Presentación del libro ‘Luis Buñuel, novela’

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Por Antonio Tausiet 

    La sala Pilar Sinués del Paraninfo de la Universidad de Zaragoza acogió la presentación del texto inédito de Max Aub (París 1903, México 1972), con lleno hasta la bandera. Hasta el punto de que se repartieron boletos numerados para limitar el aforo. www.tausiet.com

Zaragoza, jueves 16 de enero de 2014.

Presentación del libro Luis Buñuel, novela de Max Aub (2013).

Ponentes:

Luis Alegre, coordinador del ciclo de coloquios La buena estrella.

Antón Castro, director del suplemento Artes y letras de Heraldo de Aragón.

Agustín Sánchez Vidal, catedrático de Historia del cine.

Carmen Peire, gestora cultural y editora del libro.

Miguel Ángel Arcas, responsable de la editorial de Granada Cuadernos del vigía.

    La sala Pilar Sinués del Paraninfo de la Universidad de Zaragoza acogió la presentación del texto inédito de Max Aub (París 1903, México 1972), con lleno hasta la bandera. Hasta el punto de que se repartieron boletos numerados para limitar el aforo. Entre los asistentes, José Luis Melero, escritor; Gaizka Urresti, realizador; Javier Espada, director del Centro Buñuel de Calanda; Amparo Martínez, historiadora del cine.

    Luis Alegre comenzó su intervención asegurando que estábamos ante un “acontecimiento excepcional en torno a la figura de Luis Buñuel” y haciendo notar que entre el público estaba la responsable de un libro reciente sobre Viridiana, la profesora Amparo Martínez. Hizo hincapié en que la labor de recuperación del texto había sido ardua (cuatro años de trabajo), teniendo que seleccionar entre más de 5.000 hojas conservadas en la Fundación Max Aub de Segorbe. Y apuntó que es un hecho singular que un libro se presente 42 años después de la muerte de su autor.

    Sin duda, hay que felicitarse por la aparición de este libro, pero de ninguna manera es “un acontecimiento excepcional en torno a la figura de Luis Buñuel”. Y ello, porque el gran tesoro que encierra, las entrevistas realizadas por Aub a Buñuel para preparar el texto, ya habían sido publicadas en 1985. Respecto al estudio de Buñuel y su obra, Luis Buñuel, novela, no aporta ninguna novedad. Es más: no incluye las 45 entrevistas con familiares, amigos y colaboradores del cineasta aragonés que sí están en el libro de 1985.

    Carmen Peire relató que la hija de Aub, Elena, entonces presidenta de la Fundación dedicada a su padre, estaba empeñada en que el libro saliese a la luz, y le propuso trabajar en ello. Recalcó que tanto Aub como Buñuel eran dos exiliados, ambos en México, del mismo modo que ella misma era también hija de exiliado, en Venezuela. Según Peire, Max Aub fue “el escritor en el exilio por antonomasia”. Explicó que el primer libro sobre el mismo material (las imprescindibles Conversaciones con Buñuel de 1985) fue preparado por Federico Álvarez, marido de Elena Aub. Y que Max murió de un infarto jugando a las cartas, lo que hizo que el libro quedase sin publicar. Detalló la peripecia de su trabajo desde que le fue encargado, rebuscando entre las miles de páginas sin ordenar guardadas en la Fundación de Segorbe, hasta que un día encontró un esquema en el que venían detallados los títulos de los capítulos de lo que hoy es la primera parte del libro: una cronología de la vida de Buñuel, basada en las entrevistas realizadas. Por otro lado, la segunda parte del libro, un análisis de las vanguardias, era donde Aub quería desembocar con su ensayo, tesis que según Peire le fue confirmada por Román Gubern. También según la investigadora, hubo que reducir mucho el material conservado; y también le retrasó la tarea el hecho de encontrarse con varias versiones del mismo texto, que debía sustituir una y otra vez después de haber trabajado en ellas, como en el caso del capítulo dedicado a La Belle Époque. Detalle que revela que la organización del trabajo de esta investigadora quizás dejaba algo que desear.

