La rematadera / Guillermo Fatás


Por Guillermo Fatás
Catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Zaragoza 

Asesor editorial del Heraldo de Aragón
(Publicado en Heraldo de Aragón) 

    En todos los niveles de los poderes legislativo y ejecutivo hay políticos ilustrados, aunque sean los menos. O los muchos menos.

   Entre los aragoneses ha destacado por este concepto Ángel Cristóbal, a caballo entre el derecho, la política y la filosofía. En su biografía, cada cosa ha llevado a la siguiente. Otros, de perfil formativo comparable, han preferido ejercer su vocación política como labor ‘ad intra’, en la que su compromiso actúa de forma poco visible, ya que se ejerce desde fuera de las plataformas institucionales, y tal ha sido el caso de Juan Manuel Aragüés. Como Cristóbal, abandonada la palestra de la lid partidaria, se dedica a escribir libros (el último, ochenta biografías compendiosas de pensadores, editadas por Plaza y Valdés), lo que busca educar a la polis solo que por otros medios.

    Se trata, en general, de personas con vocación intelectual bien definida que, además de ejercerla como profesionales de una disciplina académica, deciden operar por un tiempo en los mecanismos propiamente políticos. Una imagen de esa clase han querido dar personas como Ángel Gabilondo o Cayetana Álvarez de Toledo (otra cosa es que lo logren). Esa imagen era la que más le gustaba paladear a Enrique Tierno Galván, con fingida modestia: era ‘el Viejo Profesor’ -o aun ‘el VP’- para sus adeptos, que usaban una frase suya habitual de despedida epistolar. (En cambio, fue una «víbora con gafas», según lo definió un famoso conmilitón que lo detestaba).

   Empero, para legislar o gobernar con tino no hace falta ser un dechado de conocimientos. Nada más temible que ese tópico sobre la república platónica, gobernada por sabios y filósofos. ¿Puede imaginarse algo más cruel? (Platón, simulando que lo dice Sócrates, propone más bien un régimen mixto entre el poder de los sabios y ciertos elementos democráticos. Pero la simplificación siempre da ventaja en política y la utopía cuasi tiránica de Platón es, con el mito de la caverna, lo más conocido por quienes lo han consultado en alguna wikipedia para lucirse en el ágora).

    Muchos españoles han reparado hace días en los llamativos ‘descubrimientos’ físico-filosóficos del profesor Iglesias Turrión sobre Kant, Newton o Einstein. La locuacidad va dejando entrever su pedantería banal.

    El director de un informativo especializado, acaso por envidia, tiene declarado esto: «Como dijo Napoleón, dadme un punto de apoyo y moveré el mundo: es el principio de la palanca».

   Si fuera por el tamaño de sus ignorancias, afirmadas siempre con gran aplomo, podrían otorgarse diplomas de mérito a quienes en público han hablado sobre el Quijote de Quevedo o alardeado de leer con frecuencia a Sócrates (que no dejó escrita ni una línea).

   Uno de los perorantes más pretenciosos de la última hornada política es Jon Iñarritu, legislador desde hace dos lustros por cuenta de Bildu (Batasuna, para entendernos). Iñarritu explica y defiende su oposición constante a la figura del rey, hipotéticamente ladrón, evasor y golpista, en estos términos: «Puede ser dura, contumaz, pero es crítica política». Acierta a su pesar, pues contumacia -debiera saberlo: estudió Derecho- es la persistencia en el error y no equivale a ‘contundencia’, según parece creer este orador. Iñarritu es contumaz, pero lo ignora. Su constante esfuerzo por exhibir ingenio alegórico adolece de escasa instrucción. Este hombre razona con términos cuyo significado no conoce y acaso por eso está donde está representando a quien representa. Si dos palabras empiezan por ‘contu-’ (parece creer), significarán algo parecido.

  ¿Podría decirse que estos y otros de igual laya son sucesos típicos del actual estado de la ‘infosfera’? El neologismo -que ya ha cumplido medio siglo- se creó por analogía con noosfera (referida a la inteligencia) y biosfera (a la vida) y remite intuitivamente a ese cosmos peculiar formado por los múltiples elementos que intervienen en la generación, difusión, tratamiento, análisis, anatomía y fisiología de la información. Ya se van descubriendo y comprendiendo algunas de sus patologías.

Insuperado

   Pero mi analfabeto preferido en política sigue siendo, en el último cuatrienio, el expresidente exinmune de la exrepública catalana, Carles Puigdemont. No he podido dar con nadie que supere esta demostración, en una sola tacada: «estar capaces», «conduciera» y «que haiga». No fue en un conciliábulo, ni tras una juerga, ni se trata de una grabación subrepticia y nocturna de Villarejo. El florilegio fue emitido en un telediario de TVE, a la hora de comer. Y acabó con lo que en algunos lugares de Aragón se hubiera llamado la rematadera, tras la cual ya nadie añade nada: con la causa «están todos comprometidos, empezando por migo mismo». (Preguntaré en la Fundéu si ‘por migo’ debe escribirse junto o separado). ¿Quién lo superará?

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