Por Don Quiterio
Carlos Saura (Huesca, 1936) realiza en Argentina otro de sus musicales escénicos sobre los sonidos tradicionales de aquel país.
Debido a que en su momento ya le dedicó ‘Tango’ (1997), el cineasta oscense ha dejado fuera ese estilo en ‘Zonda, folclores argentino’ (2015), su último documental de género musical a la espera de ‘La jota’, para fijarse en otros no tan conocidos en el resto del mundo como la zamba, el malambo (de ecos africanos), la tonada, la vidala, el carnavalito, el son, el chamamé (procedente de los flujos emigratorios alemanes, polacos o ucranianos), la copla o la chacarera.
Hay momentos muy bellos, como la chacarera doble que cierra la selección. La dirección musical corre a cargo de Lito Vitale, que actúa personalmente junto a una treintena de artistas del canto y del baile, entre los que sobresalen Juan Falú, Jairo, Pedro Aznar, Gabo Ferro, Luciano Jury, Tomás Lipán, Melania Pérez o Marcelo Torres.
También están presentes, aunque no físicamente, los recordados Atahualpa Yupanqui o Mercedes Sosa (emotivo homenaje a su figura con la proyección de la artista cantando ‘Todo cambia’ ante un grupo de niños estudiantes sentados en sus pupitres), de quienes se proyectan imágenes sobre las pantallas dispuestas a modo de paredes del decorado. Esto de incluir a los eternos tiene sus riesgos, porque hace notar ausencias imperdonables como la del gran Jorge Cafrune, por más que no puedan caber todos los que ya no están en este mundo.
La escenografía (decorados desnudos, coreografías, estilizados juegos de luces y colores) es la misma que Carlos Saura viene utilizando desde ‘Bodas de sangre’ (1980) –su mejor musical, sin duda- y que prosigue en ‘Carmen’ (1983), ‘El amor brujo’ (1986), ‘Sevillanas’(1991), ‘Flamenco’ (1995), ‘Tango’ (1997), ‘Salomé’ (2002), ‘Iberia’ (2005), ‘Fados’ (2007) o ‘Flamenco, flamenco’ (2010). El oscense, pues, sigue fiel al canon formal de una línea melómana que repasa, en clave documental, la música popular hispanoamericana. En esta ocasión, para ‘Zonda’, se ha desplazado hasta Buenos Aires, habilitando un inmueble vacío de La Boca. Lo que se dice turismo cultural.
Es un cine, para qué negarlo, con destino al disfrute de un público supuestamente sofisticado, henchido de pretensiones metafóricas y antropológicas, cuya altisonancia y pertinaz belleza formal coinciden de pleno con el odioso concepto de “dignificación del arte”, articulándose, al fin y al cabo, como meros espectáculos de diseño que empiezan y acaban en su propio (y tal vez falso) preciosismo.
En ‘Zonda, folclore argentino’, Saura exprime la fórmula –o el filón, más bien- de sus previos trabajos al respecto y el resultado es pura inercia de los filmes previos. Pese a los artificios apuntados, hay que reconocerle a Saura la elevación del documental musical al grado artístico para bucear en las raíces de un arte en sus expresiones más puras, en la esencia del cante, el baile y el toque, en unos escenarios, en fin, magníficamente iluminados por el director de fotografía.