Au revoir, folks! / José Joaquín Beeme

Por José Joaquín Beeme 
http://blunotes.blogspot.it/

     Uno encuentra, en las buenas películas como en los mejores libros, caminos de ida y vuelta por los que transita su alma en busca del doble.
    Esta balada cuenta de las esperanzas y los quiebros de la poetambre (San Pablo fue mi Greenwich), de jazzistas desfondados (yo los vi, en el Café Noites, y de América llegaban en oscuras noches de frío, algunos para arrimarse a nuestros negros de Andalucía), de los agentes-vampiro que desuellan a sus representados (algo me manché, inventando libros, con la hez intermediaria), de esos gatos que huyen, locos, por las calles (y a veces, ay, se meten bajo las ruedas), de una Nueva York mapeada a través de sus clases sociales (soy, también, un periférico que dio en el aldabón de la burguesía), de errancias de marinero en tierra con regusto a Melville o Conrad (not-so-easy riders, ¿verdad, Mauricio?). La cantautoría tuvo allá, en los 60, su fermento, su público lefty o alternativo (ahora cierran, una a una, todas las radios militantes en la Gran Manzana; sostenidas por sus propios oyentes, programaban la música que daba voz a la progresía, también a los desclasados) y este Óscar Isaac, que tiene una mirada judaico-tristona que es la mía, borda el prototipo de uno de estos folkies de la legua, indiscernibles de su guitarra y su cancionero a corazón abierto, que hacían la madrugada de garito en garito. Como ese Gaslight Café por donde asoma, ya en la coda, un Dylan batiendo sus primeros cobres. Pero pudiera haber sido un Springsteen, algunas veladas más tarde, o un Corso escupiendo poemas con Ginsberg, cualquier año antes. Esos lugares, con sus miserias, eran incubadoras de libertad que no sólo empresariotes de macrodisco, también los ciberocios solitarios, han ido matando. Esta historia calza las botas de Van Ronk, un blusero de Brooklyn, pero yo la dedico al gran Pete Seeger, abuelo folknic de todos los perseguidores que los Coen, crepusculares, nostálgicos, homenajean A propósito de Llewyn Davis. 

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