A la búsqueda histórica del macho

Por Javier López Clemente

    Alberto San Juan tiene en su cabeza una idea muy sencilla “Solo podemos cambiar las reglas si no nos gusta la sociedad. Sin nos gusta, seguir adelante sin más”.

      Él sabe lo que quiere cambiar y, como no sabe muy bien lo que queremos todos los demás ha decidido explicarnos su visión utilizando la palabra «macho» como el paradigma de quienes concentran un afán depredador tanto en los aspectos colectivos como individuales, un comportamiento que se puede rastrear con el estudio histórico de la identidad nacional, el poder jerárquico y la voluntad de dominio.

     El historiador José Álvarez Junco defiende que a día de hoy hay dos enfoques para la manera de aceptar la identidad nacional. Como una realidad natural o como una creación artificial movida por intereses políticos. Michael Foucault nos recuerda que el ejercicio del poder es el resultado final de las  relaciones de fuerza que se producen en el seno de la sociedad. El mito de Don Juan Tenorio es el paradigma de voluntad de dominio, lo que la actriz Blanca Portillo definió como el deseo de alguien capaz de llevarse todo por delante, el vivo retrato de quien desprecia a cualquiera que se cruce en su camino y que como nos descuidemos se convertirá en el modelo de comportamiento de nuestro país y del resto del mundo.

     ‘Macho Grita’ se alimenta de estos materiales teóricos y, aunque Alberto San Juan reconoce que no es un intelectual y por lo tanto el resultado no puede ser un discurso académico que alumbre ámbitos históricos, políticos o sociales, yo les recomiendo que no se fíen del titiritero y estén atentos porque, en su condición de dramaturgo diseña un espectáculo que enriquece  ese debate tan español sobre qué y quienes somos los españoles. Ya saben. Darle una vuelta más a que significa ser muy y mucho español. Pero esta vez el galimatías viene acompañado de una divertida comedia musical.

    La dramaturgia realiza un interesante juego de espejo. Primero acude al embrión de la cuestión. A finales del siglo XV la monarquía de los Reyes Católicos alcanzó un punto máximo  de esplendor que se alargó durante el imperio del siglo XVI de Felipe II hasta la lenta decadencia posterior. Este periodo histórico ha sufrido una mirada centrada en las glorias que ensalzaban todo lo bueno de aquella época, al mismo tiempo que olvidaba las sombras de como la identidad española inauguraba la Edad Moderna sobre exilios y expulsiones forzosas de judíos, moriscos y musulmanes que, más allá de la diferencia al dios al que rezaban, eran tan españoles como los cristianos viejos.

    La función avanza sembrando abundantes dudas sobre si esta forma excluyente de concebir la identidad es la mejor manera de construir una nación, hasta que la peripecia dar un salto contemporáneo para recordar ese periodo oscuro de nuestra historia en el que se acuñó el término de anti España. El momento más triste también es el preámbulo para abandonar citas, documentos y sustituir el discurso esencialmente historiográfico por la sabiduría del humor y la caricatura que señala como en 2024 todavía seguimos con esa martingala de que significa España y ser español.

     Los aspectos formales de la representación navegan entre un escenario prácticamente vacío y una sencillísima iluminación con luces tenues y muchas sombras. La banda hace un ejercicio fabuloso de estilo con sonidos siempre elegantes para llevarnos del jazz a la ranchera y un pasodoble de altísimos vuelos. Su función va más allá de interpretar algunas canciones construyendo atmósferas para que los versos de Zorilla se deslicen hacia una honorable pelea de gallos, o la fiebre teológica que aturdía a Santa Teresa se altere con el cortocircuito de la electricidad.

    Alberto San Juan fluye por el escenario y el patio de butacas sin descanso y, aunque se aprecia algún pequeño altibajo en el ritmo de la función, su trabajo es excelente en el juego de imitación de los personajes a los que se cita, y a los que dibuja con un manejo sutil del gesto y pequeñas variaciones en la voz hasta conseguir que la esencia del mensaje se funda con su autor. Serio en las seriedades, pedagógico cuando el discurso camina al filo de la aridez, y juguetón en todos y cada uno de los huecos en los que puede brotar la sonrisa.

   Es muy importante que Alberto San Juan huya de una superioridad moral que hubiera arruinado el espectáculo. Lo dijo hace unos días en la radio. “Quiero encontrarme y dialogar con aquel que piensa diferente que yo. Es menos interesante alguien que piensa como tú. Solo hay que pactar un poco de respeto, un mínimo turno de palabra y escuchar para encontrar algo que sea útil”. El ciudadano quiere relacionarse con sus conciudadanos de una manera parecida a como lo hace el actor con la figura mítica de Don Juan Tenorio, tan execrable en sus comportamientos pero tan necesario para comprender la naturaleza humana.

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Producción: Compañía Nacional de Teatro Clásico y EQM. Dramaturgia, dirección e interpretación: Alberto San Juan. Músicos: Pablo Navarro, Gabriel Marijuan, Miguel Malla y Claudio de Casas. Iluminación: Raúl Baena y Eduardo Vizuete

Miércoles 22 de febrero de 2024. Teatro de las Esquinas

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