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Por Javier López Clemente

    Han pasado casi cuarenta años desde que se estrenó ‘El fantasma de la ópera’ y la historia en torno a la genialidad musical de un hombre marginado por su deformidad que se enamora de una excelente soprano a la que somete y aleja de quienes la quieren para conseguir su amor.

    El texto no ha variado pero la dirección de la nueva producción subraya el conflicto interior de un hombre que no acepta su imagen, al tiempo que la soprano se debate en dos planos. Ofrece resistencia para ser raptada, y su debate interior, lejos de plantearse cuestiones amorosas, se centra en si vale la pena pagar el precio que le piden para llegar a ser la mejor interprete lírica de la historia. De esta manera la peripecia, más allá del amor tóxico entre dos personas, pretende acercarse al mundo de los artistas que se someten a exigencias tortuosas para alcanzar el nivel de excelencia que se precisa hasta alcanzar el mayor de los triunfos. La reflexión estaría en comprender que la meta quizás sea tener una vida tan terrenal en la que el amor se c compatible con elevar la belleza del arte y alimentarse del aplauso del público. Un combinación que al parecer es más difícil de lograr que tan solo enunciarl

     La función se sitúa en la categoría de teatro lírico, si los musicales más modernos atienden a la secuencia de diálogo, canción y aplauso, en este caso la narración se somete sin concesiones a la partitura. Es una decisión fundamental porque muchos de los finales en alto de algunos de los temas en lugar de cerrarse en ovación, continúan el implacable el tempo musical y la acción, en lugar de detenerse, continúa con un  un interludio instrumental, una nueva canción o freses dialogadas que ofrecen una impronta  operística, y que tal vez hubieran estado mejor resultas con un dialogo que no estuviera cantado. Varios pasajes pasajes metateatrales componen interesantes pinceladas de ópera bufa, un espectacular homenaje al carnaval que rompe la cuarta pared, y momentos para jugar con la interpretación naturalista y la siempre jocosa sobreactuación.

    “Siente la música” es el eslogan que se destaca en los carteles de la función que decoran la ciudad, y en ese empeño se centra el excelente trabajo técnico para ensamblar la parte instrumental de una orquesta compacta con las excepcionales intervenciones vocales de los actores. La mezcla forma un muro de sonido compacto y energético en el que se aprecia la consistencia del volumen aparentemente muy alto, y sin embargo no llega a molestar en ningún momento.

    La escenografía es un mecano espectacular y funcional que sorprende por su capacidad mutante gracias a la combinación de una estructura móvil de grandes dimensiones que gira en el centro del escenario para cambiar constantemente el punto de vista del espectador que, acompañado por el despliegue de una escenografía más tradicional pero tan atractiva como eficaz, consigue una puesta en escena muy potente para introducir al público en el ambiente gótico de terror, aumentar la dinámica de las acciones con un resultado sobresaliente en el secuestro en góndola, y tener la sensación de recorrer todos los recovecos de la Ópera de Paris, desde las catacumbas a lo más alto desde donde cuelgan las tramoyas.

 

‘El fantasma de la Ópera’

Autores Andrew Lloyd Webber (música), Charles Hart y Richard Stilgoe (libreto y letras) Dirección y escenografía Federico Bellone Dirección musical Julio Awad Coreografía Gillian Bruce Vestuario y caracterización Chiara Donato Iluminación Valerio Tiberi Sonido Roc Mateu Intérpretes Gerónimo Rauch, Talía del Val, Guido Balzaretti, Marta Pineda, Francisco Ortiz, Enrique R. del Portal, Omar Calicchio, Silvia Luchetti, Laura Martín

Teatro Albeniz de Madrid. Febrero de 2024.

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