Una gran decepción / Dionisio Sánchez

PDionisio8

Por Dionisio Sánchez R.
Director del Pollo Urbano
elpollo@elpollourbano.net

     Que la Transición española nacía coja no era  ningún secreto para nadie. Los más creíamos que esa cojera se iría corrigiendo poco a poco por el uso de la prótesis que habría de llevar día a día durante mucho tiempo y que el uso democrático de la misma y que haríamos entre todos  la iría engrasando hasta conseguir que los pasos parecieran  libres de cinchas y herrajes.

   Un primer chirrido producido por el aparato ortopédico  era que, de partida, hubiera varias clases de trabajadores y que los sindicatos se entregaran en cuerpo y alma solo a los privilegiados que eran, a saber, los funcionarios y los currantes de las grandes empresas, con excepción siempre de El Corte Inglés que jamás dejó que en sus filas prendiera la llama sindical y aún hoy creo que Jesús Membrado, el que fuera secretario general de la UGT aragonesa, sigue soñando con  bajar la persiana de la entrada al establecimiento por Sagasta cada 1º de mayo. Los trabajadores autónomos a día de hoy, siguen sin existir para nadie con mando en plaza. Son como unos lixiviados que segrega  el compostaje empresarial y aunque se le reconoce su valor para el mantenimiento de la parte baja del sistema, lo mejor que posee es su capacidad para engrosar, temeroso y religiosamente, las arcas de la hacienda  pública.

   Pese a todo, allí se fraguó que enseñantes, sanitarios y demás funcionarios públicos disfrutaran de unos privilegios faraónicos en una sociedad, como la nuestra hoy, al borde del colapso.

   Naturalmente este primer rechinar  enseguida fue acompañado por otros crujidos de mayor o menor intensidad a medida que la democracia, lejos de irse perfeccionando, entraba en barrena por el agujero negro que la pasta fácil produce a su alrededor, máxime cuando los que la huelen han ido caninos al abrazo de la responsabilidad política. La ingratitud del mundo laboral normal, de los que tenían oficios  de gente llana: pescateros, vendedores de máquinas de escribir, porteros de discoteca, estudiantes  nocturnos, etc. pronto hizo reflexionar a los “neo” políticos de la izquierda (que era de donde provenían) que para dedicarse a la cosa pública, los trabajadores del común no tenían hueco porque al cabo de la legislatura su pescadería ya no existía, la empresa de las máquinas de escribir lo había sustituído por otro currante y la discoteca había cerrado. La conclusión era evidente: a la política solo se pueden dedicar los ricos o los funcionarios. De ese modo, rápidamente llegaron por la izquierda maestros, profesores de instituto, de universidad….Todos ellos, naturalmente, con plaza en excedencia. Y, cómo no, los bachilleres y obreretes sin titulación pero con la mano encallecida de portar la pancarta enseguida trincaron destinos a dedo  y otras misiones auxiliares,  que procuraban consolidar en cuanto la ocasión que facilitaban sus jefes en las instituciones que dominaban, se volvía calva.

   Así las cosas, tras  tantos años de hartazgo de  la gente corriente de ver vivir a nuestros representantes  y sus amigos de bodega como unos marqueses, hastiados  de ver como unos disfrutan de moscosos y ellos se los comen  duros, estomagada de contemplar privilegios para unos y ayudas  sociales para otros y jorobados por  tener que pagar religiosamente impuestos indecentes y rentas palaciegas  o verse embargados  o desahuciados, se   comienza a escuchar  en la lejanía una  trompetas y timbales que anuncian la llegada de la gran horda juvenil de Podemos. Un vendaval de aire fresco e ideas solidarias, verdes, generosas y sostenibles ….¡Quiá!

   Después de tanta fanfarria que les precedía y a  la primera de cambio y cumplido el periplo  por los platós que los medios de la derecha  les facilitan para que asomen el morro, se les comienza a ver el plumero y, de nuevo,  ya tenemos aquí a los profesores un¡versitarios  que antes “hicieron la Transición”  (para acabar de catedráticos), y ahora, unos parecidos y rejuvenecidos,  nos quieren hacer funcionarios a todos, pero nosotros a 400 € y ellos con su contador profesional , naturalmente en excedencia, dando más vueltas que un pirulo para alcanzar sueldos de eminencias ¡Venga ya!

    Si hubiéramos  visto a Echenique o a Pablo Iglesias subidos en un pedestal en la plaza del Pilar renunciando a su condición de funcionarios para abrazar a los tristes obreros en paro o con nóminas de risa, pero aportando sus hombros ,desnudos de haberes públicos , como gran arma de ejemplo para comenzar a cambiar la sociedad… algunos les votaríamos muy gustosos. Pero a un funcionario en excedencia, ¡por favor!, que lo vote su departamento universitario que es del que cobra.

    De esos, funcionarios con pico de oro, ya  tenemos un buen mogollón y han sido incapaces de hacer otra cosa  que no sea  engrasar cada cuatro años el viejo aparato ortopédico que, por cierto, se está cayendo a trozos.

   Amigos, compañeros y camaradas, ¡a caballo, yihiiiii! ¡Salud!

Artículos relacionados :