Por Don Quiterio
No puedo hablar de decepción porque no esperaba mucho de “Mami Blue” (2011), de Miguel Ángel Calvo Buttini, una de esas malas ideas obligadas a resultar graciosas más allá de su pobre premisa argumental.
La idea del viaje propicia los consabidos tópicos en esta comedia de carretera pretendidamente alocada y gamberra que rinde homenaje –es un decir- a “Loca evasión” y sus persecuciones automovilísticas. O a la estela –otro decir- dejada en su día por Juanma Bajo Ulloa con “Airbag”. Sí puedo hablar de conmiseración. Esta palabra es muy rara. Es sinónimo de lástima, piedad, clemencia, compasión. Pues eso, hay días que uno debe tirar de todo su caudal de conmiseración para soportarse frente a una pantalla de una sala de cine. ¿Conmiseración con uno mismo o con lo que ve? A ratos.
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“Mami Blue”, de cuyo autor ya conocíamos el cortometraje “La mudanza” (2000) y su primer largo titulado “Dos rivales muy iguales” (2007), se ha estrenado recientemente por el circuito comercial en la capital aragonesa y en otros puntos de la geografía española. Interpretada por María Alfonso Rosso, Lorena Vindel, Fele Martínez, Chus Lampreave, Ruth Gabriel y Txema Blasco, la película –por así decir- cuenta la historia de una anciana, cuyo hijo quiere confinarla en una residencia contra su voluntad, y una joven hondureña, que la cuida, y deciden escapar juntas con el coche del novio mafioso de ésta, sin saber que en él va un cargamento a causa del cual van a ser incansablemente perseguidas por una banda de traficantes y una pareja de la Guardia Civil.
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Como cada Thelma encuentra tarde o temprano a su Louise, la protagonista hace causa común con su cuidadora. Pero si el guión que escribiera Callie Khouri para Ridley Scott hacía aguas por su maniqueísmo, el que nos ocupa es simplemente bochornoso. Yo no sé si la idea de la territorialidad tiende a la exaltación, a la afinidad, al compadreo, pero todos los “expertos” locales en materia cinematográfica, de una manera alegre y aduladora, han utilizado parabienes en la inexistente realización de Calvo Buttini, en los términos de “brillante ejercicio de estilo al modo norteamericano”, “trabajo realizado con mucho cariño y profesionalidad”, “propuesta interesante”. Y bla, bla, bla…
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Si todo es interesante, queridos expertos, nada es trascendente ni importante. Que los zaragozanos José Luis Gimeno, Enrique Salvador y Germán Gimeno y el tudelano Miguel Ángel Calvo Buttini, socios fundadores de las distribuidora “La Luna de Tantán”, sean los responsables de esta disparatada aventura cinematográfica no significa que todo valga. Conocer es una de las mejores maneras de adquirir una visión crítica. Otra cosa es el punto de vista del que ejerce la acción crítica. No es posible la asepsia ni la equidistancia. Las cartas boca arriba, la denominación de origen, la idea de la territorialidad, las credenciales, van conformando la credibilidad. La objetividad no debe confundirse con el todo vale. Estos “expertos” locales necesitan de un amor pasional como vacuna contra toda rutina, amiguismo o conformismo.
Y aunque siempre habrá un tipo de público dispuesto a divertirse con historias rodantes mientres queden carreteras por las que perderse, huyendo de una realidad urbana que no incita precisamente al sedentarismo, “Mami Blue” no consigue sus propósitos. Pretende ser una “road movie” que combina el “thriller” y la comedia, una suerte de alocado canto a la vida en el que van entrando más personajes, cuando dos mujeres se escapan para conseguir la libertad que no tienen en sus vidas. Pero todo queda en agua de borrajas y el resultado es un engendro de armas tomar: guión demencial, dirección inexistente, rodaje improvisado, producción mísera, interpretaciones esperpénticas, personajes absolutamente “frikis”, diálogos para besugos y humor subnormal. La caspa está servida.
Y para no confundirnos, el veterano José Vanaclocha, redactor jefe de “Cartelera Turia”, se plantea, con ocasión de su estreno en Valencia, numerosas incógnitas: “¿Qué hacen en medio de esta basura Fele Martínez, Ruth Gabriel y Chus Lampreave? ¿Tan mal está la profesión para tener que aceptar lo que sea para poder comer? ¿Alguien ha osado producirla? ¿Por qué la han filmado? ¿Cómo han logrado distribuirla? ¿Qué virtudes le han reconocido para aceptar estrenarla en pantallas comerciales?”
Sólo se aprende a través del fracaso y lo que se aprende es la importancia de la previsión. El cine es cine, y lo contrario, lo que no lo es, nunca lo será, y el emperador irá desnudo por mucho que se pretenda admirar la riqueza de sus inexistentes ropajes.