Por Dionisio Sánchez
Como ya el verano no era una barrunto si no una realidad que exudaba sudarrina, decidí agarrar mi moto, compañera de tantas escapadas solitarias, y meterme una ración de fresca poesía de helado y caramelo porque el cartel, “Desde azul”, a cargo del Silbo Vulnerado, no podía ser mejor barquillo.
Y hasta el Teatro Arbolé maniobré mi Suzuki para poder asistir puntualmente al espectáculo que rezumaba “modernismo” dada la nómina de autores que se iban a declamar.
Para que los lectores menos avezados se pongan en canción voy a introducir un pequeño prólogo debido a la mano de Crystal Harlan para que nos vaya dando el tono y el sobreaviso: El Modernismo es el primer movimiento literario que surgió en América Latina. Tuvo su mayor arraigo en la poesía producida entre aproximadamente 1880 y 1916, año en que falleció Rubén Darío, poeta nicaragüense generalmente considerado el patriarca del modernismo. Para muchos críticos, el modernismo se inicia con la publicación de su poemario Azul . . . en 1888, sin embargo, esta nueva estética se ha encontrado en la obra poética de José Martí y Manuel Gutiérrez Nájera escrita años antes, entre 1875 y 1882.
El espectáculo, en síntesis, es un recorrido por las poéticas surgidas tras el auge, declive y negación del Modernismo y, según nos asegura el programa de mano, “el tratamiento escénico presenta los textos recitados a la manera clásica por dos actores-recitadores, acompañados por elementos teatrales”. Cierto. Y además aclara, para por si acaso, que “cada recitación es un riguroso ejercicio de estilo”. Muy alto, pues, se ponían los actores el listón de salida.
Tiene el Teatro Arbolé –para mi gusto- el mismo defecto que el Teatro de la Estación: nos obligan a los espectadores a contemplar los espectáculos en “picado” aunque, en este caso, la inclinación del patio de butacas sea más suave que en aquel. Deduzco –aunque no lo sé- que este criterio equívoco debía ser el predominante entre los “modernos” arquitectos responsables de su construcción. Un error que en todo caso no podemos achacar a las compañías que pisan las tablas de los planos del proscenio y cuando lo demanda el texto, del sufrido y lejano foro.
Dos cualidades persiguen al Silbo desde tiempos inmemoriales (no en vano ya ha pasado la cuarentena en activo): de una parte, su afán didáctico y, por otra el, exquisito cuidado y amor en acariciar los versos que salen de la boca –en este caso- de estos dos actores: Luis Felipe Alegre y la argentina Carina Resnisky. Es de destacar en ellos su formación actoral y su dominio de la voz (¡cuánto se echa de menos este entrenamiento entre tanto terronero que se maquilla y le permiten salir a escena!) que les lleva a adecuar su capacidad de emitir el sonido de cada palabra con una precisión y una melodía que nos transporta y nos hace llegar a los hígados del poema. Basta con cerrar los ojos.
Pero en el caso de tenerlos abiertos, cosa habitual entre los espectadores que acuden a ver una función, estamos apreciando en el escenario la presencia imponente de la palabra adecuada a la intención de este montaje. No sobra nada y lo que hay en el proscenio es una silla a un lado y una mesa y una silla al otro. Al fondo, una tela titiritera para que en el inicio de la representación del primer poema de Rubén Darío el cisne negro grazne acompasado «La noche anuncia el día» y el blanco de trapo le conteste: «¡La aurora es inmortal, la aurora es inmortal!».
Al término de este primer poema ya nos ha dado Luis Felipe –impecablemente vestido de blanco- una breve lección acerca del modernismo y como va a devenir la obrita, paso a paso, con simplísimas y eficaces transiciones luminotécnicas, para hilar las apariciones en escena de los poetas y poemas elegidos: Dulce María Loinaz (“Eternidad”), León Felipe (“Romero solo” ¡sublime interpretación!)…Y, de repente, de un indisimulado bastidor, con pasos de algodón, la Renisky saca al espantapájaros papelero bajo el cenit iluminado de la escena. Cuatro simples focos y dos de apoyo para lograr los climax adecuados porque si algo queda claro es que sobre el tablado hay dos actores excelentes que con este juguete y las manos prodigiosas de la actriz, nos van a recitar este “Espantapájaros” de Oliverio Girondo:
…
Yo no sé nada
Tú no sabes nada
Ud. no sabe nada
…
A estas alturas digamos que el Silbo, aparte del gusto por estos artefactos y juguetes escénicos que sirven , sin duda, para lograr la complicidad del respetable, busca casi siempre la simplicidad escenográfica, porque quien ha de resaltar lo dicho e interpretado sobre las tablas es….¡la palabra!. Ni una puerta de fondo ni un orinal bajo la cama: la palabra…..
