Sobresaltos cotidianos / Eugenio Mateo


Por Eugenio Mateo
http://eugeniomateo.blogspot.com/

      Hay días que uno está para pocas bromas.

      Juzguen ustedes si a la vista de las amenazas que nos circundan no es para menos. De repente, la Humanidad se acobarda por una cepa de gripe cuya propagación y “virulencia” acapara todas las noticias. Hoy recibía un video por WhatsApp en el que se nos ilustraba cómo, a partir de una simple servilleta, se puede confeccionar una mascarilla casera. Los hay con sorna…o con demasiado tiempo para pensar en chorradas. Siendo mal pensado, se atisbaría una jugada siniestra que tiene como fin demostrar lo poco que somos. Si la Gripe Española (Influenzavirus A HIN1), que curiosamente no comenzó en España, sino en Francia o China en 1918 y se llevó por delante a más de 40 millones de personas. Si la Gripe Asiática (Influenzavirus A H2N2), se inició en Pekin en 1957 y rápidamente se convirtió en pandemia, con 2 millones de muertos. Si luego, en 1968, surgió la tercera pandemia conocida como Gripe de Hong Kong (Influenzavirus A H3N2) con un saldo de un millón de víctimas mortales. Si añadiéramos la Gripe Aviar (Influenza Aviaria A H5N1), en dos brotes, en 1997 y 2003, con cerca de 300 fallecidos (recordamos la alarma que se generó entonces y del ingente acopio de vacunas que el Gobierno español hizo sin tener que utilizarlas después), la Gripe Porcina y todas las cepas gripales que nos recorren año tras año, el trasunto del Coronavirus (CoV), familia de virus que causan desde el catarro común hasta más graves enfermedades, no debe ser tomado a broma, aunque sí con las necesarias reservas. Lo malo del maldito virus es que de momento no tiene vacuna puesto que es una cepa desconocida que al parecer mutó desde un animal a un ser humano, y que contumazmente, al igual que en las tres pandemias de gripe del siglo XX, se localiza en China. ˗˗ ¡Cuántas sorpresas nos depararán todavía estos chinos! ˗˗  

     Yo no creo en las teorías de la conspiración, ni en manos anónimas inoculando el virus a la pobre gente de un país con el que algunos están en guerra comercial o en una eufemística tregua. No se debería ser tan malo, en el caso de que a alguien se le hubiera podido ocurrir tal maldad de lesa humanidad. Me resisto a creerlo, qué quieren, porque el hecho objetivo es que los muertos por Coronavirus hasta la fecha son unos escasos miles de ciudadanos del Orbe. Cada año, los fallecidos por gripe en todo el mundo están entre los 250.000 a 500.000. En España, cada año fallecen unos 15.000 compatriotas. Todo esto según la OMS. Además, los grupos de riesgo se circunscriben a circunstancias específicas. Es cierto que no debería extrañar que al igual que la gripe común, el Coronavirus (COVID-19) se propague por nuevos países a toda velocidad, teniendo en cuenta cómo la globalización ha conseguido abrir las fronteras y nos movemos por el mundo como si tal cosa. Al igual que no se pueden poner puertas al campo, no se puede impedir que uno se contagie viajando por ahí a menos de recluirse en su cuarto, provisto de una mascarilla antinuclear, y a cal y canto. Igual alguno está pensando en ello, pues siempre los hubo alarmistas o caguetas, pero, a mí, todo esto de la alarma social me lleva a concluir que somos una sociedad en extinción, no ya por los peligros, de todo pelaje, sino porque vivimos permanente en vilo, dudando de todo y de todos, indefensos y melindrosos. En fin, que cualquier día veremos a nuestros vecinos de escalera saludarnos con mascarilla, como esos japoneses que nos visitan o con los que nos cruzamos por los aeropuertos desde hace tiempo, y como la psicosis puede ser colectiva, vamos a ver si no acabamos todos encerrados en casa haciendo bueno al toque de queda.

    De sobresalto en sobresalto me muevo sin poderlo remediar. Nunca he sabido jugar bien al guiñote, lo confieso, y añado que a ningún juego de naipes. Soy así de soso. Y de pronto me entero de que el guiñote podría ser declarado bien inmaterial de la humanidad, si los señores de un partido que aspira a conseguir el poder para que no haya más partidos, consiguieran que se tuviera en cuenta su iniciativa. ¡Qué cachondos! ¿Qué otra cosa se puede decir de estas mentes privilegiadas? La cuestión es que me debato entre ser considerado inadaptado social o aprender a jugar de una vez y frecuentar las partidas con copa y puro al filo de la siesta, en la mejor tradición de una idiosincrasia racial y rancia con la que al parecer nos distinguimos los aragoneses, pues aragonés es el diputado autor de la iniciativa sobre este juego, que, en sus palabras, contribuye a la identidad comunitaria de Aragón.  Qué pocas cosas debe tener que hacer este buen hombre. Todo esto de los partidos, único sistema de control del poder y fundamento de la Democracia, pese a quien le pese, produce taquicardias si se deja al corazón la iniciativa que debería ser de la razón. Así, produce sobresalto el lenguaje bronco y barriobajero con el que se regalan los oídos nuestros próceres. Ojalá no alcance el aceite la temperatura del punto de humeo y se queme la sartén. A ciertos partidos no les faltan ganas.  Claro que por la boca muere el pez, y hacer promesas a calzón bajado lo hace cualquiera.

    Esta mañana, de gestiones por la ciudad deshabitada, parafraseando a mi querido compadre Fernando Morlanes, poeta él, y de los buenos, he tenido la sorpresa, que no sobresalto, de ver  a las grullas sobre mi cabeza volando de regreso a sus Nortes por el cielo de la ciudad. Me he sentido momentáneamente contento: la vida continúa… menos mal. A pesar de las histerias.

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