El patrullero de la filmo: Polonia

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Por Don Quiterio 

    Con la colaboración de Joanna Matyjasiak y Joanna Bardzinska, del instituto polaco de cultura en Madrid, la filmoteca de Zaragoza ha programado una selección de películas polacas de reciente producción, entre los años 2011 y 2015, auténticos estrenos con los que los espectadores han descubierto valores del calado de Greg Zglinski, Karolina Bielawska, Borys Lankosz, Wojciech Smarzowski o Malgorzata Szumowska.

    Estos y otros más son unos perfectos ejemplos de la vitalidad de una cinematografía que, a lo largo de su historia, ha generado importantes cineastas.

    El auténtico cine nacional se inicia con el “octubre polaco” de 1956, situándose a la vanguardia de la cinematografía mundial. Los temas de la guerra, la ocupación y la resistencia se llenan de vida y de significado. El universo trágico y el esplendor expresivo de Andrzej Wajda (‘Kanal’, ‘Cenizas y diamantes’) pueden parangonarse con la no menos brillante y profunda dramaturgia interior de Jerzy Kawalerowicz, realizador de obras ambiciosas (‘Madre Juana de los Ángeles) a las que sirven de complemento la minuciosidad documentalista y la mordaz ironía de Andrzej Munk (‘Un hombre en la vía’, ‘Eroica’), el hermético mundo de Wojciech Has (‘Adiós, juventud’), las amargas fábulas de Kazimierz Kutz (‘Nadie me llama’), con la sátira inventiva y lúcida de Roman Polanski (‘El cuchillo en el agua’), la visión personal de los más vivos problemas de Stanislaw Rosewicz (‘Certificado de nacimiento’) o la intensa carga dramática de Jerzy Skolimowski (‘Rysopis’).

    El último tercio del siglo veinte viene representado por las figuras de Krysztof Kieslowski (la serie ‘Decálogo’, ‘La doble vida de Verónica’, la trilogía ‘Tres colores’), Krysztof Zanussi (‘La estructura de cristal’, ‘Iluminación’, ‘El toque silencioso’), Yurek Bogayevicz (‘Anna y Cristina’, ‘Tres en raya’), Agnieszka Holland (‘Europa, Europa’, ‘Olivier, Olivier’) o, entre otros, Eugeniusz Kotowski con sus trabajos de animación. Y ya en los comienzos del siglo veintiuno destacan las personalidades de Joanna Kos-Krauze, Krysztof Krauze, Wadylaw Pasikowski, Magdalena Piekorz, Jerzy Domaracki, Slawomir Fabicki, Jacek Glom, Tadeusz Krol, Leszek Dawid, Juliusz Machulski, Jan Komasa, Pawel Pawlikowski…

    Las nuevas generaciones de cineastas polacos deben mucho a unos maestros que, con su sapiencia fílmica, han hecho de este país uno de esos lugares fundamentales de la cinematografía del viejo continente. Como decía al principio, la filmoteca de Zaragoza ha organizado un ciclo del más reciente cine polaco que nos muestra el espacio interior de unos relatos abducidos por la propia memoria. Estos cineastas polacos nos cuentan, como buenos discípulos de los maestros, historias de descubrimiento y análisis del horror, del ritual mundo de la incomunicación, de la máscara, del laberinto de la creación, de la mujer, de la vida en pareja, de la intimidad y el silencio, del pesimismo y el dolor, de la familia como único argumento posible.

    Si Malgorzata Szumowska en ‘En cuerpo y alma’ (2015) nos transporta a un conflicto familiar sobre un padre y una hija en el intento de reconciliarse con la muerte de la madre, Jacek Lusinski nos retrotrae en ‘Carte Blanche’ (2015) al drama de un profesor que se queda ciego. Si Greg Zglinski evoca en ‘Coraje’ (2011) una historia de moralidad, azar y destino, Borys Lankosz adapta en ‘La semilla de la verdad’ (2014) una novela negra de Zygmunt Miloszewski protagonizada por un fiscal que investiga el extraño caso de asesinato de una activista social.

    La programación se cierra con ‘Llámame Marianna’ (Karolina Bielawska, 2015), conmovedor retrato documental sobre el cambio de sexo; ‘Pequeños golpes’ (Aleksandra Gowim e Ireneusz Grzyb, 2014), mirada llena de delicadeza acerca de la juventud; ‘Casa del ángel poderoso’ (Woyciech Smarzowski, 2014), severo e intransigente estudio sobre el alcoholismo, basado en la novela autobiográfica de Jerzy Pilch, y el cortometraje de ficción ‘Tierra madre’ (Piotr Ziotorowicz, 2015), drama sicológico con elementos de misticismo arraigados en la mitología de la Polonia rural.

    Estas películas, por decirlo pronto y claro, invitan a un viaje profundo al reino privado de los personajes de la historia, al miedo como motor de la cultura.

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