    Según sus propias palabras, Peire, con el libro ya ordenado, encontró “unas cintas de casete con conversaciones”. Se refiere a parte de las entrevistas mantenidas con Buñuel, y, suponemos, a las que Aub sostuvo con decenas de personas relacionadas con el cineasta. Pilar Peire no profundizó en este extremo, limitándose a recordar la frase que pronunció Max Aub cuando llegó a España para este cometido: “He venido, pero no he vuelto”. Sólo añadió que “se conservaban toda una serie de cintas” de conversaciones entre los dos amigos, que han sido incluidas en el DVD con dos hora de audio que acompaña al libro. Para aclarar un poco más este extremo (que no queda claro en absoluto), reproduzco las explicaciones que da Peire en el prólogo de su edición: “Habría sido mi intención contar con todas las conversaciones grabadas, pero solo se han encontrado en la Fundación unas dos horas en cintas de casete. Misteriosamente, entre tantos avatares, viajes y destierros, el resto de las grabaciones no han podido ser encontradas. He optado por poner en el texto todas las conversaciones entre los dos, intercalándolas en función de los temas, porque fueron un material preparatorio del libro y clarifican lo que aparece redactado por el escritor”.

    Por un lado, las cintas desaparecidas no deben de estarlo tanto, teniendo en cuenta que fueron transcritas en el libro de 1985 y puesta a disposición del público parte de ellas en la exposición de Amparo Martínez Un perro andaluz 80 años después (2010): entrevistas de Max Aub a Rafael Alberti, Francisco García Lorca, Buñuel y Dalí. Por otro lado, la decisión de intercalar las conversaciones entre Buñuel y Aub dentro del texto literario de Aub es, sin ninguna duda, un acierto comercial y un desacierto rotundo a la hora de presentar la obra. Ese material es lo realmente valioso y dejarlo fuera habría sido un error; pero intercalarlo solo sirve para que el lector tenga que leer continuamente dos veces seguidas los mismos argumentos: primero directamente de la voz de los conversadores y después elaborados con el a veces cargante amaneramiento del escritor. Una edición más racional de Luis Buñuel, novela habría sido presentando el texto del ensayo sin interrupciones, e incluyendo como anexos imprescindibles las entrevistas.

    Agustín Sánchez Vidal, uno de los mayores expertos mundiales en la figura de Luis Buñuel, explicó que el realizador estaba preocupado por la “mala leche” de Aub. También añadió que hay entrevistas con personajes que no están incluidas en el libro de 1985, como las realizadas a Luis Alcoriza o a Jean-Claude Carrière, coguionistas de Buñuel. Recordemos que en el libro de 2013 no se incluye ninguna. Para más abundamiento, Sánchez Vidal aseguró que “hay muchísimas cintas grabadas”. ¿Dónde están? Según Carmen Peire, “no han podido ser encontradas”, pero ya hemos comentado que fueron utilizadas en 2010 para una exposición; por otro lado, cuando Román Gubern presentó en Zaragoza su libro Los años rojos de Luis Buñuel (2009), aseguró que todo ese material estaba conservado, a la espera de ser editado convenientemente, y que las conversaciones entre Aub y Buñuel eran mucho más extensas que las publicadas en 1985… y como podemos ver hoy, que las publicadas en 2013.

    Agustín Sánchez Vidal añadió que la intervención de Dalí es “tronchante” (como así se puede comprobar en el libro de 1985) y que Salvador Dalí era más inteligente que Max Aub. Explicó que las prevenciones de Buñuel respecto a Aub le hicieron pedir a una de sus hermanas que contase al escritor que él se había querido “meter cura”. Así luego podría desmentirlo y añadir que el resto de lo que contaba Aub en su libro no era digno de crédito. Sánchez Vidal relató que cuando estuvo colaborando con Buñuel en México para preparar la edición de su Obra literaria (1982), al buscar tal o cual documento Buñuel siempre decía: “esto no lo tengo porque se lo ha llevado Max Aub”. Sucede que Aub estaba muy interesado en hacer una antología similar; estaba también reconstruyendo la obra literaria de Buñuel. Federico Álvarez, editor del libro de 1985 y supuesto antiguo director (no es así: se trataría de otro cargo) del Fondo de Cultura Económica (prestigiosa editorial pública mexicana), fue con Sánchez Vidal “amabilísimo”.

