Stanno tutti bene / Jorge Álvarez


Por Jorge Álvarez

    En sus años de lector ¿pensó que quien escriba le consulte a usted de la vida? Apostaría a que no.

    Pues yo lo haré. Aunque no le voy a ver el rostro me voy a imaginar su reacción. Porque usted, sí usted ¿alguna vez se imaginó ser un extra de un largometraje de mentiras?

   ¿Y que en esa tragicomedia que no tiene fin participaron y participan al menos su padre,  usted y sus hijos? No me diga su respuesta porque la sé: no.

   Su vida habrá estado salpicada de buenos momentos y de los otros, pero nunca, jamás sospechó de dónde estaba, de quién mandaba y del discurso que llegaba a sus oídos.

   Le envidio porque yo sí. Y le aseguro que en los años que tengo nunca me acostumbré a vivir en un país de escenarios de cartón, de fantasía.

  Una mentira que lleva años. Muchos. Mitómanos de toda laya pasaron por el gobierno y están hoy presentes más que nunca en nuestra vida.

   Resentidos sociales, ladrones torpes, alcohólicos delirantes y hasta seres vulgares y ridículos que llegaron porque una parte de la sociedad se siente representada por los “valores” que encarnan.

   Todos unidos por el mismo hilo conductor: la mentira. Se hace difícil repelerla a diario. Con sus acciones ellos nos obligan a bajar escalones en la calidad de vida y pretenden dejarnos chapoteando el barro venezolano o cubano.

   En la capital del realismo mágico del Río de la Plata ocurren estas cosas. Detrás de cada mentira que sale a la superficie hay una respuesta casi inmediata del político de turno que acusará a opositores, a twitter, a la prensa, a los niños o sus maestros.

   A los runners, a quienes exportan soja, a los jubilados, al agro o a los médicos sin fundamento alguno de la situación del país de la que nadie se hace cargo porque la heredó de otro.

    Entonces a ¿qué conclusión llega la la sociedad anestesiada? A que es cierto lo que le dicen porque somos la envidia del mundo, los mejores porque tenemos hasta un Papa.

   Para encontrar una situación similar tenemos que sumergirnos en el Cine y viajar hasta 1990 año en el que el italiano Giuseppe Tornatore dirigió la nostálgica y maravillosa película “Stanno tutti bene” que llegó a nosotros como “Estamos todos bien”.

    Para hacer realidad esta pequeña, por lo intimista, obra de arte contó con la complicidad de un Mastroianni superlativo encabezando el elenco.

   El gran Marcello da vida a Matteo, un personaje entrañable que vive en un mundo que pretende que se amolde a él a pesar de que sea una mentira.

     Jubilado, viudo, un perdedor nato es padre de cinco hijos que nunca van a visitarlo y todos los veranos él decide ir a verlos para darles una sorpresa.

   Y vaya que se las da. Ninguno vive la vida que él imaginó.

   Son, cada uno a su manera, gente común que montan una obra de teatro para complacer a su padre. Álvaro, Caiano, Guglielmo, Tosca y Norma le hacen ver que “Stanno Tutti Bene” como lo están los argentinos en su país de fantasía.

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