Por Adolfo Ayuso
La antigua Bodega Casa Paricio, «José Cabrera», fue nuestra casa durante muchos años.
Todas las tardes nos apiñábamos en una de las mesas del fondo para beber vermut, y cuando empezamos a ganar algo de dinero, a probar las exquisitas anchoas que con cuidado y mimo cortaban y despellejaban en la cocina. Éramos jóvenes, queríamos ser artistas y teníamos permiso para entrar en la cocina y charrar con Carmen y sus hijas.
Ahora vamos mucho menos, pero hay una cita ineludible: los villancicos de Navidad. El 23 o 24 de diciembre quedamos allí para cantar «pero miran cómo beben los peces en el río» y otros más. Todos y todas, cristianas y ateas. El director del coro es el pintor Ignacio Fortún que además de pintor siempre ha soñado con ser primer actor o sofisticado director de orquesta. Siempre puestos de renombre. Lo hace con total entrega y aparatosa gestualidad. En la foto es el que está de espaldas mientras los demás abrimos la boca.
En el rincón del fondo está colgado un cuadro al pastel de Fortún, que atestigua nuestra larga estancia entre sus cubas. Se puede ver a Pepito, el dueño del bar, encaramado sobre una pequeña escalera, en el centro estamos nosotros, yo mismo, vestido con una larga gabardina blanca que aún guardo en un armario de casa. En primer plano se ve a un joven rocker, que la leyenda afirma que es Mauricio Aznar, también inquilino esporádico de la Bodega. De hecho en la película La Estrella Azul se rodó alguna escena en el bar. No es Mauricio Aznar, pero Nacho quiso inmortalizar las variopintas personas que aparecíamos por sus mesas. Eso sí, las leyendas hay que alimentarlas.
La Bodega del Coso ha sido y es un centro cultural, un lugar donde todos somos importantes, un foco de resistencia que Millán sigue alimentando con sus vermuts. Un espacio que sigue siendo nuestra casa y donde sigues, a pesar de todo lo que ocurre alrededor, sintiéndote humano. Gracias por mantenerlo vivo.
(La tercera foto es de mi amigo Roberto Alquézar)
El blog del autor: https://www.facebook.com/ayusoroy