De entre la penumbra nace un títere que, a trío, ayudará a que suenen los versos de “Setenta balcones y ninguna flor” de Baldomero Fernández Moreno y al terminar, de nuevo, el coplero hará una breve disertación para orientar la barca del espectáculo hacía la orilla concebida que no es otra que ilustrar al público sobre este periodo poético que estamos disfrutando.
“Son nº 6” de Nicolás Guillen, “América latina” de Nicomedes Santa Cruz, un poema enternecedor (“El pájaro revolucionario”) del príncipe de la poesía para niños, el boliviano Óscar Alfaro, una interpretación a dúo de los “Refranívocos” de Mario Benedetti y los “Artefactos” de Nicanor Parra….
Y, ¡cómo no!, sube el espíritu borgiano al atril y luego de un escarceo por su “Arte poética”, Luis Felipe abre su fiel “cuaderno de ciego” para que ilustre la fantástica “Milonga de dos hermanos”, en la que se narra la espeluznante historia de los hermanos Iberra y donde el espectador, a indicaciones del propio Borges, debe suplir la música ausente por la imagen de un hombre que canturrea, en el umbral de su zaguán o en un almacén, acompañándose con la guitarra (…siempre imaginaria)
Y siguen paseándose por el escenario Gelman, Celaya y Urpinelli para ultimar la sesión con una interpretación tan sencilla como conseguidísima de “La canción adúltera” de Chicho Sánchez Ferlosio que provocó a su final los sonoros aplausos con los que se cerró la sesión.
Asistí, en definitiva a una sobria puesta en escena porque, repito, el objetivo era la palabra. La palabra bien dicha, fenomenalmente interpretada porque estos actores saben decir poesía y saben poner expresividad en su entonación, ritmo, intensidad y timbre. Es decir, el abc que debería saber cualquiera que pretenda subirse dignamente a un escenario. Porque a cualquier actor debería enseñársele que la voz expresa no solo el mensaje inmediato de la palabra sino su significado profundo….”¿Y cómo?” – se preguntará el cateto y atrevido director de teatro de los que abundan en esta tierra-. Pues mediante la entonación, la velocidad, las pausas, el énfasis….Es decir, amigos, más abc. A este oficio, al de la tabla, hay que llegar aprendidos….
Poco más que decir: Carina Resnisky, una actriz como la copa de un pino. A ver si hay suerte y la ven nuestras “grandes damas” locales para que suelten babilla.
Al salir de la representación pude beberme una cerveza gigante con el gran escultor Calero (a quien hacía tiempos que no veía), la excelsa cómica María José Moreno, el novelista Ángel Gracia y otros amigos del espectáculo y, también, ¡cómo no!, comentar lo visto con el sufrido factótum del Arbolé, Esteban Villarrocha , quien , por cierto, me pagó la segunda cerveza y al que prometí volver siempre y cuando los artistas sean de la tierra y el Ayuntamiento arregle los alistonados de madera rota que permiten el acceso al teatro, ya que de no hacerlo, pronto se encontrará con más de una demanda. Yo, sin ir más lejos, casi me parto la crisma de modo que corrí a subirme a la moto para respirar tranquilo y quitarme el sofoco metiéndole puño a la Suzuki.
Y, finalmente, por si alguien de la Administración me lee y le interesa, quiero decirles que este espectáculo “Desde Azul” es una buenísima ocasión para pasearlo con orgullo por todos los institutos de Aragón, de España y de todo el mundo que hace del español su medio para expresarse. Incluída más de la mitad de Cataluña. ¡Enhorabuena al Silbo por este montaje!
Datos del espectáculo:
DESDE AZUL –producido por El Paragüero SL- está interpretado por Carina Resnisky y Luis Felipe Alegre.
Carina Resnisky, actriz nacida en Concepción del Uruguay (Entre Ríos, Argentina). Profesora en la Universidad Nacional de las Artes de Buenos Aires. Estudiosa de las formas teatrales interdisciplinarias, participa en programas artísticos de orientación comunitaria (Hospital Borda de Bs. As.) y crea espectáculos en torno a obras poéticas (El Gualeguay, de Juan L. Ortiz). Desde 2015 participa periódicamente en actuaciones y cursos de El silbo vulnerado, con el apoyo de instituciones argentinas.
Luis Felipe Alegre, actor aragonés, especialista en recitación y puesta en escena de textos poéticos. Con la compañía juglaresca El silbo vulnerado, produce espectáculos en torno a los distintos periodos de la literatura en lengua española, desde la época medieval a la actualidad. En torno a la oralidad y la juglaresca ha trabajado en la creación de programas y festivales internacionales: Festival Hispano Cubano de Cienfuegos, Festival de Oralidad de Huesca… o locales, como las Noches de Juglares, que desde hace 22 años organiza con el Ayuntamiento de Zaragoza.
Desde Azul nació como un proyecto de estudio recitativo ceñido a la poesía postmodernista. Se trabaja en base a la variedad formal y temática, creando un abanico que se abre desde las formas clásicas hacia la poesía experimental.