Desde el diván: ‘Annie Hall’, de Woody Allen

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Por José María Bardavío

    Annie (Diane Keaton) consigue cantar en un club tan casual que los clientes apenas le hacen caso. Pero Alvy (Woody Allen) le anima, la devuelve la confianza, debe persistir. Se conocieron hace unos días por mediación de un amigo, quedaron luego para jugar al tenis, y pronto se cayeron del todo bien por el lado de la neurosis, más pronunciada en Alvy que en Annie.

 Nacionalidad: Estados Unidos. Año: 1977. Producción: Charles Joffe (United Artists). Dirección: Woody Allen. Guion: Woody Allen y Marshall Brickman. Fotografía: Gordon Willis (color). Música: John Jacob Loeb, Carmen Lombardo, Isham Jones y Gus Kahn. Intérpretes: Woody Allen, Diane Keaton, Tony Roberts, Carol Kane, Paul Simon, Janet Margolin, Shelley Duvall, Colleen Dewhurst, Christopher Walken, Donald Symington. Duración: 93 minutos. Subtítulo en español: ‘Casi una historia de amor’.

    Alvy se ha propuesto llevar a Annie a cenar, luego se irán a la cama. De camino al restaurante él le pide que le dé un beso así podrá cenar saboreando -le explica-  la maravillade irse a la cama juntos. Lo hacen en casa de él, y coinciden en que ha sido un éxito.

    Pocos días después, con el inigualable Brooklyn Bridge al fondo, confiesan que se quieren. Cuando Annie se trae sus cosas al apartamento de Alvy es, justo entonces,  cuando empiezan los problemas: que por qué se viene a vivir con él; que qué pasará si mezclan los libros… asincronía que evidencia un cierto pánico a compartir el espacio vital.

   Al poco Alvy se le ocurre  que Annie es intelectualmente inmadura, así que le obliga a buscarse unos buenos cursos de Literatura para Adultos. En una excursión a la costa, Alvy insiste en que Annie debería matricularse en Modern American Poetry o quizá en Introduction to the Novel. Esa noche haciendo el amor, descubre asombrado que ella no está. Y, efectivamente, vemos el espíritu de Annie ascender desde la cama y sentarse en un sillón, mientras el cuerpo real de Alvy sigue abrazado a un ella inexistente, transparente, quejándose de que, al carecer de carne,  le falta algo.

   Cuando Annie se decide a empezar los cursos de literatura, entra él en un delirante proceso paranoico. Le sigue a todas partes  convencido de que se ha liado con el profesor de Existencial Motifs in Russian Literature. Las discusiones por cualquier cosa y los celos  incontrolados se vuelven costumbre. Annie decide acudir a una psicoanalista, Alvy lleva ya once años en terapia. Después de confesarle cómo se llevaba con su hermano de pequeña, el psicoterapeuta le asegura que padece envidia de pene¿Sabes lo que es eso? pregunta Anie a Alvy.¡Oh sí! Yo soy uno de los pocos hombres que lo padecen. En la secuencia siguiente, ya en la calle, Alvy le dice a gritos que los cursos para adultos no sirven de nada ¿Y qué haces tú siguiéndome a todas partes?… Creo que deberíamos de romper”. “Magnifico, muy bien, estupendo” -responde  Alvy cuando ve a Annie  subiéndose a un  taxi para que queda claro que la cosa en entre los dos ha terminado definitivamente.

   Rob, el amigo que le presentó a Annie, le asegura que si quiere olvidarla debe de salir con otras chicas. Y pronto le presenta a una exótica jovencita que escribe en  la célebre revista Rolling Stone. Hacer el amor contigo- le confiesa ella aduladora, resulta ser una experiencia kafkiana. La gracia consiste en que lo dice como si se tratara de un gran mérito. Luego suena el teléfono.

   La que ha llamado es Annie. Se trata de una  emergencia, le pide desesperadamente que acuda ahora mismo a su casa. Alvy, deja a la jovencísima periodista progre, y se dispone refunfuñando a hacer lo que le pide su ex. Llega a su casa muy malhumorado sin dejar de protestar torrencialmente : le ha costado encontrar taxi, son las tres de la madrugada, es imperdonable que no tenga insecticida, a nadie se le ocurre llamar a las tantas para que extermines a una araña… Busca en un armario algo  para acabar con las arañas de la bañera. Armado hasta los dientes y ya en el campo de batalla consigue eliminar al enemigo intruso a raquetazos. 

     Antes de culminar la hazaña, encuentra sospechoso que Annie use jabón de brea. Eso indica claramente que ha mantenido relaciones sexuales con gente poco limpia; y también le resulta sospechoso que haya asistido a un concierto de rock; seguro que si ha ido con alguien  le ha contagiado alguna porquería. Así que los celos absurdos vuelven a surgir con facilidad pasmosa. Pero el caso es que después de cargarse a las arañas, se sienta en la cama en donde Annie le dice llorando que le echa mucho de menos. Se abraza. Se besan. Tras el corte los vemos tumbados en la cama después de hacer el amor.

