Código binario


Por José Joaquín Beeme
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    Escribe Dorfles, amparado en la antropología y la física de la percepción, que nuestro cerebro opera en forma de alternancias y bipolaridades y que todo el tiempo andamos necesitados de contrastar, compensar, oponer, balancear contrarios.

    El universo todo, a lo que parece, está atravesado por una supersimetría cuya formulación se nos resiste. Por eso son tan eficaces los argumentos binarios, especulares, en pares o parejas. Green book recurre al dualismo blanco-negro, hombre rico / hombre pobre, Norte vs. Sur, cultura alta y cultura popular, Chopin o Ray Charles, racismo asesino frente a racismo cultural, y unas páginas de smooth jazz, el jazz ambiental y apacible de los 50-60, corren a lo largo de carreteras y ciudades más allá de la línea Mason-Dixon donde dos tipos, inicialmente opuestos, acaban cediendo en sus respectivos prejuicios en gracia de una amistad trascendida. Viggo Mortensen se demuestra políglota, también, en rudos acentos interpretativos y Mahershala Ali compone un músico alto en su dignidad herida y combativa. Gorila del Copacabana y exquisito pianista de la Atlantic y la Columbia en una gira improbable bajo la guía que Victor Hugo Green, cartero de Harlem, compiló para que gente de su color abordara hoteles, apartamentos, restaurantes y gasolineras sin sufrir la hostilidad supremacista. Me traslado a esa época que debiera ser remota y confinada a libros de historia, recién vuelto de una gran manifestación contra el neorracismo por las calles de Milán, mientras en cadencias de seda, elegantísimo, va cayendo en el tocadiscos el Divertimento for Duke by Don Shirley.

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