Por Don Quiterio
Motivado por sus lecturas sobre la alta edad media, el realizador, guionista y productor barcelonés Antonio Chavarrías decide escribir ‘La abadesa’, una historia de ficción basada en una figura real de la que apenas…
…se sabe nada, en el ambiente del siglo nueve, en la zona de unos Pirineos que pertenecían al reino de los francos, justo después de la muerte de Carlomagno, probablemente bajo el reinado de su hijo Ludovico I el Piadoso. Este veterano cineasta, de la cosecha del 56, aborda un largometraje muy diferente de lo que había hecho hasta ahora.
Debuta en la dirección en 1988 con ‘Una sombra en el jardín’, sugestivo melodrama con rasgos de thriller a la manera de Polanski, y a partir de aquí va espaciando su filmografía con títulos como ‘Manila’ (1991), otro elaborado thriller sicológico con influencias de Jean-Pierre Melville y, por extensión, del polar francés; ‘El hundimiento del Titanic’ (1994), suerte de comedia romántica no del todo conseguida; ‘Susanna’ (1996), conflicto erótico para un decepcionante relato de denuncia; ‘Volverás’ (2002), interesante adaptación de la novela de Francisco Casavella; ‘Las vidas de Celia’ (2006), drama criminal denso, arriesgado y muy digno; ‘Dictado’ (2011), apreciable filme de terror que recuerda el cine de Balagueró, y ‘El elegido’ (2016), correcto relato que se introduce en forma de thriller biográfico y drama con tintes de romance sobre el episodio histórico del republicano Ramón Mercader.
Ahora, decía, Chavarrías cambia de registro y ofrece en su recién estrenado título el relato de una religiosa que se enfrentó a las estructuras de poder, siempre bajo la tutela del obispo de Vic, y su lucha por encontrar su lugar en la sociedad medieval. Una mujer que supo unir el poder eclesiástico con el económico y político, lo que despertó enormes recelos en sus hermanos, en la nobleza y en la propia iglesia, claramente masculinizada. ‘La abadesa’, así, refleja los conflictos territoriales, la confrontación por la religión o la cultura, el choque entre ideologías dogmáticas frente a otras más abiertas y tolerantes y muchos más conflictos.
La nieve, el viento y el frío se incorporan al relato y acompañan a los protagonistas en el castillo de Loarre, que hace las veces de monasterio. Todos estos personajes desfilan por ese territorio altoaragonés e igualmente por La Seu Vella, en Lleida, con los maravillosos paisajes del Prepirineo y de los mallos de Riglos. De este modo, Chavarrías articula su sobria película desde una planificación elegante, rica en primeros planos, y una hermosa fotografía que aprovecha, esto es, la imponencia de los paisajes nevados. Soberbia es también la iluminación natural con velas, enharinada, que hace de las luces y sombras de la fortaleza oscense un personaje más de la historia. Y la del sol que entra en haces de polvo por los ventanales. Estéticamente, pues, es una película muy cuidada, tanto en lo románico de los interiores, el gregoriano de la música o el correcto latín. Lástima que la producción sea más bien modesta.
Un filme, además, que recuerda, para bien, al Bergman de ‘El séptimo sello’ (1957), esa obra de inmensa fuerza visual que mezcla metafísica y fisicidad en plena naturaleza; al Tarkovski de ‘Andrei Rublev’ (1966), con ese monje pintor del siglo quince que se percata del sufrimiento del pueblo ruso, o al Annaud de ‘El nombre de la rosa’ (1986), la loable recreación de la novela homónima de Umberto Eco, con ese monje franciscano y antiguo inquisidor del siglo catorce que acude con su inseparable discípulo a una abadía benedictina en su intento de desentrañar morbosos asesinatos. Y para mal, ay, a la zaragozana Paula Ortiz con su mediocre ‘Teresa’ (2023). De hecho, en la línea de lo que supuso Teresa de Jesús seis siglos después, la joven abadesa de la película del cineasta catalán se va convirtiendo en una rebelde con la curia, una mujer contestataria que no se acoge únicamente al recogimiento espiritual que se espera de ella y que siente las tentaciones de la carne.
Chavarrías, en definitiva, sabe mostrar con pinceladas ligeras y certeras la complejidad de la época, a través de un ritmo acaso demasiado parsimonioso y una puesta en escena digna de encomio. Una historia de claroscuros en tierras en disputa, en tiempos de guerra entre moros y cristianos, y las persecuciones y matanzas de campesinos. Una vida marcada por el dolor, la miseria y el mandato de obediencia. La oscuridad y el frío. Los hábitos y el recogimiento.
Nacionalidad: España. Año de producción: 2024. Dirección: Antonio Chavarrías. Guion: Antonio Chvarrías. Fotografía: Julián Elizalde. Música: Ivan Georgiev. Intérpretes: Daniela Brown, Blanca Romero, Carlos Cuevas, Ernest Villegas, Berta Sánchez Bajona, Oriol Genis, Joaquín Notario. Género: drama histórico. Duración: 122 minutos.