Desde el diván: ‘Soldados de Salamina’, de David Trueba

166soldadosp
Por José María Bardavío

    La inmersión en la bañera de Lola Cercas (Ariadna Gil) supone traspasar la realidad al modo de la inefable Alicia, acceder al otro lado del espejo, al otro lado del agua, al otro lado de la realidad.

Título original: ‘Soldados de Salamina’. Nacionalidad: España. Año de producción: 2003. Director: David Trueba. Guion: David Trueba. Argumento: novela homónima de Javier Cercas. Fotografía: Javier Aguirresarobe (color). Intérpretes: Ariadna Gil, Ramón Fontseré, Diego Luna, María Botto, Joan Dalmau. Duración: 115 minutos.

    Como si al buscar la verdad con tanto empeño se hubiera deslizado dentro de ella. Lola desnuda, bajo el agua,  en el fondo de la bañera, se fuga al pasado y consigue ir más allá de la realidad y el tiempo actuales consiguiendo ver lo que hizo Sánchez Mazas que es precisamente lo que los espectadores veremos cuando Lola recorra los parajes de la huída tras el fusilamiento y unos cazadores hoy, al moverse entre juncales y maleza, estén a punto de disparar sobre ella impremeditadamente. La bañera es una cueva del Tiempo hasta cuyo fondo profundo Lola se descuelga para asistir al fusilamiento del falangista Sánchez Mazas, a la fuga posterior y al indulto espontáneo del soldado republicano que al verlo no quiso verlo, no quiso matarlo, no supo asesinarlo. Esta captura mental, figurada, de un pasaje de la Guerra Civil Española lo que en realidad descubre es que el pasado es el presente, y dos, que la Guerra Civil está tan cerca como el fondo de la bañera. La idea fundamental de la novela de Cercas y de la película de David Trueba, el pasado en el presente y la Guerra tan cercana, están maravillosamente narrados, sintetizados, creados, en la secuencia de la bañera.

    Lola es profesora de Literatura Española en la universidad de Gerona. Se trata de una joven de semblante concentrado, interrumpido a veces por el encenderse un cigarrillo o masticar chicle apaciblemente. Estas opciones de ruptura de la sobriedad del rostro, están justificadas por las circunstancias: el chicle parece indicar que las cosas siguen su curso normal, mientras que el encenderse el cigarrillo y la constelación de pequeñas acciones que exige la búsqueda del paquete en el bolso, la extracción del mechero,  el encendido, el aspirar profundamente la primera calada, amenizan la sobriedad de un rostro demasiado espléndido. Aspirar, expirar, masticar, dan vida a la boca de la actriz aunque el resto del rostro parezca sumido en la vida y milagros de Sánchez Mazas. Y que, por lo tanto, la secuencia de la bañera, con la boca de la profesora expulsando burbujas para sentir la progresiva angustia que sintió su personaje aquel extraordinario día, parece muy de acuerdo con el protagonismo bucal, más que oral, de que hace gala el rostro de la actriz, sumida en su papel de investigadora con dedicación –decir plena es decir muy poco- absoluta.

   La inmersión de la escritora en el personaje que investiga, y la inmersión de su cuerpo dentro del agua de la bañera se complementan. Se trata de una forma espléndida de mostrarnos que el buscado es parte de ella misma, y que no va a dejarla  hasta que termine el libro.  El estado de inmersión  investigadora, se ha ido apoderando de Lola hasta alcanzar ese punto álgido que conoce todo investigador que trabaja seriamente. El trabajo de la profesora se centra ahora en la parte más delicada de la vida de su personaje: el fusilamiento, la huída, el soldado que lo descubre pero no dispara, el correr por el bosque perseguido por la angustia de una muerte segur, y el caer agotado bajo el puente. Un desconocido le ha salvado milagrosamente la vida, pero el futuro inmediato no puede ser más desastroso e incierto.

   En el corte siguiente vemos en primerísimo plano el rostro de Lola sazonado de burbujas que surgen de su boca para explotar al llegar a la superficie de la bañera. Agotado el aliento que llevaba en los pulmones se incorpora. Ha reconstruido en base a los datos documentales que ha ido recopilado laboriosamente lo que sucedió exactamente. Y ahora, dentro de la bañera, se ha acercado ya no razonable y razonadamente sino físicamente al personaje investigado. Lo hace suyo a través de la angustia del respirar, la actividad primigenia del ser humano, la primera y la última. Esas burbujas de aire que se escapan de los pulmones de Lola Cercas, ese perder la vida para reencontrarse con la pérdida de la vida que sintió su personaje, alcanza el misterio de los ritos primigenios. La pureza del desnudo, el espacio escueto, la claridad del agua. El acceso a la verdad parece abrirse paso para llegar a un lugar exacto llamado Revelación. Y en un instante, en ese instante sin aire, la autora conoce, reconoce exactamente, lo que realmente sucedió aquel día.

    La secuencia muestra a Lola en el lugar del fusilamiento, que los espectadores vemos en flash-back. Y la vemos recorriendo el bosque, los lugares inmediatos, cercanos o idénticos por los que Sánchez Mazas, lleno de aturdimiento antes de perder las gafas, caminó muerto de miedo y de esperanza. Los disparos de los soldados buscando a los tres falangistas salvados del fusilamiento colectivo, y los disparos de un grupo de cazadores contemporáneos, sonando al unísono. Un disparo rebota cerca de su cabeza. Le pudo suceder lo mismo a su personaje, y tiene que salir corriendo de allí gritando  que no disparen. Algo que le pudo pasar pero que evidentemente  no pudo hacer Sánchez Mazas.

   Encontraríamos en el prerrafaelismo rastros culturales de lo que estoy tratando de imaginar en una obra tan trasversal desde su título. Diríamos que, como le sucedió a Ofelia, la locura corresponde a la fijación obsesiva de la investigación a nivel profundo), la belleza ( de Ofilia y Lola), y la muerte en el agua (en riachuelo, en estanque y en la bañera), formaron una ecuación indivisible que se convirtió en perpetua desde que la concibió Shakespeare. Y recreada luego hasta por otros muchos, ente ellos, Odilon Redon, Victor Hugo, los Simbolistas, Gaston Bachelard. Y, en la relativa actualidad, de Amelia Biagioni o Dulce María Loynaz. La secuencia de la bañera de Soldados de Salamina se sirve, de alguna forma y manera, del tratamiento mítico de Ofelia para ponerlo al servicio no de la desesperación pasional de la heroína hamletiana sino de la locura investigadora. Yo me lo tomo como si fuera un chiste. Un chiste genial.

El blog del autor: http://bathtubsinfilms.blogspot.com.es/

Artículos relacionados :