Por Germán Oppelli
Los faquires. Los faquires han logrado acostarse en verdaderas superficies plagadas de clavos, sostener en su estómago piedras o bloques de hielo, que esos mismos bloques fueran partidos a martillazos.
También han caminado encima de cristales rotos, de brasas, de rocas candentes, se han introducido cuchillos y sables en diversas partes del cuerpo, han jugado con el fuego tragándolo y expulsándolo por su boca… Llevé contratado varias temporadas a un singular faquir llamado Masay, quien, de adolescente en el circo de sus padres, había tenido un accidente con unos petardos, dejándole media cara desfigurada y amputada la mano derecha. Pero imprimía tal realismo a sus ejercicios que en numerosas ocasiones tenía que decirle que bajara intensidad al número, sobre todo si el público estaba muy cerca.
La esfera de la muerte. Dos motoristas se introducen en una esfera de metal trenzado (una gruesa tela metálica) que permite al público contemplarlos perfectamente. Sus motocicletas arrancan. Ofrecen sensación de peligro y valor. La compenetración de los artistas ha de ser absoluta. Sus motocicletas a gran velocidad surcan el espacio, cabeza arriba, cabeza abajo, de costado, y los dos motoristas se cruzan en aspas, en vertical, en horizontal. A los artistas que trabajan en esta especialidad –escasos- se les denomina también “los motoristas del diablo”.
La llama humana. En pista, un amplio recipiente (circular, cuadrado o rectangular) de unos cuatro o cinco metros de altura lleno de agua. Una escalera altísima y una pequeña plataforma a la que asciende el protagonista del número. Es un hombre ataviado con un traje plateado hermético y ajustado. Repentinamente, el artista se envuelve en una impresionante bola de fuego y en picado se lanza desde la rampa para culminar la caída en el interior del recipiente. ¿La altura?: unos quince metros o más, la máxima que el circo permita.
Los hipnotizadores. No es lo mismo un mago que un hipnotizador. Realizaban en el circo actos de enorme impacto y “dormían” a determinadas personas mediante una concienciación psicológica. Uno de los ejercicios de mayor impacto es la levitación. ¿Truco? ¿Realidad? Esta técnica consiste en apoyar a una persona en dos puntos y retirar posteriormente uno, quedando esta aún semisuspendida.
Animales “especiales”. Enmarcamos en este breve capítulo las diversas clases de animales que ya se han erradicado de las carpas para pasar a formar parte de “shows” en zoológicos, parques de atracciones o similares. Reseñamos algunos de estos ejemplares en diferentes circos (Mundial, Royal, Ruso, Ringlin Bross): águilas, llamas, camellos, cabras, dromedarios, hipopótamos, tiburones, cotorras, loros, papagayos, gorilas gigantes (el popular “King Kong”, de dimensiones no tan enormes como las que lo anunciaban)…
La lucha contra el farol. Sería más correcto decir “la lucha del hombre con el farol”. Así lo presentó por primera vez en el circo alemán Krone su protagonista, “el gran Fattini”. Imaginemos una vara larguísima colocada en vertical hacia la cúpula del circo y que en su terminación imita a lo que se conoce como “farol de calle”. La vara o pértiga de material especial es flexible, se curva a gusto del artista que está encima del “farol”, se asegura a una base en la pista y el nuestro héroe comienza a realizar en lo alto del aparato toda clase de ejercicios de equilibrio. No hay red, ni cinturón protector. Y salta al vacío. ¿La altura? Pues la máxima que permiten las dimensiones del circo. En ocasiones, la curvatura es tan acentuada que parece que barra y artista van a chocar juntos contra el público. Es jugar con el arrojo y el valor.
Cordiales saludos, como siempre.