‘Novatos’, largometraje de Pablo Aragüés

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Por Don Quiterio 

    La resiliencia es la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos. Así vive el protagonista de ‘Novatos’, a saber navegar en los malos momentos, a mantenerse sereno cuando le quieren aplastar.


    Muchas de las crueles novatadas que sufren los recién llegados a la universidad por parte de los mayores alcanzan el ámbito del delito. Los veteranos (o veteranas), en efecto, son el poder, porque a ellos les sale de los genitales (o a ellas de los ovarios). En los colegios mayores, sin ir más lejos, los nuevos universitarios inauguran su condición y su primer curso mediante la humillación, el juego de la vejación y, muchas veces, el salvajismo. Las novatadas, al parecer, están prohibidas y penadas, pero se hace la vista gorda porque su perversión y vulgaridad forman parte de eso que se llama “tradición divertida”. Una novatada deja de serlo en el momento que su aplicación deja de ser una broma.

    La ofensa y el mal gusto parecen todavía afectar a los nuevos estudiantes, y se les obliga a desnudarse, a reptar, a aceptar los mayores insultos, a comer alimentos para perros, a raparse el pelo, a autoinsultarse e insultar a los demás, a beber alcohol con un embudo hasta los límites de la resistencia del organismo. También les embadurnan con harina y huevos, una suerte de “novatos empanados”. Es la angustia, la ansiedad, el insomnio, la tristeza, la pesadilla, en fin, ante el estallido de la bestia salvaje que llevamos dentro. Y, claro, existe una serie de factores que influyen en las víctimas para no denunciar: el miedo al aislamiento o la marginación, la vergüenza, la culpa, el ser señalado como un chivato. Sufren en silencio. Lo que empieza siendo una broma puede perder su gracia rápidamente y convertirse en acoso y agresión.

    Todo esto le sirve a Pablo Aragüés (Zaragoza, 1982) para confeccionar la historia de ‘Novatos’, su segundo largometraje de ficción tras ‘Vigilo el camino’ (2013), al parecer desarrollada por una mala experiencia personal. El cineasta aragonés empieza a rodar desde muy joven, a partir de 1996, y su filmografía se va nutriendo de filmes experimentales en largo recorrido, de cortometrajes, de videoclips para bandas como ‘Violadores del verso’ o ‘Siniestro total’, de anuncios publicitarios, de documentales o reportajes musicales. Así van apareciendo títulos, unos detrás de otros: ‘Ya es tarde’, ‘Perceval’, ‘Noches rojas’, ‘Las cinco muertes de Ibrahim Gonsález’, ‘La culpa aprieta más gatillos’, ‘La paz mundial’, ‘Las seis reencarnaciones’, ‘Duelo’, ‘Luz’, ‘Road to Wacken’…

    ‘Novatos’ quiere ser un reflejo de ese momento vital en el que al protagonista le toca espabilar y empieza a moverse en el mundo de los adultos y vivir por sí mismo. Parece decir el realizador que muchas novatadas son delitos contra los derechos de los demás y solo cuando sean castigados por la justicia desaparecerán de los núcleos universitarios –o los que sean- los últimos coletazos de nuestra brutalidad. De este modo, Aragüés ha querido ser fiel a lo que le pasó y que su experiencia pueda servir a otros, arrojar luz sobre este problema. De hecho, la productora Marta Cabrera es quien anima al cineasta a dar el paso diciéndole que es un problema social que él conoce de primera mano y del que apenas se habla ni hay películas que lo aborden con seriedad. Porque las novatadas tienen unas raíces sicológicas, sociológicas, educativas, que son realmente más engorrosas que lo que podamos pensar.

    Nicolás Coronado, Lucía Ramos, Javier Butler, Alejandra Onieva, Emma Suárez, Jorge Usón, Marta Larralde, Esther Gothor, Guillermo Montenegro, Alba Gállego y Alina Nastase, entre otros, son los actores y actrices que dan vida a unos personajes de una sola pieza, demasiado planos o estridentes, y eso se nota en esta tan esforzada como fallida producción, un drama juvenil que no termina de cuajar, porque peca de excesiva artificiosidad y se pierde en la construcción narrativa, unas carencias que ya se adivinaban en su anterior ‘Vigilo el camino’.

    Además, Pablo Aragüés se deja llevar por un molesto maniqueísmo, por mucho que el malo de la película sea un personaje oscuro, un joven que se dedica a asediar a los recién llegados hasta conseguir crear a su alrededor un auténtico clima de terror. Los malos, pues, son muy malos y el bueno de la función es más bueno que el pan. Tampoco suma una banda sonora de Álvaro Aragüés que prácticamente invade todos los planos, haciendo perder al conjunto fuerza y credibilidad.

    En última instancia, una película de denuncia social acaso necesaria, pero que no termina por encajar sus piezas, pues nunca encuentra un equilibrio entre la forma y el fondo, con un guion –del propio Pablo Aragüés- previsible, unos diálogos forzados y una subtrama romántica totalmente descafeinada, que no funciona como contrapunto a las novatadas. La trabajada fotografía de Álex Sierra se erige, al final, en lo más acertado de una historia que habla de humillaciones y vejaciones en un recinto prácticamente cerrado, la violencia de las novatadas en los campus universitarios y las consecuencias que pueden tener en los jóvenes que las reciben. La resiliencia.

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