El Quijote como nunca te lo han contado


Por Javier López Clemente

       Nuria Galache Sánchez, autora, actriz y directora de ‘Soñando Dulcinea’, recuerda que la pluma de Cervantes nos regaló un personaje que forma parte irrenunciable a nuestro imaginario sobre el amor.

     A partir de esa recomendación buceé en un análisis de la profesora Mariapia Lamberti que parte de una premisa: Dulcinea no es una creación de Cervantes. Su creación y desarrollo tan solo pertenece a Don Quijote porque solo vive en su mente y en su corazón, y de allí se proyecta hacia afuera.

   La función ‘Soñando Dulcinea’ se alimenta de esta aparente contradicción y a lo largo de su desarrollo encontramos interesantes pinceladas que ponen de relieve las diferencias entre una Dulcinea transcendente, y una Dulcinea de carne y hueso que en realidad se llama Aldonza Lorenzo.

     La representación comienza con la energía de una Dulcinea que nos reta a pensar en ese camino que va del amor a la obsesión, y como una persona amada sin su consentimiento puede sentirse tan acosada que llega a definirse como víctima. Es una manera muy valiente de darle la vuelta al calcetín que siempre nos habla de Dulcinea como la sublimación del amor y que en realidad, como afirma el profesor Manuel Canga, es una cuestión practica de Don Quijote que, como cualquier Caballero Andante que se precie, necesita de una dulce señora para hincar la rodillas ante ella y ofrecerle todos los trofeos obtenidos en batallas y duelos sin par.

    Aldonza Lorenzo es la cara real de la moneda de estos amoríos. Un recuerdo lejano en la memoria de Alonso Quijano y muy presente en la de su escudero Sancho que, como nos recuerda Lambert, es capaz de dar una descripción detallada de su robustez y fuerza hombruna tan alejadas de la tradicional idealización de la figura de la mujer. La dualidad Dulcinea-Aldonza es  se convierte en un momento clave en la obra de Cervantes cuando Don Quijote replica a su escudero que a él le basta pintar en su imaginación la belleza de su dama y así, de una manera mucho más práctica que amorosa, conforma una transfiguración completa, consciente y voluntaria para dejar claro que Aldonza no es Dulcinea. Veamos como ‘Soñando Dulcinea’ se alimenta de la separación de ambos personajes alcanzando algunos momentos muy interesantes dentro de la representación.

    Partimos de una máxima: La figura de Dulcinea es tan solo una ficción en la cabeza de Don Quijote, que por los azares de la novela escrita por Cervantes se relaciona con los demás personajes a través de las descripciones del Caballero de la Triste Figura y así, mientras Quijote alude a un personaje creado en su imaginación que en la realidad de la novela no existes, el resto de los personajes con los que el Cabalero Andante se encuentra lo toman como una figura real. Una deliciosa pirueta argumental que en la función tan solo aparece como una breve pincelada para, despachada con se excesiva celeridad, abandonar la interesante posibilidad dramática de profundizar en las relaciones de quienes por orden de Don Quijote van hasta el Toboso a rendir pleitesía a Dulcinea.

     El otro momento interesante está protagonizado por Aldonza Lorenzo cuando, para atender el pertinente dilema sobre las quejas de Dulcinea sobre el sufrimiento que le produce  un amor no deseado, la labradora apela el caso de la pastora Marcela que, por pertenecer a los personajes reales de la novela de Cervantes como la propia Aldonza, es una figura ideal para reivindicar un discurso que, escrito hace cuatro siglos, es un alegato que nos apela directamente para poner en relieve la libertad de amar o de no hacerlo, con independencia de lo que piensen o de que se enamoren los demás.

    Otro momento interesante de la función es la apelación que Aldonza Lorenzo hace a Marcela. El dilema es muy pertinente porque si las quejas de Dulcinea sobre la forma en la que tiene que sufrir el amor de su amado provienen de una ficción en la cabeza de Quijote, en el caso de un personaje tan real como la pastora Marcela. Una figura que muy recientemente ha sido objeto de estudio a través de una función en el recién inaugurado Teatro Cervantes de Madrid donde, como nos recuerda Rocío García, la actriz Celia Freijeiro, la directora Leticia Dolera y la dramaturga María Folguera recuperan un discurso en favor de la libertad de amar, o de no hacerlo, un alegato escrito hace cuatro siglos que nos apela directamente.

      ‘Soñando Dulcinea’ deja pasar la oportunidad de recoger todo ese impulso emotivo de gran potencial teatral que significa el vendaval de inteligencia argumentativa de Marcela, y como pone en su sitio las cuitas sobre bellezas y amores. Es cierto que sobre el escenario brilla la prosodia de la actriz, pero también falta aliento dramatúrgico para, además de apelar al público de la sala, convertir el alegato de Marcela en el bálsamo de Fierabras para aliviar los pesares de una Aldonza Lorenzo tan alejada de los ideales de los hombres como cautiva de la figura de Dulcinea.

    El desarrollo dramatúrgico de la función, más allá de los caminos alternativos a los que podría subirse, muestra una mirada femenina sobre lo acontecimientos narrados por Cervantes, y  quizás por eso, la representación profundiza en la disputa que tienen Sancho y Quijote a la sobre la percepción que cada uno de ellos tienen del personaje conformado por el binomio Aldonza-Dulcinea. Pero lo hace mediante una escena que se apunta a simplificar el complejo cambio de perspectiva al que se ven sometidos quien monta en burro y quien lo hace sobre un rocín.

     Julio Rodríguez Luís nos suministra unas indicaciones de uso para comprender el cambio de perspectiva que sufren Sancho y Quijote en relación a Dulcinea. La versión de La Befana Teatro simplifica la historia cuando se centra por completo en una escena que tiene lugar durante la tercera salida de nuestro Caballero Andante, justo cuando la mirada del escudero y el caballero se invierte con respecto a todo lo que ha ocurrido anteriormente con Dulcinea y así, Sancho se aparta por completo de la descripción de la campesina que había expresado en el pasado y se dedica a loar todos los estereotipos sobre el retrato ideal de Dulcinea. Sin embargo Don Quijote, que ya ha olvidado por completo la existencia de Aldonza Lorenzo, tan solo quiere disfrutar de la belleza de su dama que en esta ocasión tan bien describe Sancho, pero ante los ojos del Quijano solo aparece el perfil hosco de la labradora. Y así la parodia princesa-labradora da un vuelco que Don Quijote asigna a la malignidad de magos que nublan su mente para impedirle disfrutar de la belleza de su señora.

      Nuria Galache Sánchez tiene sobrada presencia escénica y una afinada prosodia para llevar hacia adelante una función en la que prima una manera fresca de interpretar, romper la cuarta pared para fijar la atención y ocupar el espacio. Esas herramientas son suficientes para que olvidemos la ligereza en la construcción de los personajes, y la sensación de atropellar la peripecia para cumplir con el lema que encabeza el cartel de la función: El Quijote como nunca te lo han contado.

‘Soñando Dulcinea’

COMPAÑÍA: La Befana Teatro. DIRECCIÓN E INTERPRETACIÓN: Nuria Galache. AUTORÍA: Nur Sánchez. MÚSICA: Beatriz Serrano. ESCENOGRAFÍA: Alejandro Contreras. VESTUARIO: La Befana Producciones. AYUDANTE DE DIRECCIÓN: Sonia Montecino.

Jueves 27 de junio de 2024. Teatro de las Esquinas.

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