Solo se vive una vez: Páramo, corredor de fondo


Por Don Quiterio

  A los 77 años ha fallecido en Málaga el realizador zaragozano José Antonio Páramo, que realiza prácticamente la totalidad de su obra en el ámbito de la televisión, a partir de su ingreso en 1964.

    Durante cuatro décadas se consagra como uno de los más eficientes y prolíficos realizadores de programas dramáticos, musicales o didácticos. Todo un artesano del ente público, profesional estable y solvente, de afán divulgativo, preocupación por la calidad de la fotografía, textos un tanto retóricos y ampulosos y un detallista trabajo de montaje. La etapa más intensa de la carrera del zaragozano coincide también con los años de esplendor de la televisión en España. A Páramo le encargan numerosos capítulos para espacios como ‘Teatro de siempre’, ‘Estudio 1’, ‘Novela’, ‘Las tentaciones’, ‘Narraciones’, ‘Ficciones’, ‘Yo canto’, ‘Zarzuela’ y ‘Opera’. O series documentales como ‘Paradores de España’, ‘Conozca usted España’, ‘Pueblos de España’, ‘Cuentos y leyendas’, ‘La víspera de nuestro tiempo’, ‘La noche de los tiempos’, ‘Históricos del balompié’, ‘Personajes al trasluz’, ‘Pintores del Prado’, ‘Los libros’, ‘Viajeros románticos’ y ‘Cumbre flamenca’. O mediometrajes como ‘La mortaja’, ‘La taberna del toro’, ‘Zaragoza, dos mil años’, ‘Muerte en la tarde’ e ‘Instrucciones para John Howell’.

  José Antonio Páramo realiza también los largometrajes para televisión ‘Juan y Manuela’ y ‘El rey y la reina’ y participa igualmente en series como ‘El quinto jinete’, ‘La máscara’, ‘El flechazo’, ‘Negra’, ‘Euro love story’ y ‘Curro Jiménez, el regreso de una leyenda’. Adapta a un sinfín de literatos:  Ibsen, Chejov, Sender, Cortázar, Rojas, Cervantes, Azorín, Berceo, Marqués de Santillana, Tirso de Molina, Gómez de la Serna, Juan Ramón Jiménez, Machado, Blasco Ibáñez, Lorca, Menéndez Pidal, Baroja, Valle Inclán, Dickens, Lope de Vega, Shakespeare, Schiller, Gala, Sófocles, Víctor Hugo, Aldecoa, Arniches, Molière, Mihura, Marquina, Salom, Alfonso Paso, Daudet, Luca de Tena, Zorrilla, Graham Greene, Delibes, Stevenson, Tolstoi, Maupassant, Merimée, Bécquer, Pirandello, Alejandro Casona…

  Antes de iniciar su andadura en televisión, José Antonio Páramo realiza dos cortometrajes de pequeño formato en su ciudad natal, a finales de la década de 1950: el inacabado ‘Clavado a la existencia’, basado en un poema de Novalis, y ‘Cuando los ángeles no tienen alas’, sobre un texto de William Saroyan. Y a principios de la siguiente década realiza otros dos cortos, pero ya de manera profesional: ‘Hacia el silencio’, que le conduce al festival de Cannes en 1963, y ‘Tarde de fiesta’, según una novela de Ernest Hemingway.  Asimismo, dirige para el teatro ‘Usted también podrá disfrutar de ella’, de Ana Diosdado, y para la radio la totalidad de los ‘Episodios nacionales’ de Galdós. Ha impartido clases sobre lenguaje cinematográfico en la universidad de Málaga, en la cubana escuela de cine de San Antonio de Baños y en la Ecam de Madrid. Como escritor se le debe un diccionario sobre terminología técnica del cine y la televisión.

  De carrera similar a la de su paisano Alfredo Castellón, el recién fallecido mantiene en Zaragoza, antes de su marcha a Madrid, una gran complicidad con gente como Manuel Labordeta, José Antonio Duce, Eloy Fernández Clemente, Víctor Monreal, Carlos Hidalgo, Juan Antonio Quintana, Enrique Grilló, Mariano Mateo o Jaime Pueyo. Y pertenece a la generación de cineastas aragoneses independientes de los Alberto Sánchez Millán, Miguel Ferrer, Salustiano Yanguas, Pedro Marqueta, José María Sesé, Luis Pellejero, Fernando Manrique, Miguel Vidal, Pedro Avellaned, Alejo Lorén, José Antonio Maenza, José Luis Pomarón, Manuel del Real, Tomás Lozano, José Miguel Candial, José Luis Rodríguez Puértolas, José Luis Soguero, Fernando Alonso, Mariano Baselga, Fernando Gracia, Eduardo Blánquez y compañía.

  Valgan estas sus socarronas palabras (autobiográficas) como despedida: “Estaba previsto por las estrellas que naciese en Nochebuena, pero, teniendo en cuenta que a su madre le gusta mucho el guirlache, tuvo la gentileza de retrasarse hasta el 29 de diciembre, con lo que su padre pudo celebrar el acontecimiento unido al de Nochevieja, de manera generosa. En recompensa por ello le bautizaron con un nombre de moda en aquel año de 1940, José Antonio, y con dos apellidos esdrújulos salidos de un verso de Fray Luis: Páramo y Ábrego. Con los hermanos de La Salle aprendió a rezar, leer, jugar a pelota mano, estar cara a la pared y la intrincada nemotecnia de la cultura. Intentó concienzudamente ser narrador verbal de historias originales, violinista, dibujante de tebeos, ciclista, tuno, organizador de cineclubs, locutor, payaso, yudoca, político, actor, emigrante, escritor, sociólogo, director de teatro, realizador de programas radiofónicos, crítico y guerrero del antifaz. Obsesionado por otorgar a lo cotidiano la dignidad de lo desconocido, no tuvo más remedio que desembocar en la dirección cinematográfica. Habida cuenta que la Metro Goldwyn Mayer no le firmó un contrato de diez películas para dirigir a Spencer Tracy, Katherine Hepburn y Henry Fonda, y convencido de que la industria cinematográfica es patrimonio exclusivo del imperio yanqui, dio de bruces en televisión española, donde discurre hasta la fecha su carrera de corredor de fondo”.

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