Por Rafael Gabás Arcos
Sala de profesores -Das Lehrerzimmer- (la distribuidora o productora ha defenestrado el artículo determinado original) comienza con una cámara que persigue de forma inquietante a una profesora…
…tras una llamada telefónica: Da la impresión de que tenga que solucionar algunos problemas; se mueve por un laberinto de pasillos y escaleras y el espectador sigue sus pasos al más puro estilo Dogma… no parece tener todo bajo control en este centro educativo público con bastantes alumnos de origen inmigrante. Y todo ello presentado en un claustrofóbico formato 4:3, un formato poco convencional y que raramente sería elegido para una película comercial o de acción.
Carla es una profesora que comienza a trabajar en un instituto público alemán (Gymnasium, Secundaria en España) para dar clases de matemáticas y educación física. Llega con muchas ganas de transmitir valores y contenidos educativos, con ganas de tener una relación cercana con alumnos y profesores, pero estas ganas desaparecen pronto silenciadas por una maraña de problemas que van a desencadenarse y a los que nadie parece capaz de enfrentarse con solvencia.
La película tiene atisbos de documental y eso es algo que le da más valor ya que el espectador parece sentirse por momentos dentro de una situación real, entra dentro del sistema educativo, sigue los movimientos de la protagonista y vive con ella los momentos tensos, sus decisiones, en ocasiones cuestionables. Y la atmósfera se va tensando tras una serie de robos, Çatak va añadiendo tirantez y cierto misterio manejando el guión con destreza e introduciendo numerosos primeros planos que obligan al espectador a juzgar (ésta dice la verdad, éste miente, éste roba, ésta no, etc.) y a equivocarse.
Resulta paradójico que Çatak nos presente a la comunidad escolar no como un bloque, en absoluto como una gran familia; la comunidad escolar es como la sociedad, cada profesor, cada alumno, cada madre y padre vive atomizado, cada uno se busca la vida y sobrevive como puede, hay un individualismo feroz y poca solidaridad y compañerismo. Carla está siempre rodeada de gente pero está absolutamente sola; se enfrenta a los alumnos (perdidos en el laberinto de la tecnología), a los padres (ausentes en la educación de los hijos), a los compañeros (más preocupados por la burocracia normativa que por la pasión de enseñar) y a sí misma, por no hacerlo más extensivo y decir que se enfrenta también a toda a burocracia del sistema educativo y a la peligrosa deriva que han tomado nuestras sociedades desarrolladas con decretos ministeriales de tolerancia cero, con normas antiracistas, antirobo, antidiscriminación, etc.
Sala de profesores tiene, respecto a otras películas de cine educativo, un enfoque innovador, un soplo de aire fresco y actual. El cine de colegios e institutos, salvo excepciones, llevaba décadas repitiéndose a sí mismo, necesitaba una vuelta de tuerca. Çatak sorprende al presentar el instituto como un espacio opresivo lleno de miedos sociales y donde la burocracia ha barrido a la ética; parece decirnos que aunque te empeñes en hacer todo correctamente te puedes ver envuelto-a en graves problemas. Todo el mundo tiene sus razones y ningún interés por entender a quien tiene a su lado porque la mayoría piensa que siempre son otros quienes sufren las consecuencias.
El director no nos da ninguna solución en ese magnífico final abierto, pero a lo largo del film hace que nos planteemos innumerables preguntas: ¿Dónde está el bien y el mal? Creemos ser parte de la solución pero… ¿no seremos parte del problema? ¿Protege el sistema educativo al alumno, protege al profesor o se protege a sí mismo? ¿Representan los hechos y la escuela a toda la sociedad en general? ¿Tiene algún futuro el idealismo de Carla, la profesora?
La película se mueve en el espacio que va desde el 0,999 periodo al 1.