Por Javier López Clemente
Margarita Xirgu después de realizar una gira por el norte de España regresó a Madrid en el otoño de 1926 donde se encontró con Lydia Cabrera, una compañera de profesión con la que mantenía una buena amistad.
A lo largo de la conversación, Cabrera felicitó a su amiga por el próximo estreno de ‘Mariana Pineda’ de Federico García Lorca. Un obra que había llegado a sus manos a través del escritor Eduardo Marquina. La Xirgu mostró su asombro, primero porque Marquina no le había entregado ningún material y segundo porque desconocía al autor del que su amiga hablaba maravillas. El desconocimiento de la actriz era normal porque en 1926 la única obra que Lorca había estrenado era ‘El maleficio de la mariposa’ que cosechó un estrepitoso fracaso en el Teatro Eslava de Madrid. Sin embargo el entusiasmo de su amiga por la figura de Lorca le picó la curiosidad y quiso conocerlo. Media hora más tarde las dos actrices y el autor tomaban el aperitivo. Federico cautivó a Margarita con su simpatía y personalidad. Empezaba una larga amistad que combinaría relación personal y crecimiento artístico.
‘Mariana Pineda’ se estrenó en 1927 durante la dictadura de Primo de Rivera y desde entonces hasta 1936 los papeles más memorables escritos por Lorca fueron reservados para Margarita Xirgu. Esta colaboración tejió una profunda admiración entre ambos gracias a largas temporadas teatrales, viajes y el reconocimiento del público. Fue entonces cuando Lorca escribió sobre su amiga: “es un caso extraordinario de talento; talento que se impone a la ñoñería actual de nuestro teatro en batallas constantes de inquietudes interpretativas […] Cada tarde, en la penumbra fría del escenario, me sorprende el arte genial de Margarita con un nuevo matiz, conseguido la noche anterior en el silencio estudioso de sus insomnios.”
El destino de los amigos cambió en el año 1936. Mientras Margarita Xirgu realizaba su cuarta gira americana de la que nunca regresó a España, García Lorca es asesinado un mes después del alzamiento militar contra la segunda república.
‘La noche se está muriendo’ de El Crisol Teatro nos traslada hasta al 8 de marzo de 1945. ‘La casa de Bernarda Alba’ de Lorca se estrena en el Teatro Avenida de Buenos Aires en un momento decisivo para la comunidad de exiliados españoles. Los reaccionarios habían ganado la guerra civil, en las postrimerías de la segunda guerra mundial se adivinaba una nueva geopolítica internacional encabezada por unos EE.UU. que empezaban a mirar al régimen franquista como un posible aliado, de modo que el regreso inmediato a la patria era cada vez un sueño más inalcanzable.
La dramaturgia de Martín Otiz, que comparte dirección con Jorgelina Herrero Pons, alcanza un gran peso emociona gracias al perfecto entendimiento entre Mario Petrosino y Lorena Szekely. Sus trabajos transcienden más allá de la imagen mítica y popular que Lorca ha adquirido con el paso del tiempo, para compenetrarse a la perfección que sin con una Margarita Xirgu que pese a todo su bagaje en el mundo del teatro es una gran desconocida en España. La dirección los guía con precisión por todos los estados por los que pasa la obra en los que nos regalan situaciones donde demuestran domino en los diálogos, capacidad camaleónica de transformación corporal que les permite cabalgar con fluidez entre las líneas que separan la realidad escénica de la peripecia escrita por Ortiz y los textos de Lorca. Un vaivén hipnótico que atrapa al espectador de principio a fin.
Martín Ortiz ha confesado en los medios de comunicación que el reto al que aspira con esta obra es conseguir una representación en la que prime una naturalidad que bajo mi punto de vista transita por tres estados diferentes: La exaltación de la amistad, jugar al teatro y, como le confesó el autor a Antón Castro en el Heraldo de Aragón, “tomar posición frente al neofascismo que avanza contando esta historia protagonizada por dos víctimas del fascismo: uno asesinado y la otra exiliada hasta su muerte.”
La historia comienza con una premisa que funciona desde el primer momento porque la sencillez narrativa consigue que lo mágico se presente como algo cotidiano y así, la presencia de Federico muerto pero vivito y coleando en el camerino de La Xirgu es una lanzadera perfecta para conseguir que la sorpresa y la alegría se sublimen en una exaltación de amistad entre dos amigos que se reencuentran después de nueve años. El primer gran acierto de la obra es conseguir que esos primeros momentos dibujen con nitidez a unos personajes en perfecta somtonía, dos personalidades juguetonas que se interesan por el chismorreo que perfuma la vida literaria e intelectual, para utilizar la chispa de la ironía y el buen humor a la hora de hacer unas risas con la figura mayestática de Borges, o el tono en el que canta la Argentinita hasta poner un puntito de sal cuando Lorca busca el sobresalto de su amiga y saca a colación el nombre de su competidora la actriz Lola Membrive. Son momentos deliciosos en los que dos mitos de la escena se muestran tan cercanos que contagian el gozo de su alegría, al mismo tiempo que desvelan esos aires de quien se sabe y disfruta de la fama artística y su repercusión pública.
