Desde el diván: ‘El apartamento’, de Billy Wilder

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Por José María Bardavío

   Sólo al final de la película empezamos a comprender la importancia del dispositivo espacial del apartamento de Baxter.

  Título original: ‘The apartment’. Año: 1960. Nacionalidad: Estados Unidos. Productor: Billy Wilder (Mirisch Company y United Artists). Director: Billy Wilder. Guion: Billy Wilder e I.A.L. Diamond. Fotografía: Joseph LaShelle (blanco y negro). Música: Adolph Deutsch. Montaje: Daniel Mandell. Dirección artística: Alexander Trauner. Intérpretes: Jack Lemmon (‘Bud’ Baxter), Shirley McLaine (Fran Kubelik), Fred McMurray (Jeff Sheldrake), David Lewis (Al Kirkeby), Ray Walston (Joe Dobisch), Jack Kruschen (doctor Dreyfuss), Edie Adams (miss Olsen), Joan Shawlee (Sylvia Trotto), Hope Holiday (Margie MacDougall), Johnny Seven (Karl Matuschka), Larry Marsden (Wilfred Connors). Duración: 125 minutos.

      Me estoy refiriendo a la distribución relacional de las habitaciones, al conjunto sintáctico de los espacios y a las razones del ir descubriendo y penetrando el espectador en el interior del inmueble y en el sentido dramático de la fábula. Y sólo al final sabremos que el único dormitorio de la casa está comunicado con el único cuarto de baño. Y sólo al final sabremos visualmente que la aparición de una parte de la bañera nos está indicando que el dormitorio de Baxter (Jack Lemmon) limita con el cuarto de baño. Digo visualmente porque antes, en algún momento del metraje, oímos a Baxter decir de Fran que se está dando una ducha y luego la vemos aparecer vistiendo un albornoz y secándose el pelo con una toalla. Algo más tarde sabremos de la existencia específica de la bañera. Y de su oculta significación.

   El cuarto de estar es la base de operaciones de los muchos visitantes ocasionales.  Desde allí, ellos y ellas, más ellas que ellos, se dirigen hacia el fondo del inmueble, a  la cocina, al dormitorio, al cuarto de baño. Vamos descubriendo la vivienda a través de confesiones tales como (<< voy a la cocina>>  <<estoy yendo al baño>>), que van enunciando, la totalidad del apartamento permitiéndonos saber del adentroespacial y del interior dramático. Y nos permiten, sobre todo, llegar al final del piso y al punto de fuga, que resulta estar en el cuarto de baño. Se trata en verdad de un acercarse lento y progresivo, un errar hacia el non plus ultra espacial y dramático en donde sucede el momento más impensable y tremendo: el suicidio de Fran (Shirley Mclaine).

    Y cuando Baxter le salva la vida de puro milagro, la aparición de la bañera supone el final del periplo dramático y el principio del final feliz. Como si la bañera contuviera un exterior (el final de la fábula), y un interior (la unión  feliz y definitiva de la pareja heroica). Como si la bañera, esa boca inmensa y desdentada, mostrara con su gran silencio intencional su infinita elocuencia simbólica.

   Si liberáramos lo arquitectónico para centrarnos en las cualidades pictóricas y literarias del apartamento de Baxter,  observaremos que el punto de fuga está situado en un pequeño espejo circular situado en el cuarto de baño.  Volviendo a lo puramente arquitectónico notamos que la planta del apartamento tiene una relativa forma de embudo. La abertura ancha la ocupa (como sucede en Blue Velvet, Terciopelo azul) el cuarto de estar (pero no con la cocina incorporada como sucede allí). Podríamos imaginar que las líneas perspectivas atraviesan el espacio del apartamento hasta confluir en ese espejo del baño. Ese dispositivo espacial que está para respaldar la actividad dramática, el devenir de la historia, y concentrarse ambos- espacio y drama- en ese único y exacto punto de la imagen de Fran sobre la superficie del espejo de cuya contemplación ensimismada surge la verdad última del film, que consiste, paradójicamente, en la gran mentira que está viviendo, en la cadena de errores que han ido cimentando su vida sentimental, la vida de una ingenua ascensorista que se cree amada por Jeff D. Sheldrake, un directivo de la empresa, pero que termina comprendiendo que sólo busca- a pesar de sus promesas- una aventura sexual y una egoísta recompensa narcisista. Es entonces, ante el espejo, y ante los billetes de banco que él introdujo en su bolso, que comprende cómo la denigra, y en donde el yo especular le sugiere que se quite de delante: que se quite de enfrente de sí misma.