    Más aportaciones de Sánchez Vidal: la Generación del 27 se suele confundir con las vanguardias literarias españolas. No es así; de hecho, ese grupo se creó contra el ultraísmo, la vanguardia autóctona española, nacida en 1918 a raíz de la llegada a nuestro país del chileno Vicente Huidobro. Aseguró que las vanguardias en Madrid estaban centradas en la pintura, mientras que en Barcelona en la poesía, apadrinados por Joan Maragall; hasta que hizo su aparición la Residencia de estudiantes, que se convirtió en el gran foco de la vanguardia española (lugar en el que se encontraron Buñuel, Lorca y Dalí).

    Tomó la palabra Antón Castro, que según Luis Alegre fue el que tuvo la idea de celebrar la presentación del libro. Explicó que Conversaciones con Buñuel (1985) es un “libro fundamental” y centró su intervención en esa edición de las entrevistas, dejando a un lado el extenso ensayo de Aub que se presentaba. Aseguró que él había escrito “60 o 70 artículos sobre Buñuel” y que siempre había echado mano de ese libro. Dijo que el ultraísmo era un fenómeno muy importante y que Buñuel era ultraísta, un “escritor surrealista”. Recordó que Max Aub comentaba que “Buñuel es un escritor que hace cine”. Comentó que Max Aub no hace hincapié en la infancia de Buñuel, como sí lo hace Ian Gibson en su biografía reciente; pero sí sobre su padre y sus amores (como Pilar bayona), o el reencuentro con Pepín Bello en 1963. Respecto a las influencias literarias de Buñuel, Castro aseguró que el “escritor fundamental” fue Galdós y, por otro lado, Sade, del que al calandino le interesaba “su mirada”, su filosofía.

    Antón Castro relató también la anécdota de que la ciática que aquejó al cineasta pudo ser provocada por su intensa actividad sexual, y que durante los meses de su convalecencia se leyó todo el teatro de Arniches, lo que le facultó para producir las películas de Filmófono. Castro habló también de más anecdotario referido a amistades de Buñuel como Manuel Altolaguirre y Concha Méndez. En un momento dado, como una revelación, Antón Castro aseguró que se le acababa de ocurrir que había una gran relación entre Max Aub y Ramón Gómez de la Serna, siendo supuestamente heredero literario el primero del segundo. Lo cierto es que Aub no consigue llegar a la gracia literaria de Ramón, aunque sí comparten verborrea.

    El final de la intervención de Antón Castro, centrada en el texto de 1985, fue su reflexión acerca de que las Conversaciones son un tour de force al mismo nivel entre dos grandes, Aub y Buñuel, que destilan respeto mutuo.

    Intervino después Miguel Ángel Arcas, para hablar de la figura de Max Aub. Comentó que en su editorial se propusieron publicar la obra de este escritor, comenzando por el libro heterodoxo Juego de cartas. Relató cómo Aub llegó a inventarse un pintor apócrifo, Jusep Torres Campalans, del que escribió una minuciosa biografía y cuyos cuadros pintaba él mismo. Aub fue uno de los encargados por el gobierno de España para pedirle a Picasso que pintase el Guernica para la Exposición Internacional de París de 1937. La editorial de Miguel Ángel Arcas ha publicado también Crímenes ejemplares (un texto políticamente incorrecto titulado ahora Mucha muerte) y Manuscrito cuervo, dos obras más de Aub.

    Arcas añadió que la figura de max Aub ha de ser reivindicada, trabajo en el que está inmerso, y que hasta la fecha este autor ha sido mal editado, y por lo tanto mal leído.

