Irene Vallejo o el nacimiento del universo de la palabra


Por Carlos Calvo

   Siempre en su obsesión por reivindicar la literatura de griegos y romanos, acaso porque los clásicos son los cimientos sobre lo que se ha construido todo lo demás y su cultura nos acerca a un lenguaje universal, Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) ha sido reconocida con el premio de las letras aragonesas, galardón que concede la DGA.

     Estudia filología clásica y obtiene el doctorado europeo por las universidades de Zaragoza y Florencia. Precisamente en las bibliotecas florentinas tiene su origen el ensayo ‘El infinito en un junco’, publicado por Siruela en 2019, con el que ha cosechado un gran éxito internacional. El libro ha alcanzado las cincuenta ediciones, se traduce a cuarenta lenguas y se publica en casi setenta países.

   Lo que interesa a Irene Vallejo es la cultura literaria de la antigüedad, los primeros libreros, cómo circulaban esos artefactos, las lecturas públicas, el nacimiento del universo de la palabra y su propagación. ‘El infinito en un junco’, como oda a la lectura que es, indaga en el nacimiento de los libros y hace inventario de sus diversos formatos a través del tiempo, poniendo el acento en aquellos que lo hicieron posible. De los estoicos al mundo real, pasando por Spinoza, Nietzsche y otras cumbres.

   La filóloga zaragozana, helenista y latinista, sabe que las palabras cambian el mundo porque moldean el pensamiento. Por eso, ‘El infinito en un junco’ visita nuestro pasado para iluminar el presente, como ya expresa en su anterior ‘El pasado que te espera’ (2010). Una historiadora para quien la historia no se queda quieta y cerrada en los libros. En 2011 publica su primera novela, ‘La luz sepultada’, a la que sigue ‘El silbido del arquero’ (2016) y las antologías de textos periodísticos ‘Alguien habló de nosotros’ (2017) y ‘El futuro recordado’ (2020). También, entre otros trabajos, ha cultivado la literatura infantil y juvenil con las obras ‘El inventor de viajes’ (2014), ilustrada por José Luis Cano, y ‘La leyenda de las mareas mansas’ (2015), en colaboración con la pintora Lina Vila.

   También entiende Vallejo que no hay mayor transgresión que dejar libre el pasado. El conjunto de su obra nace una meditación sobre la tradición y la cultura milenaria. Sus textos son piezas expansivas que proponen puntos de vista que amplían y liberan el conocimiento de la tradición para establecer un diálogo entre el pasado y el presente, frente a frente, sin motivos personales, y acaso desbordar los manidos límites del homenaje. O del guiño.

   Irene Vallejo, al fin y al cabo, nos habla de la prisa y la pausa, del elogio del secreto y la felicidad ignorada, de conversaciones y barbaridades, del amor platónico y las buenas o malas compañías, de los mundos fronterizos y la memoria de los muros, de la iniciación a la vida y la competitividad, de los besos y la impunidad, de lo público y lo privado, del éxito y el fracaso, de las dudas y la envidias.

   Leer a esta autora zaragozana, ahora galardonada con el premio de las letras aragonesas, es un feliz ejercicio de contraste. O de comparación. Porque hay que actuar desde el presente, desde luego, pero siempre muy consciente del pasado. Es más, el presente no existe. El presente es el pasado.

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