Solo se vive una vez (20)

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Por Don Quiterio

     “Se nos ha ido Pepe, Pepito, Ulises, el Caballo, Mr. Pickwick (mi apelativo personal)… Se nos ha ido José Pérez Gállego, una de las plumas más brillantes del Heraldo, donde empezó a firmar en los cincuenta, cuando sustituyó a Borau en la crítica de cine; primero como Ulises, luego con sus siglas, que tenían su aquel, porque eran una clave de su valoración de las películas, según firmara con un simple P.G., como P. Gállego o como J. Pérez Gállego, en creciente calificación.

   Después de su etapa de ilustrado filméfilo, volvió a sustituir a Borau, su gran amigo, como corresponsal en Madrid de nuestro periódico. Más tarde, en su última etapa, Pepe no dejó de deleitarnos con su jugosa prosa en cientos de crónicas que se han prolongado hasta nuestros días”.

   Con estas palabras despide Juan Domínguez Lasierra a su amigo José Pérez Gállego, crítico de cine en el decano de la letra impresa aragonesa desde 1956 (con la reseña de ‘La portera de la fábrica’) a 1963 (con la de ‘El terror de los bárbaros’), un periodista de vasta cultura –como su hermano Cándido o su tío Julián Gállego, ya desaparecidos- que informaba deleitando en cualquier cosa que escribiera (cine, literatura, arte, gastronomía, sociedad), siempre con humor e ironía. Se marchó a Madrid, a una agencia de publicidad, y le sustituyó en la crítica de películas el también zaragozano José Luis Borau, quien, al tiempo, también se afincó en la capital para trabajar en el instituto de investigaciones cinematográficas. A este le sustituyó el gran Joaquín Aranda, un renacentista de las artes y las letras también desaparecido. Es cuando coge las riendas de la crítica de cine en el Heraldo Carmen Puyó, todavía en boga. Cualquier tiempo pasado fue… anterior.

    También nos ha dicho adiós Julián Muro, el que fuera director durante veinte años y presidente del consejo de administración de Radio Zaragoza. Hermano de Pilar Muro, viuda de Publio Cordón, y de Jesús, que fue consejero en el gobierno de José Marco, era registrador de la propiedad de profesión, aunque había ejercido también como procurador en Cortes, entre 1971 y 1977, en representación de la familia. Dirigió la emisora propiedad de su familia y se asoció con el grupo Prisa hasta que esta compró las acciones y la incorporó a la cadena Ser. El primer contacto de Julián Muro con el cine fue a propósito de un documental que él produjo con el respaldo de Radio Zaragoza, ‘Los sitiados’ (José Grañena, 1957).

    Muro influyó de forma determinante en la fundación de Moncayo Films, productora aragonesa de la que fue director de producción de todas las películas e intervino asimismo en algunos guiones junto a Emilio Alfaro. Otros integrantes de la empresa fueron José Luis Pomarón, Víctor Monreal, José Antonio Duce o Manuel Rotellar. Y, entre 1962 y 1968, se produjeron nueve películas, formadas por cinco cortometrajes –uno de Duce (‘Zaragoza, ciudad inmortal’) y el resto de Pomarón (‘El Duero nace en Soria’, ‘Teruel, ciudad de los amantes’, ‘Zaragoza’, ‘Cualquier tiempo pasado’, ‘Balón de playa’)- y cuatro largometrajes de ficción: ‘Muere una mujer’, de Mario Camus (con guion del oscense Carlos Saura); ‘El rostro del asesino’, de Pedro Lazaga; ‘Culpable para un delito’, de Duce, y ‘El magnífico Tony Carrera’, de José Antonio de la Loma.

    Otro que nos ha dicho adiós ha sido el actor murciano Ramón Centenero, de gran corpulencia física (llegó a ser campeón de salto de pértiga y de lanzamiento de disco), que desarrolló una larga carrera en el cine y en el teatro. Participó en ‘Lawrence de Arabia’ y ‘Alejandro Magno’, entre otras superproducciones. También fue miembro de la compañía de Sara Montiel, con la que trabajó en las películas ‘Esa mujer’ y ‘Varietés’. En el melodrama seudohistórico ‘Las hijas del Cid’ (1962), una coproducción hispanoitaliana dirigida por Miguel Iglesias al socaire del éxito de ‘El Cid’ (Anthony Mann, 1961), Centenero hace un pequeño papel en un reparto liderado por el zaragozano José Luis Pellicena, una de las mejores voces nacionales.

    Otra coproducción en la que participó Ramón Centenero fue ‘Cartas boca arriba’ (1966), un título muy buñueliano de Jesús Franco, con guion de Jean-Claude Carrière (con quien trabajó igualmente en ‘Miss Muerte’) e interpretación de Fernando Rey junto a Eddie Constantine, la historia de un malvado científico que posee la facultad de convertir a las personas en peleles a sus órdenes. En ‘El ataque de los muertos sin ojos’ (Amando de Ossorio, 1972), con música del turolense Antón García Abril, el actor murciano interpretó un papel junto al zaragozano Fernando Sancho, continuación de ‘La noche del terror ciego’, realizada un año antes por el propio De Ossorio y con banda sonora igualmente de García Abril. Interviene igualmente en ‘Todos los gritos del silencio’ (Ramón Barco, 1974), un filme verdaderamente malo fotografiado por el zaragozano Emilio Foriscot. En el llamado ‘giallo’ –hibridación entre el thriller y el horror nacido del italiano Mario Bava- Ramón Centenero trabajó asiduamente a las órdenes de León Klimovsky o Carlos Aured.

    Y lo que era un secreto a voces, al final se hizo realidad. Otro histórico desaparece: el cine Elíseos. Fue inaugurado el veintidós de diciembre de 1944 con el estreno de ‘Me casé con una bruja’ (1942), de René Clair, y las obras estuvieron a cargo del arquitecto Teodoro Ríos Balaguer. Un año después se celebró la primera sesión del cineclub Zaragoza, uno de los más influyentes de España. En 1967 se convirtió en la primera sala de arte y ensayo de la capital aragonesa y entre 1987 y 1992 sirvió temporalmente como sede de la filmoteca de la ciudad. En 1993, el arquitecto José Miguel de Yarza Nordmark recuperó el esplendor de la sala, con sus mármoles, sus maderas, sus latones, sus terciopelos de acabados artesanales. Su último pase fue el siete de agosto de 2014 con el estreno del filme de Belén Macías ‘Marsella’.

    El Cinema Elíseos, pues, sanseacabó. Su cierre nos deja un poco más huérfanos en una ciudad que llegó a ser en cierta época una gran capital de la exhibición, como bien disfrutaron José Pérez Gállego, José Luis Borau o Joaquín Aranda, el trío de la bencina. Valgan estos versos del cordobés Pablo García Baena –fundador de la insólita revista ‘Cántico’- como despedida a ese palacio cinematográfico zaragozano, el que más le gustaba al que esto escribe junto al también extinto Latino: “Impares. Fila 13. Butaca 3. Te espero / como siempre. Tú sabes que estoy aquí. Te espero. / A través de un oscuro bosque de ilusionismo / llegarás, si traído por el haz nigromántico / o por el sueño triste de mis ojos / donde alientas, oh lámpara temblorosa en el cuévano / profundo de la noche, amor, amor ya mío”. Cualquier tiempo pasado fue… anterior.

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