Muerte digna / Miguel Clavero

or Miguel Clavero

Falta poco para que amanezca.  Desde la calle junto a la basílica, con mis amigos Noly y Miguel  asomados a la barandilla, contemplo orgulloso y con lágrimas de emoción…

…el extraordinario  espectáculo que justo enfrente se está produciendo, en la otra orilla del Ebro, en Zaragoza: una inmensa fogata con llamas de hasta treinta metros iluminan triunfales en la oscuridad.  No tardarán en oírse las sirenas de la policía y los bomberos…

     Ellos lo han hecho posible.  Por fin me libero de una insoportable carga que no estaba dispuesto a asumir.  Me ayudaron en todo y ahora, en los momentos más decisivos han sido capaces de estar a la altura de las circunstancias. Gracias chicos.  Siento que mi espíritu, al fin libre, forma parte del todo y ya anida en vuestros corazones. 

   Cuatro horas antes…

     Bar Utopía: música heavy metal  y rock a todo volumen.  Junto a Óscar, postrado en su silla de ruedas, se encontraban sus amigos sentados a su alrededor en banquetas y junto a la barra,  por si tenían que pedir la penúltima ronda de jarras de cerveza.  Ese día que no había mucha clientela, el dueño del ‘garito’ conocedor de las circunstancias extraordinarias por las que se habían reunido  había dejado fumar dentro: cigarrillos de tabaco y también otro tipo  cigarrillos que llevaban algo más que tabaco.

—Pásale el porro al Óscar joder! esta noche lo va a necesitar más que tú. —le pidió Noly a Miguel que estaban sentados al lado de la silla de Óscar.

     Con gestos y sonidos guturales de aprobación, pues su deterioro cognitivo hacía ya que  no pudiera expresarse de manera verbal, se afanó en recoger el cigarro de hachís para darle unas profundas caladas, como si quisiera que el humo le llegara a lo más profundo de su, cada vez más,  deteriorado cerebro, ahí donde ese maligno tumor,  diagnosticado como el más agresivo que se conoce, estaba destrozándole la vida.  Como si quisiera que el humo del porro le redimiese  de todo mal y, en realidad, era lo único que paliaba los efectos perniciosos  de su tratamiento de quimioterapia.

      Aunque ya todo daba igual: los médicos no le daban más de ocho meses de vida.  Ese maldito tumor malo como el mismísimo Satanás lo estaba carcomiendo por dentro privándolo, cada vez más, de las funciones vitales más elementales.  Ningún tratamiento podía ser eficaz.

—Bueno chavales  —exclamo Miguel—, la última ronda de cervezas y después nos vamos.  Cada uno ya sabe lo que tiene encomendado.  Estás de acuerdo Óscar?  —con un movimiento espasmódico de su cuerpo vino a decir que sí, que estaba preparado, pues al menos el oído, que es la última facultad que se pierde, todavía la conservaba.

   Miguel y Noly extenuados del esfuerzo ya habían colocado el último fardo de leña y descansaban a orillas del Ebro mientras repasaban mentalmente todos los detalles de la operación: veinticinco litros de gasoil; veinticinco de gasolina…  Sí, ya estaba todo preparado.  Al rato vinieron los demás junto con Óscar:

—Alvarito has traído el revólver? —preguntó Noly.

—Claro —Pues démonos prisa antes de que venga la ‘pasma’.

     Le entregaron el arma a Óscar y tras despedirse de todos se puso el revólver debajo de la mandíbula y sin mayor dilación se pegó un tiro que produjo un caótico vuelo masivo de palomas que seguramente estarían durmiendo a esas horas.

    Acto seguido entre todos dispusieron el cadáver en lo alto de la pira funeraria y le colocaron dos euros, uno en cada ojo, como pago al barquero del Hades. 

   Óvolos que según ancestrales rituales aseguraban cruzar el río Aqueronte y llegar a la otra orilla con éxito. 

   Después le prendieron fuego iluminándo la oscuridad y hasta la misma muerte y salieron de ahí como almas que lleva el diablo.

 

   Porque yo Óscar, pertenezco a esa clase de hombres y mujeres  que eligieron vivir libres y quise que mi muerte fuera de la misma manera: autogestionada, digna y con valentía, si bien son éstas virtudes que poco a poco deben ir construyéndose en uno mismo.

   Yo, ahora que junto a mis amigos contemplo la luz, desde la otra orilla, elevo  mi  espíritu hacia la eternidad…

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