    El coordinador, Luis Alegre, tomó de nuevo la palabra para explicar que Max Aub utilizó el concepto de convertir a Luis Buñuel en un personaje, para así lograr llegar a su interior (de ahí el título de la obra). Aub aseguraba que la biografía era un “género falso” y que la mejor forma de tratar la ambigüedad de Buñuel era convirtiéndolo en un personaje de novela. Recordó la frase de Aub: “Todo hombre que vive, va escribiendo una novela”. Alegre dio en el clavo al resaltar el lúcido resumen que hace Aub de la historia de España en la introducción de su ensayo.

    Volvió a intervenir Agustín Sánchez Vidal: el modelo para hacer el libro es el de Campalans. Y añadió: “Lo que quiere Max Aub es pensar cuál ha sido la aventura estética del siglo XX”. Cubismo en pintura y jazz en música; curiosamente, ambas artes, sincopadas. Luego descubre que el siglo XX es el del cine. Añadió que, sin embargo, Dalí supera a Aub, porque el pintor es “el máximo teórico de las vanguardias del siglo XX”. El cubismo, según Sánchez Vidal, tiene dos herederos: el surrealismo y el neoplasticismo (Mondrian). Aub ve claro que el surrealismo desplaza al cubismo, que el cine es el arte más importante, y así llega a Buñuel, cineasta surrealista. Aseguró que el cubismo es un arte español, con sus máximos representantes Picasso y Juan Gris. Y acabó recordando que tanto el cubismo como el jazz son artes de influencia negra.

    Llegó el turno de preguntas y un caballero interpeló a la mesa sobre las relaciones entre Buñuel y Ramón J. Sender. Se le explicó que se llevaban mal y que Sender era un “cobarde” y un “bocas”, porque cuando estalló la Guerra Civil se las daba de gallito pero huyó por piernas. Sánchez Vidal quiso poner las cosas en su sitio aclarando que no fueron compañeros en jesuitas sino en el instituto; y que Sender sufrió el episodio de Seseña del que Buñuel se mofa sin razón. Dice que en ese pueblo donde se rodó La caza de Saura y especuló El Pocero, Sender fue emboscado por los soldados de Franco. Y recuerda que su esposa embarazada fue violada, torturada y fusilada (en Zamora). Las críticas a la actuación de Sender en Seseña por parte de los comunistas fueron muy duras. Sánchez Vidal afirma que la KGB tenía una sección en cada país para liquidar a los disidentes del comunismo. Y añade que sobre Sender puede dar el dato de que no puso ningún reparo a que la Obra literaria de Buñuel fuese el primer libro de una colección que no llegó a editarse. A un comentario de Antón Castro respecto a que Buñuel no llegó a odiar a Dalí, Agustín Sánchez Vidal intenta reconstruir una cronología de la relación:

    Buñuel elimina de los títulos de crédito de Un perro andaluz y La edad de oro a Dalí. Dalí le pide que se le nombre. Buñuel no lo hace. Aparece Gala. Dalí y Gala están pasando enfermedades y apuros económicos en París, mientras que Buñuel se queda con todo el dinero de su cine conjunto, 750.000 francos. Un tiempo después, Buñuel y Dalí están en Estados Unidos y el cineasta pide dinero y colaboración artística al pintor; Dalí se los niega, recordando los agravios anteriores. Buñuel es contratado en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA), dependiente de Rockefeller. Éste pretende burlar la nacionalización del petróleo mexicano mediante los lazos de colaboración con América latina, encargando a Diego Rivera un mural para su Fundación. Pero Rivera incluye a Lenin y se produce un conflicto. Rockefeller decide expurgar de sus empresas a los comunistas y despide a Buñuel. Según Sánchez Vidal, Fernando Gabriel Martín es el mejor investigador actual de Buñuel, y después de 17 años no ha encontrado la supuesta denuncia que Dalí hizo contra Buñuel para que lo expulsasen del MOMA. Afirmó que en las memorias de Dalí (Vida secreta), éste no acusa a Buñuel de ateo (sí lo hace). “Las cosas no son tan simples”, añadió el catedrático.

