Regalos en pandemia / Eugenio Mateo


Por Eugenio Mateo
http://eugeniomateo.blogspot.com/

     La vida continúa y la pandemia también. Entre las muchas consecuencias cotidianas que venimos sufriendo, y que se han instalado entre nosotros…

…por mucho tiempo ˗nos tememos˗, toma forma omnipresente la presencia de terrazas en las zonas de aparcamiento en la vía pública. No hay calle en la que no se haya instalado lo más parecido a un tablao, esto es, un tinglado en el que pasar el tiempo a la intemperie. Las hay lujosas, en función del estatus, neotropicales, austeras, cutres. Todo un catálogo de evasión para poder perder la sensación de incertidumbre.  Hay que destacar un factor importante a la hora de elegir una de ellas: la presencia del Sol; serán necesarios conocimientos astrofísicos del paso del astro rey, manejar la aritmética del mecer de las ramas en el árbol, diseñar la geometría incuestionable de la verticalidad de los muros. Por supuesto, la estación en la que trascurran los hechos. Con estos parámetros sería útil añadir si quieres la cerveza con sol o sombra, en abrigo o en camisa. La cuestión de que haya mesas libres queda ya al albur de los dioses.  De todas formas, estas disquisiciones solo parecen constatar que hemos convertido a las terrazas en lo más parecido al patio de una prisión, y tal parece que hayan venido para quedarse, sobre todo, sopesando la inversión en algunas, y que habrá que amortizar, aunque, la metáfora tenga su aquel, pues, que levante el dedo el que no vaya de terrazas para poder bajarse un poco la mascarilla.

     En la otra cara de la moneda, la historia va por otros derroteros.

    Viendo la desaparición de tantas plazas de aparcamiento, bendigo el día en el que decidí arrumbar mi coche en el garaje y darle suelta solamente los fines de semana para que se desfogara por el mapa. Decidí ser dominguero sin serlo, pero me pongo en la piel de los conductores que pretendan aparcar en cualquier parte de la ciudad y no puedo más que sentir lástima de ellos. No quiero ni imaginar el día en que la circulación recobre su pulso normal. ¿Desaparecerán entonces las terrazas?                                                     

     ¡Sí!, ya sé que llegará el momento en que los coches sean desalojados de las calles. Ya sé de las bondades de una ciudad peatonal. Sé de los males de la contaminación. Hago profesión de naturalista, y, sin embargo, hay empatía con aquellos que dan muchas vueltas a la misma esquina; con los parias al volante a los que se margina al extrarradio; con la raza a extinguir. del conductor que todavía se olvida de que existen las aceras para andar. ¡Qué quieren! Me gustan las terrazas y me gustan los coches; lo que no sé cuál sería el orden de mi traición, llegado el caso…

      Por seguir con sus consecuencias, el virus nos ha dejado algún regalo más, esta vez etiquetado de cultural, como lo pregona la profusa difusión de una película novel, que, por arte de birlibirloque, ha venido a refutar nuestra ignorancia sobre la historia más reciente. Uno creía que los 70 y 80 supusieron el cambio de la sociedad española, pero parece que no fue hasta los 90, ya miembros de Europa hacía un quinquenio, cuando las niñas tomaran conciencia de que llevaban dentro a una mujer. Qué cosas. Hablar de los 90 en los colegios de monjas ya es un hito. En aquellos años desde la Constitución de 1978, la educación en centros religiosos era concertada (LODE, 1985) y de libre elección; nadie, por tanto, estaría obligado al talante severo de que se habla en la película. Siendo mal pensado, veo detrás de los neones alguna maniobra interesada, no solamente en el éxito de taquilla, que también, sino en la ideología que subyace y en los que la patrocinan. Creo ser rotunda minoría en mi crítica a la película. A casi todo el mundo le ha encantado. A mí no. Casualmente fui de los primeros espectadores, atraído por la intervención en el elenco de una conocida, y confieso que salí de la sala con los pies calientes y la cabeza fría. En mi descargo, iba acompañado por unos amigos, cinéfilos de pro, ellas y él. A ninguno nos gustó, y, añadiría que nos disgustó. Hasta aquí, todo normal en el libre ejercicio de la opinión, pero no deja de ser sorprendente el que no haya tenido ninguna crítica negativa. ¿Estaremos ante la mejor película?

   Ahí lo dejo…

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