    El destino de Fran queda resumido y explicitado en un itinerario tan real como imaginario. Consiste en atravesar la oscuridad, la oscuridad del mundo, que conduce al fondo del apartamento. Ese ir desde el cuarto de estar al cuarto de baño para colocarse ante el espejo del lavabo resulta ser una peregrinación hacia el comprenderse a sí misma como nunca antes se había visto. Un caminar que le muestra la crueldad del mundo en su propio rostro. Y el único camino posible para terminar con la farsa que es su vida.

    A Fran se le ocurre algo espantoso:

   Pero finalmente opta por dejar los somníferos  donde estaban :

   Pero al abrir el bolso encuentra el dinero que Jeff Sheldrake metió allí  como regalo de Navidad y para compensar su fuga de Nochebuena:

    Y unos instantes después, el mirar al dinero le lleva crucial y terriblemente, a volver a mirar a los somníferos que acaba de dejar en el estante:

   Ese gesto tan nimio conlleva la decisión más tremenda de su vida. Y consecuente  con la decisión, levanta el vaso de agua y lo llena en el grifo.

    Sin embargo, la aparición de la bañera en las postrimerías de la película anuncia exactamente lo contrario: el definitivo final feliz. La bañera deviene supremo reposo, mar de tranquilidad, después de recorrer todos esos terribles caminos empedrados con la  aridez y la crueldad.

    Baxter extrajo a Fran, como el Príncipe a Bella, de la muerte. Ha convertido el ataúd de la cama en donde se tumbó después de la ingesta de somníferos, en el altar de las esperanzas. Y el rostro de Baxter, al final de la película, tras la espuma blanca del jabón de afeitar, tiene todo que ver con el alzarse el telón de la desaparición de las restricciones. La aparición final de la bañera proporciona la densidad simbólica necesaria para adornar profusamente la unión definitiva de la pareja. Baxter participa en esa ceremonia de la transformación feliz a través de la espuma que le oculta, para luego surgir afeitado, es decir, renacido, renovado y articulado a la cadena de sugerencias permanentes de renacimiento que contiene la bañera: la cama dejó de ser ataúd, la espuma deja atrás indecisiones y miserias, y lo que asoma finalmente a la luz es  un Baxter purificado, completo, viril, sabiendo definitivamente  que su apartamento es su casa, sólo su casa. Y la de Fran.

   De forma tal que cuando  se acerca al apartamento uno de los juerguistas luciendo en una mano la botella de champagne y en la otra la chica engatusada, vemos a Fran tumbada en la cama de Baxter y, por la puerta entreabierta en el interior del dormitorio, un fragmento pequeñito de la bañera.

   Al tratarse de un sanitario que define el  espacio en el que está ubicado sabemos, sin la menor duda posible, que esa puerta entreabierta da al cuarto de baño: lo más obvio contiene a veces la verdadera clave del enigma – como demuestra Poe en The Purloined Letter. El lugar en  donde Fran ingirió frente al espejo los barbitúricos que han estado a punto de arrebatarle la vida.

