El crepúsculo de los ídolos (iconoclastia) / Manuel Medrano


Por Manuel Medrano
http://manuelmedrano.wordpress.com

    Oh, qué bien, ser “influencer”, “celebrity”, recibir entrenamiento de un “coach”, tararí, tarará.

     Mucho pendejo suelto, mucho huevón. Pero vamos a ver, Putin aún se molesta en cultivar una cierta imagen de rocoso, enérgico, piedra angular sobre la que se sustenta el poder y el renacer de la Madre Rusia, pero Trump ni eso. Trump es el ejemplo perfecto que nos permite poner en duda la utilidad real de los “headhunters” y del “coaching”. El presidente de Estados Unidos no ha sido entrenado para vencer estilo muñeco/a teledirigido, sino que es al revés, siendo conocedor de la forma de pensar y los anhelos de la América tradicional y patriótica, que en gran medida comparte, promovió y fomenta su conexión con esa población, lo que le llevó y llevará al triunfo.

    El empresario Donald Trump no ha sido encontrado por un cazatalentos dentro de una formación volcánica cual gema refulgente, ya estaba ahí, y se está pasando por el arco del triunfo a los niños bonitos, los diseñados y plastificados, los productitos del coaching, de su partido y del otro. Y es un influencer con sus tuits, que marcan líneas y posiciones políticas a veces gruesas e importantes, y esto sin un canal de vídeos donde enseñar dentadura, modelitos y gesticulación. Que es una celebrity resulta obvio, y grande, gracias a sus amigos y aún más a sus enemigos.

    De Vladimir Putin, abogado y, en su juventud, miembro del servicio de inteligencia del KGB, se puede decir mucho pero viene a resultar lo mismo que con Trump: conecta con sus conciudadanos porque piensa como ellos, tiene iguales aspiraciones, y en occidente no paramos de decir en los medios que es muy criticado. Y lo es, precisamente en occidente, pero tiene un apoyo enorme, por el contrario, en Rusia (y otros países de Europa oriental).

    Vengo a querer decir que el viejo estilo, el del líder no escogido por los diosecillos de la selección política, el que destaca como potencial candidato por su empatía, implicación e imbricación social, va y funciona ahora como siempre. Es lo mejor y más natural, es el equivalente en política a los “productos ecológicos” en alimentación: sin conservantes, colorantes, fertilizantes químicos ni pesticidas.

    Y voy a terminar hablando de juventud, para continuar derribando iconos. A ver si dejamos de oír y decir chorradas de una vez. Vladimir Putin tiene 67 años. Donald Trump tiene 73 años. Su vicepresidente Mike Pence 60 años (un chaval). Sus principales adversarios demócratas: Bernie Sanders 78 años; Joe Biden 77 años; Michael Bloomberg 78 años. Como entremos en el absurdo de valorar sistemáticamente la escasa edad como un activo, sólo por el guarismo que la representa, acabaremos profundizando en nuestra idiocracia particular hasta llegar al fondo.

     Aún habrá que volver a resucitar a los Panteras Grises, para dar una lección de humildad y sabiduría al ignorante. Comenzaremos, como adelanto, ilustrando el tema: Leónidas, rey de Esparta, acudió en el año 480 a.C. con 300 guerreros espartanos para hacer frente al inmenso ejército persa de Jerjes I. Combatieron en la Batalla de las Termópilas. Su gesta, su valor y su sacrificio siempre serán recordados. Leónidas, en ese momento, tenía 60 años.

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