La segunda etapa de la función se adentra en territorio metatatral para demostrar como el teatro en realidad se sustenta gracias a la capacidad de los actores para jugar con sus voces y su cuerpo hasta conseguir transformarlos en el alma y el vestuario de sus personajes. La incorporación de algunos textos de Lorca nos regalan unos momentos deliciosos en los que vemos como el dramaturgo se mete en el papel de actor y al mismo tiempo hace pequeña aportaciones de dirección para que los gestos y las intenciones que propone su amiga definan mucho mejor los personajes que han nacido de su pluma. Entonces se produce un momento mágico cuando Lorca despliega un abanico y empieza a interpretar un monólogo de ‘Doña Rosita la soltera’ que se le escapa de la memoria, y entonces La Xirgú toma el relevo para convertir las palabras en emoción. En este espacio también hay sitio para quejas y humoradas que van y viene entre el dramaturgo preocupado por como algunas actrices chillonas mancillan sus textos, mientras su amiga le recuerda que esos textos ya no son suyos, que ahora pertenecen a todos aquellos que sueñan con subirlos a un escenario. El repaso por algunos pasajes de obra de Lorca es brillante, y nos permite comprobar como su espectro creativo va mucho más allá del éxito popular de las tragedias de aridez y muerte, hasta alcanzar momentos surrealistas como el diálogo de muertos entre un niño y un gato.
El último estado por el que pasan Lorca y La Xirgu es su toma de posición frente al fascismo, el dictador Franco y el consejo que el asesinado le da a su amiga para que no vuelva a una España aplastada por la dictadura. Su incursión en el desarrollo de la obra me dejó con dos dudas.
La primera tiene que ver con el tono del texto cuando empiezan a primar los pasajes donde toma relevancia el discurso histórico y la reflexión política, es inevitable atisbar que la voz del poeta está muy influencia por la autoría de Martín Ortiz. El resultado final funciona perfectamente si la intención es conseguir que el mensaje llegue claro y nítido a los espectadores, sin embargo esa opción se aleja de la naturalidad que se había creado en el escenario hasta rozar un tono didáctico. La segunda duda es sobre la idoneidad del momento en que se introduje ese mensaje porque, el recurso de subrayar este asunto prácticamente desde el inicio de la función, para dejarlo apartado hasta una frase en la parte final de la obra en la que Lorca vuelve a incidir en el consejo que le ha traído hasta el camerino de su amiga: no regreses a España. Esa distancia temporal entre el discurso político del inicio y el consejo final reduce el impacto dramático, que seguramente sería mucho mayor dejando toda la reflexión política en la parte postrera de la representación. De esta forma se crearían dos arcos dramáticos muy potentes. El primero consistiría en pasar con nitidez por tres fases perfectamente marcadas por la alegría inicial, al juego intermedio y al drama final. Pero además se conectaría la ficción con la realidad y así, si en el comienzo de la función atrona un “Silencio” que Bernarda exige a gritos como la señal de identidad para la dictadura que va a gobernar su casa, pero que también sirve como el símbolo de una España cuyo futuro se puede identificar en las palabras que Leonardo de ‘Bodas de sangre’ pronuncia en el tramo final, y que también se pueden leer como el aviso literario para que La Xirgú se olvide de regresar a una patria en la que solo caben los vencedores de la guerra “La noche se está muriendo en el filo de la piedra” y el poema sigue como consejo para que busque un rincón donde siempre la quieran, sin importa la gente, ni el veneno que les echó: A Federico por maricón, y a Margarita por roja.
‘La noche se está muriendo’
Producción: El Crisol Teatro. Autor y Dirección de actores: Martín Ortiz.. Intérpretes: Lorena Szekely y Mario Petrosini. Dirección, Escenografía y Vestuario: Jorgelina Herrero Pons. Diseño de Iluminación: Eduardo Safigueroa. Diseño de Sonido: Hernán Fernández. Diseño Gráfico: Alicia Galvele. Asistencia de Dirección: Keila Reynoso.
30 de enero de 2025. Teatro de la Estación