Camarillas / Enrique Gómez Armas


Por Enrique Gómez Arnas

    La celebración del Día del Libro me viene como anillo al dedo para reflexionar sobre las camarillas locales de la cultura.

     En nuestra ciudad, como en casi todas, «disfrutamos» de alguna de ellas. Son grupos que se retroalimentan, acudiendo en masa a los eventos bendecidos por su atención (generalmente de miembros propios, aceptados o de nivel estatal). Nada se mueve sin su aprobación, nada se publicita o fomenta si no cuenta con su moderno nihil obstat.

    Y no es que no tengan prejuicios y apoyen a los talentos emergentes. La única norma, el tamiz que tienen que pasar, es ser parte del grupo o estar aprobado por él, y lo que se mueve en su periferia simplemente no existe.

    Tampoco suelen rebosar de originalidad u brillantez, y es que es eso lo que más les obliga a cobijarse dentro del grupo. Desde su control de los medios de comunicación locales ejercen su pequeña tiranía cultural, de forma cotidiana, con las etiquetas más variopintas. Marcan los productos culturales en función, más que de sus preferencias, de la autoprotección tribal.

   Al final se trata de conservar esos pequeños espacios de poder que tranquilizan y potencian sesgadamente.

   Y pasa en todos los sitios igual. Desprecio o indiferencia suelen ser las claves de su actuación.

    Da igual Madrid, Barcelona o Zaragoza que Salamanca. Da lo mismo si el control es sobre medios de comunicación importantes o locales. El patrón de actuación es siempre el mismo: cultura y tribalismo, pequeñas dictaduras culturales.

    Suerte que son muchos los que se les escapan y a los que les resulta irrelevante este tipo de control. Gracias a ellos y algún destello individual, incluso procedente de estos mismos grupos, disfrutamos de Cultura en esta y otras muchas ciudades.

     El verdadero talento puede ser cercenable, pero siempre será indomeñable.

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