Solo se vive una vez (4)

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Por Don Quiterio

¿Qué viejo aficionado al cine español podría olvidar a la cupletista y tonadillera Lolita Sevilla que entona, entre Pepe Isbert y Manolo Morán, la canción más conocida de la filmografía de Berlanga?

    Para infinidad de personas, Lolita Sevilla –de nombre real Ángeles Moreno Gómez- es la graciosa muchacha que en ese filme canta el tema de Ochaíta, Valerio y Solano ‘Capillas de las divisas’ y conocido por todos como ‘Americanos’. Así empieza, recuerden: “Americanos, os recibimos con alegría. ¡Olé mi mare, olé mi suegra y olé mi tía!”…

     Estamos hablando, claro está, de ‘Bienvenido, míster Marshall’ (1952), una descomunal y brillante sátira, en la que Perico Beltrán también participa –como en todo lo que hace Berlanga-, y que el crítico de ‘Heraldo de Aragón’ la despacha en su momento como una folclorada más y el director del diario decano le despacha, valga la redundancia, por incompetente. La carrera cinematográfica de la estrella nacional también incluye otras películas: ‘El fotogénico’ (Pedro Lazaga, 1957), con música del turolense Antón García Abril; ‘Tres citas con el destino’, dirigida por el almuniense Floríán Rey en 1953, un desigual filme de episodios, cada uno localizado en el país coproductor de turno (España, Argentina y México); ‘Tremolina’ (Ricardo Núñez, 1956), con fotografía del zaragozano José María Beltrán –con quien Luis Buñuel y Ricardo Urgoiti ya contaran para sus producciones de Filmófono-, en su retorno al cine español, tras el exilio que tiene que sobrellevar en América por culpa de la victoria franquista; y ‘Canciones de nuestra vida’ (Eduardo Manzanos, 1975), con fotografía del zaragozano Emilio Foriscot y con el actor también zaragozano Fernando Sancho como uno de los presentadores de esta recopilación de películas folclóricas con el lucimiento de renombradas estrellas de la especialidad.

     El destino ha querido que Elvira Quintillá, la maestra de Villar del Río en ‘Bienvenido, míster Marshall’, falleciera diez días después que Lolita Sevilla. Con Berlanga también participa en ‘Esa pareja feliz’ (1951, codirigida por Juan Antonio Bardem) y ‘Plácido’ (1961). También interviene en películas a las órdenes de Ignacio Ferré Iquino, Gonzalo Delgrás, Rafael Salvia, Ladislao Vajda, Luis María Delgado, Joaquín Romero Marchent, Arturo Ruiz Castillo, León Klimowsky, José María Forn o Gerardo García. En ‘Un día perdido’ (1954), dirigida por el zaragozano José María Forqué, la Quintillá interpreta a una de las tres monjas que encuentran un cesto conteniendo un recién nacido. En ‘La frontera del miedo’ (Pedro Lazaga, 1957), ‘Solo para hombres’ (Fernando Fernán-Gómez, 1960), ‘Eva 63’ (Lazaga, 1963) y ‘Cálido verano del señor Rodríguez’ (Lazaga, 1964), cuatro películas sin mayor importancia, la música la pone el turolense Antón García Abril. Tambíén con música de Antón García Abril interpreta Elvira Quintillá otros dos filmes de Lazaga, ‘Los tramposos’ (1959), una de las mejores creaciones de este experto en comedias, y ‘El abuelo tiene un plan’ (1972), la decadencia del filón del aragonés Paco Martínez Soria. Y diez años después ‘La colmena’, de Mario Camus, con, de nuevo, García Abril realzando musicalmenta las imágenes de esta adaptación de la novela homónima de Cela. Pero su mejor papel siempre será el de ‘Bienvenido, míster Marshall’, aunque la censura impide a Quintillá rodar una escena crucial para Berlanga, el sueño de la maestra, en la que deberían aparcer fornidos, rubios y atractivos jugadores de rugby haciendo una melé sobre la joven señorita Eloísa. Berlanga no se sacará la espina hasta el año 2012, cuando, ya octogenario, rueda, aunque variado el guion, ‘El sueño de la maestra’, con Luisa Martín encarnando el papel. También interviene Quintillá, en muchas ocasiones, en los espacios dramáticos para televisión ‘Teatro de siempre’, ‘Novela’ o ‘Estudio 1’, con algunos capítulos dirigidos por el zaragozano Alfredo Castellón.

