El dinero protegido: perpetuar la desigualdad / Antonio Tausiet


Por Antonio Tausiet
www.tausiet.com

    El 60 por ciento del capital mundial está camuflado para no aportar dinero a los estados. Esto quiere decir que la sanidad, las carreteras, los colegios, los transportes públicos, las pensiones (y también la apropiación indebida) son financiados por las personas que tienen menos dinero. Los ricos poseen sus propios mecanismos para no pagar, una vez que han conseguido sus grandes fortunas, en la mayor parte de los casos a través de la explotación o extorsión ajenas, cuando no mediante simples estafas a gran escala. Veamos algunas prácticas de evasión fiscal y camuflaje de capitales.

Sociedades offshore

     Cuando se tiene mucho dinero, se constituyen sociedades. Es el primer paso para no ser identificado y así no aportar la parte correspondiente al conjunto de la población. Estas sociedades legales (empresas que no realizan ninguna actividad) afirman tener sus lugares de negocio en otros países. Los territorios donde actúan son los llamados paraísos fiscales, en los que no tienen que pagar impuestos. Muchos son ex colonias británicas, aunque hay también otros casos, como los de Panamá o Andorra. Por supuesto, el dinero se deposita en bancos también extranjeros, y se dispone de él sin control desde el lugar real de residencia.

    Un mecanismo que se ha puesto de moda a través de las vidas aireadas de personas célebres es el de la residencia ficticia en el extranjero. Simplemente se consigue que un paraíso fiscal te considere su habitante sobre el papel, y las leyes e impuestos de tu país real ya no te incumben. Esta práctica es la máxima simplificación de la anterior, pero no procura el deseado anonimato para el defraudador sin escrúpulos.

Fundaciones

    Sin necesidad de buscar localizaciones falsas, los grandes capitales pueden también constituir una fundación. En teoría, las fundaciones son sociedades sin ánimo de lucro para gestionar dinero que se emplea en el bien común, por lo que gozan de exenciones fiscales. En la práctica, se trata de una sencilla manera de ocultar capitales al porcentaje obligado al bien común. Si se sigue el sencillo proceso de formar una Sociedad Anónima y luego inscribirla como promotora de una fundación, el nombre de los que perpetúan la hambruna y la miseria queda perfectamente ocultado.

    Además de preservar todo el dinero, las fundaciones también hacen que éste aumente. Aunque supuestamente no pueden realizar actividades comerciales, basta con camuflarlas como cursos u otros servicios, que siempre necesitan una financiación a la que se prestan gustosas las instituciones públicas y privadas, para solapar su carencia de iniciativas o como trueque de prebendas.

   Las ventajas de una fundación para las personas sin ética no acaban ahí. El patrimonio no puede ser enajenado por parte de terceros en litigio. Esto quiere decir que si hay un juicio contra los ricos en cuestión, el dinero que está depositado en su fundación no se puede tocar. Lo mismo sirve si se quiere desheredar o no pagar lo que indique la ley a ex cónyuges o hijos.

    Las grandes fortunas suelen mostrar su cara amable a través de las fundaciones, con la impunidad que da todavía ese modo de defraudar a cara descubierta. Así, desde marcas de refresco hasta partidos políticos, pasando por bancos, constructoras, la Iglesia, medios de comunicación, la Monarquía y el Estado, en cuanto reúnen dinero constituyen un patronato y crean entes como Fundación Coca Cola (promoción de las bellas artes, mejora del medio ambiente y progreso de la ciencia); Fundación Cultural Aena (investigación del transporte aéreo y sus aspectos culturales y artísticos); Fundación BBVA (promoción cultural y artística); Fundación Salesiana Don Bosco (promoción de la juventud y la familia); Fundación Telefónica (acción social y cultural); Fundación Real Madrid (difusión de los valores del madridismo), etc. Sin perjuicio de los provechos que muchas personas pobres consiguen a través de estas oenegés, todas son máquinas de atesorar dinero eludiendo gravámenes.

Uso de la tecnología

   A través de las herramientas que procura Internet, se pueden manejar con facilidad los grandes capitales ocultos. No es necesaria apenas la existencia de documentos impresos ni de oficinas con un domicilio concreto. Las actividades contra el bien común se realizan a través de correos electrónicos y páginas web cuyas titularidades se pueden ocultar. Las disposiciones en efectivo se realizan con tarjetas de empresa. Las firmas en los escasos documentos impresos necesarios se efectúan siempre a través de apoderados. En muchos casos, si alguien intenta tirar del hilo sólo llega a familiares cercanos (esposas, padres, hijos, sobrinos) que han aportado sus nombres para ocultar el del defraudador real.

Embajadas y política

   Las embajadas son lugares en los que se realiza una intensa actividad de ocultación de grandes capitales. La legislación internacional ampara estas prácticas, basándose en las relaciones de amistad entre los países.

   Los parlamentos y gobiernos discuten sobre la subida o bajada de impuestos, según la tendencia política de los representantes. En el caso de partidos conservadores, se promueve aportar menos para que el comercio aumente. Los partidos progresistas arguyen que cuanto más se recaude y reparta, menos necesidades pasarán los desfavorecidos. En cualquiera de los dos casos, no se habla de que paguen los ricos, sino de la presión fiscal sobre las personas que no utilizan paraísos fiscales, fundaciones o pasaportes diplomáticos: una manera como otra cualquiera de seguir mareando la perdiz.

Más modalidades:

La mayor empresa del mundo utiliza España como paraíso fiscal.

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