Mundo al revés / Gonzalo del Campo


Por Gonzalo del Campo

      Ya no tengo palabras. Me confieso vencido, casi, por el tedio que me produce el odio que destilan las palabras…

…cuando solo pretenden derribar al contrario, sin importar que sean una tortura china de mentiras, gota a gota incesante de desprecio absoluto a la verdad y sobre todo un ejercicio inútil de vacuidad total, donde todo se olvida, salvo la aspiración obscena a ejercer el poder.

    Igual que una mortaja puesta sobre un cadáver, se tienden los discursos, para que no se note la presencia insoslayable de la muerte, cuando el muerto en cuestión somos la mayoría, la sociedad entera.  Y no me refiero solamente, ni sobre  todo, a la dichosa pandemia que ocupa día a día las noticias, renovando el miedo. Es el trasfondo de todo ello que, otra vez, se aparca, para dejar a la  vista de todos ese circo macabro, al que todos miramos, porque junto al coronavirus, es lo único que exhiben los medios en portada. La reyerta verbal de cada día, las palabras más gruesas, los insultos más salidos de tono y últimamente ya las amenazas, como si en vez de la casa de todos donde acuden los servidores públicos, el Parlamento fuese un club de lucha lenguaraz, donde el que más gorda la suelta tiene el premio de salir en los medios con más bombo y platillo, para así remover un poco más el avispero de los hooligans que jalean a uno y otro bando.

    Piden la libertad, con gesto autoritario, los genuinos herederos de los que la negaron tanto tiempo. Es el mundo al revés, cuando VOX, nuestro Amanecer Dorado hispano, dice querer librar al país de la tiranía del social-comunismo, resucitando viejos contubernios obsesivos, agitando fantasmas bolcheviques y bolivarianos y profiriendo chulescos avisos, de auténticos macarras callejeros.

   La Sanidad es un tema inexistente que, en todo caso, se utiliza tan solo como   arma, mientras el personal sanitario se ve abocado a protestar y a hacer huelga, de olvidados que están. La Educación ha desaparecido y por todas partes se denuncia la falta de medios, de epis y mascarillas, de acceso mínimo a internet, como en San Juan de Plan. ¿Para qué hablar de la creciente pobreza que cada vez afecta a más gente, incluso disponiendo de trabajo? ¿Por qué dignarse a tratar de ver cómo afrontar el paro si ellos no tienen ese problema? Ni siquiera la pandemia es un tema para alcanzar acuerdos, treguas, armisticios, qué sé yo…

      Es la guerra total, el vale todo, la mentira esgrimida como método, arrojada a voz en grito y jaleada por los miembros de la secta, contra los contrarios, que aparecen, cada vez más, como enemigos. Interesa tan solo ver quien tiene más gorda su bandera, quien agita mejor el miedo al diferente, intentando normalizar la xenofobia. Se juega otra vez a los que nunca se ha dejado de jugar al y tú más corrupto. Para tapar vergüenzas propias y vigas en el ojo propio se señalan con saña pajas en ojo ajeno y se grita mucho al señalarlas, mientras se da la vuelta con descaro a sentencias judiciales que dejan al descubierto la podredumbre crónica de aquellos que berrean.

  Se defiende Madrid   como si fuera el último bastión contra los nuevos rojos que quieren anular la libertad de acudir al cortijo o al chalet, cuando a los pijos les salga de sus partes. Ellos, a los que apenas les ha cambiado nada, porque ni están en paro, ni temen un desahucio, ni les dan palos cuando se manifiestan, ni se ven obligados a coger el autobús ni el metro, ni tienen a sus hijos en colegios públicos sin medios, ni siquiera se ven obligados a acudir a la Sanidad Pública, son los que más palos ponen en las ruedas para que nada funcione.

    Si en algo hay unanimidad entre la gente, es en la idea de que entre los políticos de nuestro parlamento el diálogo no existe en el tiempo que más se necesita. Está clínicamente muerto. Los pronósticos nos llevan a la UVI de cabeza como sociedad y los médicos (es decir los políticos a escala nacional) se han desentendido de cualquier tratamiento para atajar los síntomas y cualquier herida abierta, de las muchas que hay visibles.

  Si esa actitud no cambia de aquí a poco y en vez de blandir los bisturís unos contra otros, no atienden al paciente de una vez y se ponen de acuerdo en atajar sus males, el cáncer que, sin duda, tenemos como sociedad y como especie (aunque ese es otro tema), se extenderá aún más de forma irremediable y nuestro menor problema será el coronavirus.

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