respuesta se desarrolla la ficción científica ‘El alma de la máquina’, dirigida por el estadounidense Rupert Sanders, según el cómic del japonés Masamune Shirow, del que ya se realizara un díptico animado a cargo de Mamuru Oshii. Estamos ante un relato crepuscular y lluvioso como ‘Blade runmer’ (Ridley Scott, 1982), arriesgado y violento como ‘Videodrome’ (David Cronenberg, 1982), apocalíptico y trágico como ‘Akira’ (Katsuhiro Otomo, 1988), pero se simplifica el discurso sobre la identidad en la cultura cibernética del original. Una pena, porque el producto propone más de lo que da.

  Más cine estadounidense: ‘La excepción a la regla’ (Warren Beatty), fría, academicista e insulsa exploración a la relación entre una persona joven con ganas de aprender y una celebridad, una reflexión de las consecuencias, entre el melodrama y la comedia romántica, del puritanismo sexual, con el magnate Howard Hughes como excusa; ‘Guardianes de la galaxia 2” (James Gunn), atractivo y bien narrado cóctel de ciencia ficción, acción, tensión, humor, algo de drama y muchos efectos especiales, donde el universo Marvel vuelve a la gran pantalla con esta segunda aventura de los personajes creados por Arnold Drake y Gene Colan, dados a conocer en 1969 como un equipo de héroes en el que cada miembro era el último de su especie; ‘John Wick: pacto de sangre’ (Chad Stahelski), otra segunda entrega de la franquicia de acción, con momentos de silencio y un profesional del crimen que no da respiro al espectador; ‘Mesa 19’ (Jeffrey Blitz), blandengue e insípida comedia del subgénero “bodas”, con más bien poca gracia y de un sentimentalismo barato, más artificial que una tarta de atrezzo; ‘Vida’ (Daniel Espinosa), terror en el espacio cómodamente suspendido en la órbita del subgénero ‘Alien’, aquel octavo pasajero; ‘Powers rangers’ (Dean Israelite), estereotipada versión de la casposa serie televisiva de acción de la década de los noventa, cuyos superhéroes luchan contra unos alienígenas malos malotes; ‘Un golpe con estilo’ (Zach Braff), mediocre remake del filme homónimo dirigido en 1979 por Martin Brest, a su vez calco del clásico español ‘Los dinamiteros’ (Juan Atienza, 1964) al que Fernando Fernán-Gómez rinde tributo en la también geriátrica ‘Fuera de juego’ (1981), una comedia donde tres jubilados, a los que el sistema les ha congelado su plan de pensiones, deciden atracar su propio banco, y ‘A todo gas 8’ (Gary Gray), otra cansina entrega de la franquicia de acción liderada por Vin Diesel, todo velocidad y adrenalina, una exaltación del macho sobre ruedas y testosterona descontrolada, con ritmo frenético, olor a gasolina, neumáticos quemados, señoritas presuntamente despampanantes y un buen puñado de autos tuneados. La pantalla atruena y todas las secuencias pretenden ser el colmo de la aceleración. Ante tanto zarandeo, la algarabía está servida. Y quien no acaba turulato acaba indignado. No es preciso repasar las anteriores para entenderlo todo. ¡¡¡Vrooooom!!!

  El cine latinoamericano viene servido por la argentina ‘Nieve negra’ (Martín Hodara), discreto y bastante plano drama criminal centrado en la pérdida, el reencuentro y la rivalidad existente entre dos hermanos, y la cubana ‘Últimos días en La Habana’ (Fernando Pérez), interesante mirada sobre la realidad cubana, repleta de sueños y de pesimismo, con los temas de la homofobia, la amistad y la dependencia como ejes. Por último, del cine de animación se han estrenado ‘Los pitufos: la aldea escondida’ (Kelly Asbury), ágil y poco empalagoso tercer título de la compañía americana Sony Pictures consagrado a los célebres personajes creados por Peyo, esta vez desprovisto de actores (y gatos) de carne y hueso y más fiel a las viñetas y su espíritu, que narra la necesidad de Pitufina de encontrar su sitio en un mundo de hombres, aunque el conjunto más bien parece un episodio alargado de la antigua serie televisiva; ‘Your name’ (Makoto Shinkai), fastuoso y emocionante cuento japonés, entre realista y fantástico, según una novela del propio cineasta nipón, con adolescentes en sus correrías románticas, a la manera del relato de García Márquez ‘Ojos de perro azul’, que sublima el sueño como continente del amor entre dos personas, y ‘El bebé jefazo’ (Tom McGrath), acelerado y poco inspirado relato del control que los recién nacidos ejercen sobre la atención de sus familias, según el libro homónimo de Marla Frazee.

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