   Si consultamos el guión de Annie Hall comprobamos que la palabra psicoanális y conceptos afines, bate cualquier récord: jamás habían aparecido en una película con tan febril insistencia. Quizá porque Woody Allen, que desde luego es un  genio, se ríe de lo que teme. O mejor, utiliza un mecanismo de defensa que consiste en reírse de lo que teme para defender a su propia persona. Como  Woody Allen es él que nos invita a todos a participar el festín psicoanálitico que nos sirve  sobre la mesa de la pantalla  para que nos demos un buen atracón, me tomaré yo el banquete  como si se tratar de un envite para explicar la secuencia desde esa misma perspectiva psicoanálitica:

   Está bien claro que Annie, que sabe que Alvy está saliendo con otras chicas, quiere reconciliarse con Alvy. Así que cuando encuentra una araña en la bañera se le ocurre que tiene una buena excusa para llamarle por teléfono. Por un lado, se trata de una batalla servida a la medida del pequeño Napoleón que es Alvy. Matar a la araña es una forma de alimentar su propio ego: “El Vencedor de Arañas”, “Sansón y los filisteos”. Pero, por otro lado, la araña en la bañera, en una película que trata de desvelar el sentido inconsciente de cualquier cosa, una película con vocación paradojal con respecto a todo lo que se le pone por en medio a Alvy, una película que salpimenta los hechos de la vida al fuego de una hilarante comicidad, el primer derecho y la primera obligación del espectador empollón consiste en encontrar sentido profundo a esa ocurrencia de Annie de llamar a Alvy a las tres de la mañana para que le mate la araña.

   Lo más revelador del análisis freudiano descubrirá de inmediato su parte más obscena. Pues dado que la bañera es aquí, sin duda alguna, un símil de los genitales femeninos (semejante afirmación puede verificarse en el significado,  latente o manifiesto, de un buen número de bañeras cinematográficas), las pésimas relaciones que Annie mantiene en la actualidad con Alvy están representadas en la araña:  o malestar o el vacío insoportable provocado por la ausencia integral del que fue su hombre. A la bañera le corresponde representar la sexualidad misma de Annie, y también y, siendo la bañera una caja abierta y vacía, el vacío que le produce sentir su ausencia. La araña representa además, la peligrosa fealdad de la vida por la ausencia del otro. Que lo que podía estar lleno (de felicidad) está peligrosamente (neuróticamente) vacío. Como si el vacío mismo, mejor lanothingness, exacerbara la neurosis de Annie, como  si la araña fuera el síntoma de la neurosis misma: ese estado de angustia  continuada y desasosiego.

   Cuando Annie le llama por teléfono para que Alvy venga a librarle- como si de un caballero andante se tratara-  de las fieras peligrosas que le asaltan la bañera, lo cierto es que Alvy está en plena faena con su chica de ahora. Y lo deja todo,  sale de allí, baja a buscar un taxi y llega cabreado a casa de Annie por sentirse utilizado. Lo que estoy insinuando mediante el recordatorio de lo que estaba haciendo Alvy, es precisamente lo que Annie quisiera que le pasara con Alby. Porque lo cierto es que lo que hacía Alby con la periodista de Rolling Stone  se prolonga en lo que hace finalmente con Annie después de la hazaña de las arañas como molinos: se acuestan juntos. En suma: la interpretación del significado de la araña en la bañera, se corresponde y se explica en las acciones sexuales que enmarcan,  el principio y  el final de las dos partes de la secuencia (1: acostarse con la periodista. 2: acostarse con Annie).  Annie convierte su deseo en el síntoma  de la araña (es decir del comezónde la araña al  comezón genital) a través de ese cuento de gran contenido inconsciente, el de las feas arañas invasoras encubriendo un deseo sexual tan urgente y tan grande como la exigencia de matar la araña de la bañera. Un cuento chino tan increíble como creíble es su necesidad, violentamente encubierta, de estar íntimamente con Alvy.

El blog del autor:   http://bathtubsinfilms.blogspot.com.es/

 Nota de la redacción: Tenemos la suerte de poder contar en esta sección de cine del Pollo Urbano con la singular  colaboración del amigo, profesor y escritor José María Bardavío.    De su blog: “Las bañeras en el cine” vamos a ir acercando a nuestros lectores amantes del mismo estas apreciaciones sicoanalíticas  de algunas películas  que , sin duda, forman parte de nuestras vidas. Y todo ello se hará a través de este apartado que hemos decido llamar:  “Desde el diván”. Gracias al profesor por su generosidad y enhorabuena a los polleros enamorados del cine.

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