Sigan al dinero / Antonio Piazuelo


Por Antonio Piazuelo

   ‘Follow the money’. Sigan al dinero y vean a dónde conduce, es la mítica frase con la que Mark Felt, entonces director adjunto del FBI, puso a los reporteros…

…Bob Woodward y Carl Bernstein sobre la pista del escándalo ‘Watergate’ que acabó con la presidencia de Richard Nixon en 1974. Hicieron caso del consejo que les dio aquel al que llamaban Garganta profunda y encontraron que el dinero utilizado para montar la operación de espionaje contra el Partido Demócrata procedía de la campaña para la reelección del presidente Nixon. Desde entonces, sigan al dinero es una frase canónica del periodismo de investigación que ha sustituido con ventaja al romántico ‘cherchez la femme’ que permite resolver crímenes misteriosos en muchas novelas negras.

Filomena, un engaño

    Me acordé de ello hace pocos días, mientras veía una ¿perturbada?, empeñada en convencer a sus seguidores de que la borrasca ‘Filomena’ se trata de un engaño y de que la supuesta nieve es solo plástico. Una zumbada, es lo primero que pensé, pero resulta que el vídeo ha tenido un gran éxito en todo el mundo, por lo que cabe pensar que un buen número de zumbados le habrá dado crédito.

    De ahí pasé a las imágenes de una manada de tipos armados, a cual más estrafalario, que seguía al astado principal en la toma del Capitolio, en Washington, durante la sesión de ratificación de Joe Biden como presidente electo. Todos ellos armados y convencidos hasta las cachas de un fraude electoral del que nadie ha podido presentar el menor indicio. Las redes sociales, una vez más, son el instrumento que alguien ha utilizado para hacer pasar por verdadera una mentira flagrante. No es un fenómeno nuevo. Cuando no existían las famosas redes había ya muchos iluminados seguros de que la imágenes de los primeros hombres en la Luna se rodaron en unos estudios terrícolas, o de que Elvis Presley estaba vivito y meneando las caderas. Lo nuevo son las dimensiones que alcanzan estos bulos y la velocidad a la que se propagan. Alguno tan peligroso como el que hace a tantos negarse a la vacunación contra el covid, irresponsables (no quiero expresar lo que siento ) que tienen todo el derecho a no hacerlo pero me niegan, a mí y a todas las personas sensatas, el derecho a vacunarnos contra ellos

   Algunas de esas redes se apresuraron (a buenas horas) a vetar los mensajes de Donald Trump con los que ha venido alimentando durante meses la falsa teoría del fraude, y eso ha provocado un encendido debate acerca del derecho o no a coartar la libertad de expresión de cualquier ciudadano. Algunos han invocado incluso el artículo 20 de la Constitución Española, en el que se reconoce el derecho a «expresar libremente los pensamientos, ideas y opiniones, así como el de comunicar y recibir libremente información veraz». En ningún caso el de comunicar informaciones falsas y mucho menos si afectan a la convivencia pacífica de los ciudadanos, como estas.

Embusteros

     Pero, más allá de esas disquisiciones, y de las consabidas jeremiadas sobre el poder de las tecnologías informáticas, creo que haríamos bien en seguir el consejo de Felt y buscar la pista del dinero. ¿Por qué los supermillonarios jefazos de Twitter o de Facebook, entre otras, arrastran los pies a la hora de establecer controles sobre la veracidad de lo que se publica en sus redes? Todos los estudios aseguran que, por un extraño mecanismo de la mente humana, los bulos tienen una respuesta de los usuarios infinitamente superior a la que generan las noticias ciertas y contrastadas. Los embusteros multiplican por mucho los seguidores de quienes dicen la verdad, y eso se traduce en dinero contante y sonante para las redes y para sus propietarios. Así pues, podemos esperar sentados a que sean ellos los que pongan coto a las patrañas.

    Pero hay más. El uso de la mentira a través de esas armas de intoxicación masiva se ha generalizado entre los políticos, de preferencia entre los políticos más propensos al autoritarismo, y entre las oligarquías que los respaldan. Gente como Trump y sus amigos, Putin y Erdogan, o más cerca, algún desbocado del PP y casi todos los de Vox, tienen detrás a muchos especialistas en hacer de altavoces para sus desatinos. Nada mejor que relativizar la verdad y equipararla a la mentira para sembrar la desinformación, crear malestar social y obtener beneficio de esas maniobras. Beneficio en términos de votos (y de poder, por lo tanto) y beneficio en dinero, para ellos y para sus valedores, a través de negocios más o menos oscuros que se pueden favorecer desde el poder conquistado por medio de esa propaganda, tan falsa como eficaz.

   En eso estamos, y la amenaza de este neofascismo ultraliberal, embustero y poco escrupuloso se agranda cada día que pasa. En consecuencia, creo que no es hora de perder el tiempo con debates académicos sobre la libertad de expresión si no queremos que nos ocurra como a aquellos bizantinos, empeñados en discutir el sexo de los ángeles con los turcos a la puerta.

   En mi opinión, es urgente legislar para regular el uso de las redes sociales y deslindar lo que vale y lo que no vale en ellas. Y sancionar con dureza a los infractores. Con el máximo respeto a los derechos y a las libertades, por supuesto, ese respeto que no tienen muchos de los que las invocan. Con el mismo respeto con el que hemos regulado lo que se puede hacer y lo que no en otros medios de comunicación. En defensa de la libertad no sirve recortarla, pero tampoco sirve quedarse de brazos cruzados por timidez o por temor a las críticas de los poderosos. Y, si tienen dudas, ya saben: sigan al dinero.

Publicado en: https://www.elperiodicodearagon.com/noticias/opinion/sigan-dinero_1455218.html

 

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