Contra la soberbia / Juan Marín


Por Juan Marín
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Mario Pérez Antolín. Profanación del poder
Contra la soberbia

     Expresar con ingenio y brevemente ideas que expliquen nuestra relación con el mundo ha sido una tentación, y también un reto, para numerosos escritores y pensadores a lo largo de la historia.

     El aforismo, una invitación a la reflexión en escasas palabras, alcanzó su máximo esplendor en nuestra literatura con ‘Agudeza y arte de ingenio’, del aragonés Baltasar Gracián, en la primera mitad del siglo XVII. Unos doscientos años más tarde, Oscar Wilde, nacido en Irlanda, se convertiría en otro gran cultivador del género pero dando al aforismo un tono más festivo, con un ingenio más cómico y más liviano, basándose en el uso de la paradoja, es decir, en un epigrama dividido en dos partes, en el que lo que se dice en la segunda es justamente lo contrario de lo que se espera tras leer la primera.

    Mucho de Gracián y algo de Wilde hay en el libro sorpresa (dentro del vasto apartado de la no-ficción) de este año: ‘Profanación del poder’, escrito por el geógrafo Mario Pérez Antolín. Sus «pellizcos de filosofía», como el los llama, también podrían titularse ‘Guía ética para recordar que no somos nada’ o ‘Consejos para que las personas dejen de mirarse el ombligo’ pues son un análisis de la fragilidad del ser humano en un contexto social, político y geográfico que cree que domina: «A qué tanta prisa para bajar del árbol, fabricar herramientas, cultivar la tierra y viajar al espacio si, en cualquier momento, un acontecimiento inesperado y fortuito puede hacer que todo comience de nuevo sin nosotros», escribe como si fuera una declaración de principios de lo que él llama su «realismo militante»; y, luego, insiste en resaltar nuestra fatuidad: «Hemos conseguido una cartografía completa y exhaustiva de la tierra y no sabemos cómo orientarnos en el pequeño territorio inexplorado de nuestra conciencia. Una forma de empezar la casa por el tejado».

Amargo como Gracián, Pérez Antolín se empeña en que tomemos conciencia de nuestros propios límites para saber, así, valorar el sentido de las derrotas: «Zafarse del dogal de la costumbre es una acto de soberanía militante que al menos tiene el aliciente de culminar con éxito los más clamorosos fracasos» o «Lo bueno de las causas perdidas es que nunca se pueden echar a perder». No, no es ‘Profanación del poder’ un libro de frases bonitas sino un arma para combatir la banalidad del pensamiento actual y, sobre todo, una herramienta para luchar contra nuestra propia soberbia.

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