      Precisamente es Berlanga el que recomienda al zaragozano Alfredo Castellón que estudie en el centro experimental de cine de Roma, y llega a ser ayudante de Michelangelo Antonioni en ‘Las amigas’ (1955), un filme consagrado a las mujeres –de clase media, desocupadas y murmuradoras-, a la conquista de su independencia material y moral. Antonioni es, como Bergman, el cineasta de las mujeres. Ella es la que interesa ante todo, ella es su misterio, sus problemas, su evolución social. Es ella la que casi siempre determina la acción o la orienta. En esos lugares es donde Alfredo Castellón conoce a la recientemente fallecida Rossana Podestà, actriz italiana cuya belleza espontánea y sensual no encuentra la continuación en el estrellato que sus inicios cinematográficos presagian. Agotadas sus posibilidades en los filmes históricos (‘Ulises’, ‘Helena de Troya’, ‘La esclava de Roma’, ‘Sodoma y Gomorra’), la Podestà intenta en los filmes dirigidos por su marido, Marco Vicario, dar un giro a sus recursos en la pantalla, donde exhibe unas ‘toilettes’ extravagantes, un peinado a lo Louise Brooks y una personalidad no exenta de interés. Dice el zaragozano de la italiana: “Me hice amigo de la madre de Rossana Podestà antes que de ella. Esperaba y vigilaba a su hija que tenía una preciosa y angelical cara de niña. Recuerdo que nos citábamos en un café, el Losetti, donde también iba mi gran amiga María Zambrano. Estuve cinco o seis veces con Rosanna pero su madre siempre estaba allí, de carabina. Me preguntaba qué tipo de cine quería hacer, y yo le decía que ambicionaba hacer películas surrealistas como las primeras de Luis Buñuel”.

     También ha fallecido Tito Mora, seudónimo de Carlos García Moreno, el primer cantante español que recibe un disco de oro, en 1964. A finales de la década de 1950, forma parte de ‘Los brujos’, uno de los primeros grupos de música pop –entonces llamada moderna- españoles, que abandona años después para grabar su primer disco en solitario. Tito Mora protagoniza tres películas en 1965: ‘Mayores con reparos’, de Fernando Fernán-Gómez, ‘Dos chicas locas, locas’, de Pedro Lazaga, con las zaragozanas Pili y Mili de compañeras de reparto, famosas gemelas de la época descubiertas por el productor y director Benito Perojo, y, también con ellas, en la coproducción franco-española ‘Whisky y vodka’, dirigida por el zaragozano Fernando Palacios. Tito Mora también interviene en la banda sonora del filme de dibujos animados ‘El mago de los sueños’, adaptación cinematográfica de la entonces popularísima familia Telerín, llevada a cabo en 1966 por uno de los grandes expertos en cine de animación en España, el finado Francisco Macián.

    Coleccionista y defensor del arte aragonés menos oficial, el zaragozano Luis Martínez Esteban también ha fallecido recientemente, una especie de mecenas para Eduardo Laborda, a quien encarga un lienzo sobre Belchite, columna vertebral del mediometraje ‘Naturaleza muerta’ (2013), ese extraordinario ensayo cinematográfico de los realizadores aragoneses José Manuel Fandos y Javier Estella en torno al pintor zaragozano. El documento se une a la larga nómina de películas que se preocupan por convertir en cine la materia emocional de que está hecha la pintura, un acercamiento a lo, esto es, puramente emocional en una suerte de intemporalidad, para llegar a la sustancia de unas coversaciones entre Luis Martínez y Eduardo Laborda –y las dudas del pintor a la hora de afrontar la obra- que sirven para realzar el contenido, de hondura y sugestión.

     Iniciado en el espectáculo como vendedor de cacahuetes en los estadios, el productor de cine y ejecutivo discográfico norteamericano Saul Zaentz también ha fallecido recientemente. En 1975, cautivado con una representación teatral de ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’, decide asociarse con el actor Michael Douglas y producir su adaptación al cine. Es el comienzo de su colaboración con el realizador Milos Forman, que en 1984 le produce igualmente ‘Amadeus’. La relación se prolonga hasta la lamentable ‘Los fantasmas de Goya’ (2006), una superproducción entre España y Estados Unidos con guion del buñueliano Jean-Claude Carrière, un desdichado folletín seudohistórico interpretado por un imperdonable Javier Bardem en el papel del pintor de Fuendetodos. Al parecer, Saul Zaentz era un mal bicho, siempre con triquiñuelas para alcanzar sus propósitos.

     No hay mejor método para que hablen bien de uno que morirse. Una amnesia colectiva hace olvidarse de las cabronadas cometidas por el difunto a lo largo de su vida y todo el mundo se dedica a ensalzar sus virtudes. Hasta tal punto es esto así que hasta hay quien desea morirse un poco, con un ojo y el oído abiertos, para escuchar las loas y llantos que su desaparición producen. Ciertamente hay excepciones a la regla, y el caso de Lolita Sevilla, sin ir más lejos, era la voz de una España paupérrima y necesitada esperando el maná del amigo americano. De estar vivo Berlanga, no duden que habría pensado en una suerte de continuación del nuevo míster Marshall en ese complejo de casinos Las Vegas Sand que iba a asombrar al mundo, auspiciado por un magnate bajo todas las sospechas. Pero la noticia de la renuncia se ha convertido en cierta prensa canallesca en un acto de moral, de firmeza, cuando se trata de una muestra más de la inconsistencia política de los asaltadores de presupuestos públicos. Ni casinos ni prostíbulos de lujo ni esos miles de puestos de trabajo ni olimpiadas, solamente basura, huelgas, líderes con pie de barro, esto es, embarrados en todas las corrupciones, todas las mentiras y algunas cintas de vídeo. El caracol no puede deslizarse por mucho tiempo al filo de una navaja. Al final, su caparazón se resquebraja. Como España.

     Si a un poeta puede salvarlo un verso memorable, a una tonadillera puede mantenerla una canción y una película. Tarareen conmigo: “Americanos, os recibimos con alegría. ¡Olé mi mare, olé mi suegra y olé mi tía!”…

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