Buscar la esperanza / María Dubón


Por María Dubón
https://mariadubon.wordpress.com/

     De este año hablarán los libros de historia. La incertidumbre ante el futuro provoca la sensación de que la situación que vivimos no puede ser más difícil y enrevesada.

   Pero aunque estos últimos seis meses hayan sido de miedo y desconcierto, siempre hay que buscar la esperanza.

   Disponemos de más información que nunca y es un dato relevante porque, ¿cómo afrontaríamos esta terrible pandemia sin la posibilidad de recibir pautas de actuación para frenarla, sin información actualizada sobre cómo evoluciona, sin las opiniones de expertos, sin mantener contacto con nuestros familiares y amigos a través de las redes sociales…? También nos llegan noticias falsas, alarmistas, malintencionadas, pero podemos verificarlas y contrastarlas, incluso denunciarlas. En el mundo actual la información vuela a gran velocidad, conocemos lo que ocurre en otros países, estamos interconectados, la población dispone de muchos ojos, de muchas voluntades que promueven solidaridad y mejoras.

   El confinamiento ha interrumpido nuestras actividades y nuestras vidas. Ha sido un periodo en el que hemos tenido tiempo para reflexionar y replantearnos muchas cosas. Hemos descubierto que podemos pasar sin fundir la tarjeta de crédito en los centros comerciales, sin viajar a lugares exóticos, ni acudir a los campos de futbol. Hemos sido capaces de sobrevivir sin comer en el restaurante de moda, sin renovar la ropa de nuestro armario cada temporada. Hasta hemos conseguido ahorrar, porque no había dónde gastar el dinero, fuera de lo estrictamente necesario. También nos ha obligado a replantearnos todo aquello que creíamos «absolutamente necesario» y acondicionar nuestra escala de valores y de prioridades en función de nuevos parámetros.

    Antes de que nos golpease la pandemia, la frase que estaba en boca de todos era «no me da la vida», un lamento casi agónico, indicador de que corríamos acelerados en una rueda, como un hámster desquiciado. Estar permanentemente ocupado daba cierto caché, significaba que eras imprescindible, aunque lo que hacías fuera del todo prescindible, la prueba es que la tierra ha seguido girando cuando nosotros hemos parado. Lo malo es que nuestro cuerpo y nuestra mente estaban llegando al límite de su resistencia. Este parón en seco ha supuesto un toque de atención, a partir de ahí, deberíamos organizar nuestro tiempo para que nos permita vivir, crecer como personas y ser felices.

    En la cuarentena hubo tiempo para dedicárselo a la familia, para cocinar, limpiar armarios, ver películas… Hubo tiempo para nosotros. Y añoramos a los que se quedaron fuera de esa burbuja protectora, esa gente a la que no podíamos ver ni abrazar, pero que sentíamos más cerca que nunca, pese a la distancia.

  Durante este tiempo se han alzado voces rotundas, valientes e inspiradoras. Otras voces han sonado rígidas y limitantes para definir las viejas etiquetas que nos separaban. Aunque las ganas de cambiar y reestructurar el mundo resuenan potentes contra el racismo, el cambio climático o la igualdad entre sexos y son motivo de esperanza porque representan a la resistencia.

  Ha llegado el momento de abrazar la esperanza, de ser responsables y avanzar. Ha llegado la hora de actuar, porque la situación ya no admite demoras ni excusas, porque nos jugamos el futuro, el futuro de todos. Ojalá lo logremos.

Artículos relacionados :