    Cuando alguien despierta después de sufrir un desmayo suele preguntar ¿Dónde estoy? como si  saberse ocupando un lugar fuera requisito indispensable para comprobarse vivo. Como si la garantía del estargarantizara al ser; como si el estar, fuera el carnet de identidad del ser. Lo cual, tiene que ver con la bañera que estando define el lugar en donde está. Y si no está es por razones excepcionales, como sucede con esa bañera en el campo que aparece en The Clockwork Orange (La naranja mecánica). Pero si en una película como El apartamento  vemos un trocito de bañera, estamos seguros de que está ubicada en el cuarto de baño. Lo cual significa, de paso, que el film se organiza en principios y preceptos naturalistas. Que el film se sostiene en un supuesto orden ético y moral en el que cada cosa está en su sitio, y si cada cosa no está en su sitio tiende a estar en su sitio, de forma tal que la película solo terminará cuando todohaya encontrado su auténtico lugar. Aquí no hay posibilidad alguna de que triunfe lo surreal : la casa de Baxter solo tiene que ser de Baxter y no los que se apropian maliciosamente de ella. Esa apropiaciónindebida resulta ser una especie de plusvalía dentro de la plusvalía: algunos dirigentes de la empresa se apropian del suelo de Baxter que, al ocuparlo a su antojo, se quedan con parte del beneficio del beneficioobtenido por el trabajo de Fran y del propio Baxter. Algo parecido sucede con la apropiación indebida de los sentimientos y las  ilusiones de Fran, y de otras chicas que trabajan en la empresa. Los directivos han recuperado allí el derecho de pernada medieval, explotando el miedo que produce al empleado desatender los pequeños favores (la pérdida de dignidad) que le solicitan (léase exigen) sus  líderes.

    Así que la bañera no tiene más remedio que estar en su sitio. Objetos y cosas están en su sitio para equilibrar el empuje de los personajes que tienden a no estar en su sitio. Algunos ejecutivos de la compañía se pasan  el día en despachos ajenos urdiendo planes para ligar con las chica de la empresa. Los vemos en cualquier sitio, confabulados para ligar y, cuando superan los problemas cinegéticos de localización de la infeliz perdiz, los vemos en el apartamento de Baxter disfrutado del trofeo al que riegan con mentiras y champagne. Si los seres humanos no están en su moral sitio, algunos objetos, como las bañeras, sí lo están:

    La bañera, como la luna, sí aparece en el cielo de la película, lo hace en su único cielo, el cuarto de baño. Puede ser que lo haga en cuarto menguante, un trocito bien pequeño, como sucede en esta película, pero cuando el espectador ve una pata en forma de garra (La mujer pantera), o ese borde arqueado como el pasamanos de ciertas balaustradas (el pretil), esa fragmentada representación tiene una sola identidad y una sola ubicación. El bolígrafo y el móvil, por ejemplo, no definen el espacio en el que se ubican, son objetos de ubicación centrípeta. Por el contrario la bañera (que sirve al cuerpo humano), es un emisor de significados centrífugos, es terrenal, su significación objetal conlleva la eliminación de cualquier espacio que no sea el baño. Como le sucede a la luna en su relación con la tierra, la bañera es el satélite más grande del cuarto de baño.

    Y el apartado lunar está regimentado a perpetuidad por la reproducción del cuadro de Henry Rousseau sobre la cama en donde se recupera Fran después de su intento de suicidio. En el cuadro la mujer que duerme tiene una relación lunar, ya lo he dicho, con la mujer, la protagonista de un cuadro larguísimo titulado The Apartment. Está tumbada sobre las arenas del desierto, el desierto de la suicida y el extraño león que está allí y no se la come ( como todos los leones ejecutivos se comen a las humanos indefensas, es Baxter. Un espléndido león está allí para curarla a eternidad, y nunca nadie se subirá a las melenas de Fran porque allí estará Baxter para evitarlo.

    Y en la pared,  entre las dos ventanas, hemos visto la reproducción de Los tres músicos de Picasso. El cuadro cubista también anuncia el futuro cercano del Cine. Me refiero al cine de Alain Resnais, de Alain Robbe-Grillet, de John Cassavetes, de Jean Claud Godard. Porque The Apartment es una película naturalista. Y es que de lo que se trata no es de hacerlo de algún obligatorio estilo o modo sino de hacerlo bien. Y aquí Willy Wilder lo ha hecho genial.

    El blog del autor:   http://bathtubsinfilms.blogspot.com.es/

 Nota de la redacción: Tenemos la suerte de poder contar en esta sección de cine del Pollo Urbano con la singular  colaboración del amigo, profesor y escritor José María Bardavío.    De su blog: “Las bañeras en el cine” vamos a ir acercando a nuestros lectores amantes del mismo estas apreciaciones sicoanalíticas  de algunas películas  que , sin duda, forman parte de nuestras vidas. Y todo ello se hará a través de este apartado que hemos decido llamar:  “Desde el diván”. Gracias al profesor por su generosidad y enhorabuena a los polleros enamorados del cine.

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