‘Terapia de parejas’, de Gaizka Urresti


Por Don Quiterio

   Un documental como ‘Terapia de parejas’ se puede reseñar de dos maneras. Una primera desde un punto de vista estrictamente cinematográfico, profesional, y otra en la perspectiva de la sentimentalidad, el amor o el fracaso amoroso.

    Pero los roces en los sentimientos, alabados sean, no son buenos consejeros. Alguien dijo que la edad madura es aquella en la que todavía se es joven, pero con mucho más esfuerzo. Un servidor, que ya dejó atrás la mitad de la carretera a la que le cantaba Jorge Drexler, no podría estar más de acuerdo. Cierto es, como recordaba el trovador uruguayo, que cada vez quedan más encrucijadas a nuestras espaldas. Ley de vida. Pero en nuestro fuero interno, y mientras el cuerpo aguante, aspiramos a creer que lo mejor está por llegar. Miénteme, y dime que me quieres.

   Con Gaizka Urresti, maldita sea, pasa algo parecido. Al fin y al cabo, ya forma parte del cine que ‘fabrica’ Aragón, aunque él sea vasco (de Portugalete). Productor, guionista, director, profesor, gestor cultural y todo lo que haga falta, Urresti comienza su labor profesional como periodista informativo en Bilbao para luego abrazar poco a poco, como hila la vieja el copo, su gran pasión, el cine. A los veintidós años se traslada a Madrid, monta una productora y comienza a trabajar en la televisión autonómica de la capital. No termina de encontrar el sitio, por decirlo con amor, y se afinca en Zaragoza a principios del siglo veintiuno, donde forma una familia y se queda a trabajar. Y no para de ‘fabricar’ artefactos fílmicos, o así, de todo tipo y grado, aunque, al parecer, se siente más cómodo en el documental, porque “permite más digresiones que la ficción, está menos contaminado”.

   ‘Terapia de parejas’, estrenado recientemente en los cines comerciales, no es, sin embargo, un documental propiamente dicho. Porque está rodado a la manera de los productos de la pequeña pantalla (Urresti, recuerden, ha producido en esta tierra nuestra programas de televisión como ‘Borradores’ o ‘Aragón en abierto’). Porque las imágenes del operador de cámara son chatas, rutinarias, sin contraste, les falta ‘cariño’. Porque es un largometraje tan simple como el asa de un cubo. O, mejor, no hay modo de encontrarle un asa por dónde agarrarlo. Como canto al vacío puede que no esté del todo mal. El arte debe ser conscientemente sensual, igual que exactamente desconcertante. Donde está la emoción, allí está el mundo. Lo decía Juan Ramón Jiménez. Y este documental, o lo que sea, es como visitar un museo del que se han retirado todos los cuadros.

   Pero entremos en materia. La guionista Elisa Múgica pone la base científica junto a Lola Fatás en este trabajo en el que se observan cómo interactúan las distintas parejas con su terapeuta para examinar sus vínculos afectivos y reciben tratamiento bajo el foco de las cámaras. La película pretende ser como un espejo en el que se proyecta el espectador para buscar respuestas a esa pregunta universal de qué es el amor. Los músicos Rozalén y Marwán participan en el docudrama, o lo que sea, como conductores, también como una de las parejas más mediáticas, y dicen que “al último al que hay que pedir un consejo sobre el amor es a un cantante”. No es de extrañar debido a sus abultadas carreras de fracasos amorosos. El mismo cantante y poeta Marwán pone la banda sonora original con el tema compuesto para la ocasión, ‘Pensábamos que el amor era solo una fiesta’. Y es que el tema del amor es territorio fértil para los cantautores. El perdón, los desencuentros, el entendimiento. Todo ello, pues, con la intención de que la gente se vea reconocida y encuentre algunas claves sobre su forma de relacionarse que quizás le sean útiles. Y que reflexione para tomar más cartas en su propia vida.

   Porque trabajarse individualmente, ya saben, ayuda a que uno se relacione mejor con el entorno en general. El supuesto documental, así, trata de profundizar en una técnica desarrollada hace cinco lustros en Estados Unidos por la doctora canadiense Sue Johnson. Es la denominada “terapia focalizada en las emociones”, basada en expresar los sentimientos más íntimos para salir de las inútiles (y agotadoras) discusiones que mantienen las parejas, lo que se conoce como el “ciclo negativo de la comunicación” o la “teoría del apego”. Una técnica sicológica más y una película menos.

   Al mismo tiempo, el documental también registra el primer ensayo aleatorizado en países de habla hispana que se ha hecho con terapeutas y parejas de México, Argentina, Costa Rica, Guatemala y, por supuesto, España. A fin de cuentas, amor es no tener miedo a decirle a la persona amada que ves fantasmas. Uno, la verdad, no los ve por ningún lado. Porque para fantasmas… los artífices de este engendro. Y es que san Valentín puede golpear el corazón pero también la praxis cinematográfica. Dicho y hecho: el día del santo fue el elegido para el estreno comercial, que febrero es corto e intenso. Porque hay películas oportunas, películas oportunistas y luego está ‘Terapia de parejas’.

   En fin, que sí, que todos venimos a este mundo para querer y que nos quieran. No hay que morir de amor, hay que vivir con amor. Que cuidar el amor, científicamente, mejora la salud mental. Y que si nos amamos seremos más felices y comeremos perdices. Pero habría que recordar, maldita sea, la excelente ‘Johnny Guitar’, de Nicholas Ray, y celebrar con sus protagonistas ese intercambio de frases para el recuerdo: “Miénteme, dime que me has esperado estos cinco años”… “¿A cuántos hombres has olvidado?”.  ¡Ah, lo que sufrimos las madres!…

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