Obsesionados por las diferencias / María Dubón


Por María Dubón
https://mariadubon.wordpress.com/

    Blancos contra negros. Hombres contra mujeres. Republicanos contra monárquicos. Derecha contra izquierda. Ateos contra religiosos. Buenos contra malos…

   Estamos acostumbrados a fijarnos en lo que nos separa y olvidamos lo común, lo que nos une. Así comienzan los conflictos insalvables, las guerras, con posiciones polarizadas.

   La máxima de «divide y vencerás» funciona con excelentes resultados desde hace muchos siglos. Si se desintegran los grandes grupos, las estructuras del poder se resienten, se resquebrajan. Se trata de generar desconfianza, de manipular los hechos, de magnificar las injusticias, de sembrar el miedo hacia el otro y convertirlo en enemigo.

   Luego basta con inventar una realidad que justifique los hechos, los recelos, la rabia, la violencia. Así hasta que olvidemos nuestros auténticos objetivos, las prioridades, y acabemos enzarzados en una batalla campal carente de sentido.

    Desde muy pequeños aprendemos a convivir con la polarización: la bruja mala-la princesita buena; el héroe-el villano. Nuestro mundo infantil está dividido en dos bandos, el de adultos continúa igual. Nosotros solemos estar en posesión de la verdad, mientras los demás se equivocan. Quien no piensa como yo, es mi enemigo. Las ideas «erróneas» del otro, confirman la «veracidad» de las mías.

   Olvidamos que, como personas, a todos nos preocupa lo mismo: la seguridad, tener cubiertas nuestras necesidades básicas, poder desarrollar la vida que hemos planeado, la salud… Estamos unidos en lo fundamental, esto significa que se tiene que romper esta unidad, generar la división, para que nos enfrentemos. Y los medios de comunicación, los poderes económicos y políticos son expertos en estas cuestiones. Mientras estemos separados por pensamientos antagónicos, el «divide y vencerás» se mantendrá activo. Nos sumaremos al grupo de los nuestros, dejaremos de pensar como un solo individuo, nuestro juicio se disolverá en lo colectivo. Cuanto más pequeño sea el grupúsculo al que pertenecemos, más fácil será dominarnos, controlarnos, vencernos.

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