Comarcas de Aragón: Diez años de trabajo por las personas / José Angel Biel


Por José  Angel  Biel
http://joseangelbiel.es

    Hace exactamente diez años, el 16 de febrero de 2001, comenzaba a funcionar una de las realidades que más ha cambiado Aragón en los últimos tiempos: la comarcalización.

   Aquel día se constituyó la Comarca del Aranda, la primera de las 32 que configuran el actual mapa de Aragón. Una década después, la ordenación territorial en comarcas se ha demostrado como el sistema más eficaz para frenar uno de los problemas más acuciantes de nuestra Comunidad Autónoma: la despoblación.

   Los datos no engañan. Desde la puesta en marcha de las comarcas se ha logrado invertir la tendencia demográfica, que hace diez años predecía una sangría poblacional. En esta década la población aragonesa ha crecido un 13,2%, y ese crecimiento se ha producido sobre todo en los municipios de entre 2.000 y 5.000 habitantes, y en los de 5.000 y 10.000, que han aumentado más que las capitales de provincia.

   Quienes hablan en contra del sistema de comarcalización es porque no lo conocen. No saben que más de 100.000 personas, pertenecientes a los colectivos más vulnerables de la sociedad, se benefician cada año de los servicios sociales que ofrecen las comarcas. No saben que desde la puesta en marcha de las comarcas los usuarios de teleasistencia para personas mayores se han incrementado un 86%. No saben tampoco que las actividades para jóvenes en los municipios han crecido en un porcentaje espectacular, un 335%, y que 37.000 jóvenes de nuestros pueblos participan en estas actividades. Esas voces críticas también desconocen que 540 municipios realizan ahora acciones de difusión y promoción cultural, que el número de bibliotecas ha aumentado en un 27% y que los museos se han duplicado.

   Los que hablan a la ligera de la comarcalización suelen hacerlo desde el centro de Zaragoza. Desconocen lo que supone para un municipio de 200 habitantes contar con un servicio de ayuda a domicilio para mayores, lo que implica para un pueblo de cincuenta personas poder disfrutar de actividades deportivas, el valor que tiene que uno de nuestros jóvenes disponga de alternativas de ocio y de cultura sin tener que irse a la ciudad.

   Los datos están ahí. Las realidades están ahí. Sería un sano ejercicio que todos aquellos que cuestionan este modelo descentralizador, uno de los más avanzados de Europa, salieran de sus despachos y se dieran un paseo por el territorio. Que les preguntaran a los habitantes de nuestros pueblos qué opinan de las comarcas.

   Y toda esta labor se realiza con una plantilla de 2.200 personas, de las que más del 80% se dedican, precisamente, a prestar estos servicios. Servicios que ya no presta la Comunidad Autónoma por lo que no se duplican funciones, y que se deciden y organizan desde el territorio, por lo que las posibilidades de que se adecuen a la realidad de cada sitio es mucho mayor que si se gestionaran desde el Pignatelli.

   Claro que hay cosas que perfeccionar. Claro que hay que avanzar en la eficiencia de los recursos. Pero en esta década, las comarcas han demostrado ser el modelo idóneo para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos del territorio. Solo con unos servicios de calidad en los pueblos se puede fijar población más allá de las ciudades. Solo creando oportunidades de empleo y desarrollo se apuesta de verdad por el futuro de los municipios, sean del tamaño que sean. Pero algunos, perdidos en entelequias teóricas o cegados por el centralismo, siguen sin entenderlo.

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