Por Germán Oppelli
Patinadores. No es frecuente contemplar en la actualidad, en los circos del mundo, el número de los patinadores sobre ruedas. Asidos por las muñecas giran –por impulso- encima de una pequeña plataforma en la que se mueven a velocidades vertiginosas.
El porto sujeta al compañero o compañera (a veces, dos) únicamente por sus muñecas.
Los raros seres humanos. En los principios del circo, algunos seres humanos eran presentados como verdaderos “rara avis” a la exposición del público. El afán de asombrar tomó, entonces, un carácter extravagante, o repelente, para el buen gusto. Se ofrecían a los espectadores verdaderos monstruos de la naturaleza: mujeres barbudas, la mujer más pequeña del mundo, el hombre esqueleto, el hombre que se afeitaba con los pies, la mujer de las dos caras y un amplio etcétera. Menos mal que, con el paso de los años, esta concepción despectiva -e irracional- de estas personas fueron apartados del circo. Pero no acabó aquí, desgraciadamente, pues se exhibieron durante un tiempo en barracas de feria. Aunque, a decir verdad, eso ya no atañía al circo…
Los transformistas. Un simple biombo servía para que el transformista se ocultase tras él durante unos segundos, cinco como mucho. Si antes era torero, ya es militar (uniforme, fusil, bayoneta al cinto). O bombero (manguera, casco, chaqueta, botas). Y aparecía por el lado contrario al que entraba en el biombo. Pero, ¡oh, sorpresa!, ahora es… ¡mujer! ¿Cómo es posible? ¿Cómo lo lograban? Esa es la gran incógnita de estos artistas, auténticos prodigios de la habilidad y el disfraz. Siempre se receló que en estas actuaciones intervenía más de una persona, pero si fue así, maldita sea, nunca se pudo demostrar. Referente de estos números fue el gran Fregolini.
Los ventrílocuos. Hace múltiples años, los ventrílocuos causaban furor en el circo. Sin embargo, el número perdía posibilidades técnicas desde el momento en que el artista estaba situado en el centro de la pista, porque el público lo veía desde lejos, con lo cual el movimiento de sus labios, evidentemente, pasaba por completo desapercibido. Personaje importante en el circo fue Felipe Moreno, tío del productor José Luis Moreno, antiguo ventrílocuo que se hizo famoso en la televisión española.
El “hombre mosca”. Los “hombres moscas” o las “mujeres moscas” caminaban cabeza abajo y avanzaban por una plataforma, colgada del techo del circo, sobre los espectadores a gran altura. Esto lo conseguían merced a unas ventosas especiales que se adaptaban a sus zapatillas. El show poseía un gran efecto y un tremendo riesgo. El fallo era mortal. Es una especialidad ya extinguida.
Los escapistas. En todo momento, y en cualquier circunstancia, los escapistas eran capaces de deshacerse de sus ataduras (candados, cadenas, cuerdas) encerrados en cárceles, en arcones, en baúles, en el mar, en el río, en las piscinas… Su habilidad (secreto desaparecido con ellos) era increíble. Es de justicia nombrar al Gran Houdini, que falleció realizando uno de sus peligrosos ejercicios. Aunque se dice que fue por una causa anterior, pues recibió, al parecer, un fuerte puñetazo en el abdomen de un ‘admirador’, con consentimiento del artista. Vaya usted a saber, desocupado lector.
Los forzudos. Se trata de un número de ayer, que ya no se practica hoy. Los forzudos eran hombres y mujeres dotados físicamente, con facultades extraordinarias, capaces de realizar todo tipo de hazañas. A saber: levantar pesadas bolas de hierro, doblar barras, arrastrar camiones con una coleta de su propio pelo… Destacada en esta especialidad fue Inda Baker, llamada la mujer de hierro, pues era capaz de doblar una gruesa barra de este metal mientras cuatro hombres del público pugnaban por evitarlo. Siempre quedó en el aire, o en la duda, la posibilidad de que el “truco” existiera.
Aprovecho la ocasión, siempre gustoso, para desear a mis posibles lectores (y a los otros, también) un feliz y circense –sin animales, claro- verano. ¡Felices vacaciones! ¡Y aúpa el Huesca!