    Sánchez Vidal también aseveró que Buñuel era “miembro con carné del PCE”, según él demostrado en Los años rojos por Román Gubern. Este dato tampoco es correcto: Gubern escribe un libro para demostrar algo que no acaba de demostrar. Carmen Peire aportó un dato relevante al respecto: Max Aub no consiguió tampoco concretar la pertenencia al Partido Comunista de Luis Buñuel, pero escribió que “al fin y al cabo da igual” si tenía o no carné, puesto que apoyó siempre al Partido.

    Una persona que se identificó como sobrino de José Ignacio Mantecón, amigo de la infancia de Luis Buñuel e historiador comunista, preguntó si en el libro se hace referencia a su tío. Carmen Peire le aclaró que sí, y que Buñuel conservó durante toda su vida a sus antiguos amigos, como el compositor Gustavo Durán o el propio Mantecón, que guardó el piano de la esposa de Buñuel y la cámara de fotos de éste.

    La tercera intervención del público volvió a protagonizarla  el caballero de la primera: se refirió a una supuesta costumbre de Buñuel, según la cual cada vez que volvía a Calanda se dirigía al párroco de su iglesia para pagar unas cuantas misas. Respondió de entre el público Javier Espada, que rebatió la anécdota diciendo que el dinero que Buñuel donaba a la iglesia era para socorrer a los más necesitados, y nunca para decir misas, dada la condición de ateo del cineasta.

    Tomó la palabra desde su asiento la profesora Amparo Martínez, que afirmó que comparando el texto del libro presentado con otros volúmenes biográficos de Buñuel, se denota una menor “construcción” del personaje, a través de la mirada al mismo nivel de Aub; asimismo, mediante el estudio de su relación con otros personajes, como Juan Vicens, del que no dice cosas muy buenas. Antón Castro apuntó que en el libro hay muchas definiciones y muy ricas de Aub sobre Buñuel, como ésta: “Contradicción hecha arte”. Y Peire añadió que Max Aub no era admirador, sino amigo del cineasta. De hecho, contó que estuvo buscando fotos de ambos juntos en el Archivo de Puebla, México, y no encontró ninguna, lo que según ella demuestra que eran “amigos verdaderos”.

    Miguel Ángel Arcas finalizó su intervención afirmando que el libro que presentaba era “literariamente muy valioso”, y que su autor lo denominó “novela” porque construye un personaje con muchas aristas, visto desde distintos ángulos, “sin alcanzar la verdad de la persona pero sí del personaje”.  El acto tocó a su fin.

Anexo: Consideraciones en torno al libro Luis Buñuel, novela

    La edición 2013 del texto que preparaba Max Aub en 1970 en torno a la figura de su amigo Luis Buñuel, no es la esperada por los especialistas en el cineasta (ejemplo, Román Gubern, que hace dos años manifestaba que era necesaria la transcripción íntegra de las grabaciones). Parece ser que para ordenar los apuntes del escritor, se han tenido en cuenta los esquemas que tenía preparados. Pero al corpus de la obra, un ensayo sobre el arte en la primera mitad del siglo XX, se le han intercalado las transcripciones de las entrevistas realizadas por Aub a Buñuel, debido a su interés, pese a que para Aub sólo eran material en bruto para su trabajo. Con ello se ha sacado a la luz un extraño híbrido en el que se producen constantes repeticiones. También se ha incluido, como segunda parte, un largo texto acerca del tema del ensayo, que resultará quizás atractivo para los (escasos) seguidores de Max Aub y su estilo apelmazado. Pero se ha decidido excluir las jugosas entrevistas que Aub realizó a un buen número de personas cercanas a Buñuel, que sí están (extractadas) en el primer intento de convertir en libro este trabajo (las imprescindibles Conversaciones con Buñuel de 1985). Mención aparte de su elevado precio, Luis Buñuel, novela no aporta nada, lamentablemente, al conocimiento del realizador (en el prólogo se nos explica que se han perdido la mayor parte de las grabaciones) y sólo se salva –con nota- la biografía de Luis Buñuel redactada por Aub, que hace un perspicaz repaso introductorio a la historia reciente de España. Sólo ese capítulo supera en lucidez y datos interesantes al intento totalizador de Gibson. 

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