Filosofía Vital / María Dubón

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Por María Dubón

    Confieso que llevo unos años agobiada. Desde que perdí mi empleo, el futuro es una fuente de incertidumbre que ha transformado mi carácter y me ha vuelto negativa.
    Antes de la crisis cualquier persona podía hacer planes sobre su vida y tenía muchas probabilidades de llevarlos a cabo. Estudiar, encontrar un buen empleo, comprarse un coche, emparejarse, adquirir una vivienda, formar una familia, disfrutar de una merecida jubilación y de un tiempo para sí misma… Pero ahora todo ha cambiado.

    El mundo se transforma a una velocidad vertiginosa y nuestros planes se esfuman al mismo ritmo. Cuesta arrancar un proyecto en un entorno impredecible. Recibimos noticias contradictorias. No sabemos a qué atenernos. Y nuestro cerebro necesita saber para poder funcionar sobre unas bases seguras. Por eso nuestra cabeza se llena de inseguridad y miedo. No vemos un camino claro, por dónde tirar. La angustia vital nos roba la tranquilidad.
En este nuevo entorno, ¿qué hacemos? ¿Cómo recuperar un optimismo realista? ¿Podemos controlar nuestra vida? ¿Recuperaremos la felicidad? Desgraciadamente, los seres humanos solo disponemos de una única certeza: vamos a morir. El resto está en el aire, en manos de dios, del azar, del destino… Pongan ustedes el nombre que quieran. ¿Por qué nos amargamos entonces?

     El futuro está por venir, no sabemos nada de él. Puede atropellarnos un camión o que seamos los ganadores del Euromillón. En cuestión de segundos la situación da un vuelco inesperado, para bien o para mal, y desbarata nuestras intenciones.

    Carpe diem parece un buen consejo para aplicarlo a estos tiempos cambiantes.

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